Capítulo 14. ¡Vaya joyita!

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Edición 31/01/21

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    —¿Un espejo? —pregunté. Estaba tan sorprendido, que llegué a imaginar cómo se vería reflejado en mi rostro: ojos abiertos, a tal punto, que parecieran poder salirse de sus cuencas.

     —Todo parece indicar eso —contestó Edward, conteniendo una sonrisa. Él podía leer mis pensamientos de fascinación.

     Me levanté del sillón y comencé a caminar por la sala de manera aparentemente distraída, como si estuviera perdido en mis pensamientos. La realidad era que por más conjeturas y pensamientos que tuviera en mente, jamás podría perderme totalmente en ellos, porque esta mente inmortal tiene un número infinito de multiprocesadores; mientras yo maquinaba pensamientos a la velocidad de la luz, Kate y Garrett bajaron las escaleras, y se unieron a nosotros en la sala al escuchar la palabra, espejo.

     ¡Un espejo! Nada más y nada menos que eso. ¿Podía ser el dichoso escudo reflector por el cual Aro siempre me encargó especialmente?

     Después de obtener a sus gemas gemelas predilectas (Alec y Jane), cualquiera creería que no buscaría nada más en su guardia, después de todo, ¿qué rival digno podía llegar a tener? Era necesario haber leído su mente, o estar al tanto de su búsqueda de talentos, para comprender que nunca tendría suficiente.

     En un principio, creí que sólo era porque entendía la diversidad de los talentos sobrenaturales vampíricos. Gracias a mi poder comprendí lo que pocos llegan a comprender: hay tanta variedad de talentos que puede desarrollar un humano al ser transformado, que nunca puedes sobreestimar a la ligera lo que parezca impresionante; por eso, por más que Jane y Alec fueran impresionantes y aparentemente invencibles, él no dejó de buscar más.

     Lo que en un principio percibí como prevención para poder aplicar la ley, sin que existiera alguien inmune a la guardia, hace nueve años entendí que respondía a motivos más profundos y oscuros: ambición de poder. Aro previó la existencia de un clan como los Cullen, siempre estuvo consciente de la posible existencia de un vampiro que se resistiera a su ofensiva, que pudiera esquivar su defensa y representara un peligro para su aparentemente indestructible imperio. Existiera ese vampiro ya o no, él se iba a asegurar de que formara parte de sus filas, y no de las del enemigo.

     Y yo era su principal herramienta para lograr tal objetivo.

     Siempre quiso un escudo, uno diferente al de Renata, quería un escudo que rechazara ataques de otros poderes, no sólo físicos, pues eso ya lo hacia ella. Llegué a entender que su obsesión coleccionista de cosas valiosas y únicas, aplicaba para los poderes vampíricos, quedaba claro que sólo se quedaba con lo mejor, no aceptaba segundones; por ello me la pasé buenas temporadas en busca de dichos dones, con prioridad en escudos capaces de rechazar otros poderes. Nunca los encontré.

     Entonces estaban nuestros primos, los Cullen, que habían encontrado otro escudo. Sí, ¡otro!, por si no fuera suficiente ya que un escudo mental formara parte de su familia. ¡Sólo tropezaban casualmente con esas anomalías! Y yo que las busqué, y que poseía un don para ello, no.

     Si esta neófita, Kairi, era realmente un espejo...bien podría ser el dichoso escudo reflector que siempre imaginé. ¡Vaya vida!

     —Eleazar —me llamó Bella.

     No hizo falta leer mentes para saber que esperaban que contestara a la pregunta de Renesmee.

     —Sí, Renesmee, estaré encantado de ayudarlos a estudiar el poder de Kairi.

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