Capítulo 17. Cautivadora

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Edición 04/04/21

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     Habíamos corrido por la montaña durante un buen rato, hasta que Kairi paró para hacer una observación sobre como reflejaba el poder de Alice, una conversación que terminó en quejas por sus "anomalías".

     ¡Bah!, como si ninguno de nosotros tuviera anomalías con respecto a los humanos. Pero, si lo analizaba podía entenderla, después de todo, ella no cumplía las características de un vampiro al pie de la letra. Su simple existencia constituía ya una contradicción a lo que creíamos establecido para la raza vampírica; transformada por una híbrida.

     —¡No te quejes! En mi opinión, te has quedado con algunos de los mejores rasgos de los humanos. Créeme que es una lata perder la capacidad de llorar, y con lo deliciosa que es la comida humana, es un desperdicio tener tiempo ilimitado si no lo puedes aprovechar para probar todos los platillos y sazones que existen —dije intentando animarla.

     Lo cierto es que creía en lo que le decía. Me fastidió dejar de ser humano, y aunque ya había lidiado con eso, aun extrañaba tantas cosas. Me alegraba que ella no tuviera que renunciar a todo, ya la había visto sufrir bastante.

     Me dedicó una sonrisa.

      —Excelentes argumentos —contestó aprobando mis comentarios.

      Sus ojos aguamarina desprendieron un destello, cuando un ligero rayo de luz solar se filtró entre las copas nevadas de los árboles perennes. Entonces recordé que los había visto tornarse del negro azabache más profundo, sin fondo aparente para el dolor indescriptible que le causó dejar su vida humana.

     Recordaba haber visto una lágrima solitaria deslizarse por su mejilla en cuanto Renesmee, Edward, Carlisle y Esme cruzaron la puerta principal. Escuché su suspiro de dolor y observé su sonrisa nostálgica antes de que comenzara a leer la carta de Eric; todo hasta ese momento me había parecido normal y dentro de lo que debíamos esperar dadas las circunstancias, hasta que noté algo inquietante en como sus ojos se movían con cierto recelo y sorpresa.

     Cuando levantó su mirada de golpe, exhalando con fuerza, supe que se había enterado de algo que había sido demasiado para ella. Estaba sentado a su lado, y pude ver como sus ojos divagaban por el infinito, mientras comenzaban a humedecerse y su respiración se agitaba, como si acabara de correr un maratón, imitando una taquipnea. Todos comenzaron a hacerle preguntas, preguntas que sigo estando seguro, no escuchó, y aun así, siguió moviendo su cabeza, como negándolo todo. 

     Con asombro, fui testigo de cómo la tristeza de sus ojos tornó ese mar en calma, en uno negro intenso de furia, como si se hubiera nublado el cielo y el mar se embraveciera. Ese cambio en ella, aun ahora, sólo había presenciado cuando la veía sucumbir a sus instintos de depredador, y al igual que en esas ocasiones, sus acciones se definían como irreflexivas...


     Soltó la carta que traía y se levantó, dio dos pasos lentos y luego corrió en dirección a su habitación. Yo ya estaba de pie siguiéndola, pero cerró la puerta antes de que llegara a donde ella estaba. Para mi sorpresa no la cerró de golpe, lo cual fue una suerte, de otra forma la hubiera derribado.

     —No lean la carta —les advertí cuando vi que Edward la tomaba, con Jacob siguiéndolo.

     Puse una mano en la perilla para abrir la puerta.

     —Kairi, ábreme por favor, soy Fred —le dije antes de intentar entrar—. Podemos hablar para que te sientas mejor —le ofrecí.

     No obtuve respuesta, en cambio, comencé a escuchar sus gritos de furia y el ruido que producía la madera al ser destruida.

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