Capítulo 10 Ver para creer

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Ela despertó en esa sala oscura. No veia puerta, no veia luz, sólo ella y un abrazo del que no se desprendía de parte de la oscuridad. Toco su hombro herido.

-Maldita sea, encima el izquierdo- Maldijo al hombre, ella era zurda y le había dado a su buen brazo ¿Quizá lo sabría?

Ela recordó también que sus gestos los hacía con la mano izquierda y cuando dibujo también era zurdo. -Ya me las pagara.

Palpo el piso con sus manos y a su derecha pudo observar una superficie, ni tan blanda, como tampoco dura. Pudo distinguir unas sábanas, definido era una cama. Con ayuda de su sentido del tacto, se sentó sobre ella.

-¡Maldito no tuviste ni el orgullo de posarme sobre la cama pedazo de giripollas!

Su hombro estaba sangrando, podía sentir como el líquido se deslizaba sobre su piel, como le ardía. Cualquiera pensaría en gritar, no ella. Estaba en un sótano oculto por un pozo en una realidad desconocida. Reflexionó ¿En dónde estaría? ¿En una de las dos esferas? ¿Quién era la cabeza líder en todo esto? ¿Dónde estaba "La Mente"?

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Owen había podido ingresar en la sala donde se encontraba Ela. Había estado allí hace una semana. Una maldita semana. Y los médicos decían lo mismo "Hay que esperar". Claro ellos podían decirlo fácilmente, aunque les doliera tener pacientes que se iban, eran pacientes. La vida seguía y ya.

Los más cercanos en el pueblo se habían acercado a la verla. Scarlett, Amy, Mella y Dina, sus amigos. Todos venían por un momento, con flores.

-No le dejes eso, a ella no le gustan las flores así. Están muertas. Si quieres traer flores, hazlo en maseta.

Le repetía eso a todo aquel que se acercaba con una flor. La gente no comprendía, estaba regalando algo sin vida. Aunque Owen sabía bien que los cuidados de Ela con las plantas no eran los mejores, siempre se les achicharraban o marchitaban, ella les daba su ración de agua y sol siempre.

Vino incluso Rosa a dejarle unos pastelitos a Owen. Este estaba dormido y por supuesto, no se despertó por un chirrido de puerta, necesitaba cinco o más relojes para eso.

Toda esa semana hubo ráfagas de viento feroces. Owen razono eso, ella no estaba y él había visto como su humor era como el día. Si se sentía mal, el día estaba nublado, si estaba feliz, era de un sol resplandeciente –la mayoría de la veces estaba así- si estaba lloviendo estaba triste ¿Pero que eran las ráfagas? Nunca había pasado eso, nunca las había visto ¿Se sentiría mal? ¿Tendría miedo? ¿Acaso estaba así porque su cuerpo estaba no del todo saludable? ¿Por qué?

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Ela había perdido la noción del tiempo en esa oscura habitación. De repente divisa una parpadeante luz verde en una de las esquinas. Si ella se movía, la luz también. Estaba segura, era una cámara. Él, la estaba viendo y no hacía nada al respecto. Con sus pocas fuerzas debido a su continuo sangrado, se acercó a esa esquina y debajo se colocó. Así no la vería. Se sacó la remera de mangas largas que tenía. Agradeció haber tenido una musculosa debajo, ya que el aire era algo fresco en ese lugar. Rompió una de las mangas con sus dientes y con ella, se hiso un torniquete precario. Al ajustar el nudo, saco un grito y en pocas veces Ela llora, esta era una de esas situaciones.

Y si no era real todo esto. Si no existían tales esferas y el hombre solo era un demente que secuestraba personas. Pues Ela deseo que fuera verdad, que le dé respuestas concretas. Que pueda elegir solo una realidad y ya. Pero si elegía una, razono que, se quedaría en el mundo de los sueños para siempre. Donde todo estaba relativamente bien, sacando este des improvisto ahora ¿Cómo estaría ella? ¿Dormida? ¿Inconsciente? ¿Y qué pasaría con la vida real si ella se quedaba en el mundo de los sueños? Todas esas preguntas se hacía Ela, cuando de repente, se ve una luz en la sala. El hombre desconocido saco la pizarra y se notó una puerta de vidrio. Sin embargo ella se quedó quieta, en ese rincón de sombra.

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