Capítulo 8 Perdida

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Ela no podía reconciliar el sueño y esto ya la estaba poniendo nerviosa. En cuanto se dispone a bajar de su cama, que por cierto, siente como se le inmoviliza todo su cuerpo y acto seguido cae desmayada ¿A dónde ahora?

Su cuerpo cayó en su cama, como un objeto sin vida, un objeto corriente. Para su suerte, esta vez no se chocó con nada, simplemente cayó en una especie de sueño, de coma, no sabríamos explicarlo.

Sintió como su cuerpo respiraba, como su corazón bombardeaba sangre por todo su cuerpo y como la sangre pasaba por sus venas. Sentía el aire pasar por sus orificios nasales e ir bajando lentamente hasta llegar a sus pulmones, como también era consiente de como trabajaban el resto de sus órganos. Por primera vez podía sentir cada cosa dentro de ella y por primera vez no podía moverse ni abrir sus ojos. Vaya a saber uno cuanto tiempo estuvo así, hasta que pudo volver a ser capaz de abrir sus ojos, era como si lentamente su cuerpo se recuperaba de un estado dormido.

Cuando fue capaz de abrirlos, ya no estaba en su habitación oscura debido a que era de noche, estaba en una pradera. Sí una pradera. El sol estaba radiante en el horizonte, alejándose poco a poco y pintando el cielo de los colores del atardecer. Tonadas anaranjadas, rojas, azules y no nos olvidemos del violeta, se mezclaban formando un agradable cielo mixto.

Como cuando uno revuelve su café por la mitad y quedan las notas de café en forma de espiral. Además del atardecer, a lo lejos se divisaba un prado de margaritas y lavandas, jóvenes por su intenso color. La hierba en la que estaba Ela le llegaba hasta la pantorrilla y sintió la necesidad de sumergirse ante aquel mar de césped y sentir la frescura del aire fresco que corría en ese momento. Lo iba a hacer, cuando de repente se entera de que en el medio de todo ese suelo de césped, había en el medio, dos grandes Wisterias, (Las Glicinas o Glicinias son plantas del género Wisteria, que abarca diez especies de vides trepadoras; nativas del este de Estados Unidos y de países del Este de Asia tales como China, Corea y Japón.)

Estos dos árboles rodeaban un pozo de agua, en sus piedras se notaba que estaba allí mucho tiempo ya, debido a los musgos que se dejaban ver. Ela ya no sentía ganas de tirarse en la pradera, ahora quería ir a aquel pozo y beber un poco de agua fresca.

Empezó a correr, el trayecto era algo lejos, no se paró a pensar de dónde habían salido esos árboles y pozo, que antes había visto en esa dirección y no estaban. Tampoco como apareció en ese lugar, simplemente estaba viviendo eso y sentía la necesidad de estar ante ese pozo. La brisa corría con ella, incluso podía sentir y ver, por sólo segundos, figuras de seres humanos que en vez de un cuerpo solido eran viento, libres, sin ninguna atadura a la tierra. Cuando estas se esfumaban, el viento descendía en cuanto a velocidad. Una incluso pasó tan cerca suyo, que puso sentir como su piel se erizaba por el cambio tan drástico del ambiente.

Al llegar al pozo, estas no aparecieron más. Ela se acercó sigilosamente, como si estuviera entrando a un lugar prohibido y no tenía ninguna autorización para hacerlo. Los arboles eran fascinantes, sus flores tenían mezclas de rosas y violetas y sus hojas verdes resplandecían, era como estar en un cuento de fantasía. Los rayos solares se abrían paso entre las ramas, diciendo "estoy aquí" y en el aire volaban dientes de león, que producto de una brisa, se habían desprendido y daban una danza en pleno aire.

Aquella atmosfera hacia olvidar a Ela de todo lo demás, no había tiempo de pensar, porque desperdiciarías ese tiempo que se utilizaría, para admirar cada tallo de cualquier flor de ese esplendido lugar.

Ela se acercó al pozo. Le pareció sumamente extraño que la soga con la cubeta perteneciente a este, se encontraba colgada de una rama alta del árbol. En ese momento ella reflexionó: "No es fácil de conseguir, aquello que carece de naturalidad" Porque según ella, lo neutral se consigue muy fácil, en cambio los objetos extravagantes –los que más le agradaban- tienen precio.

En este caso, ese precio, era trepar hasta allí, tomar la cubeta, colocarla en el pozo y llenarla de agua. En ese momento, ella se arremangó su blusa y con una destreza admirable, trepo el árbol poco a poco. Cualquiera estaría asombrado de eso, más Ela misma, ella no era una persona hábil en lo que es destreza de su cuerpo, ya que nunca había trepado un árbol y, en este momento, pareciera que lo hubiese hecho un millón de veces. Su desplazamiento era como el de un felino, ágil y limpio, sin riesgo de caída por la seguridad en donde apoyaba sus pies.

Llegó hasta su destino, se sentó en esa rama y desato el nudo que tenía la soga de la cubeta. Cuando la tuvo en sus manos, tenía tal admiración por lo que había logrado, la misma que siente un deportista al ganar una medalla de oro, ya que eso lo obtuvo por el esfuerzo de uno mismo. Lo verán como algo tonto, pero en ese momento, esa medalla de oro, era en este caso, la cubeta para Ela.

Bajo esta vez del árbol con su recompensa en una de sus manos, la izquierda, naturalmente en ella ya que era zurda. Como siempre, una bajada es más fácil que la subida. A una persona le cuesta llegar a la fama, pero salir de esta es algo muy sencillo. Simplemente desaparecer de los medios, no dar noticia alguna de existencia y listo, todo el trabajo logrado decae en minutos, incluso segundos.

Toco el suelo y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba zapatillas ¿Pero no las tenía colocadas minutos antes? Realmente no podía confirmarlo, algo de lo que no se sentía segura en su totalidad y se olvidó de tal hecho. Era la primera vez que sentía césped sobre sus pies y le fue una sensación muy agradable, le hacía gracia como los tallos de este le provocaban cosquillas en la superficie de sus dedos. Luego, se asomó al pozo y de una buena vez, puso la cubeta en el lugar correcto, asegurada con un doble nudo en su soga.

Al cabo de un rato, Ela había llenado la cubeta con agua del pozo. Bebió un poco desde esta y sintió que esa agua era la más exquisita, refrescante y deliciosa que jamás había probado.

De pronto sintió que alguien le tocaba el hombro, se giró y de lo improvisto de la situación, la cubeta que estaba en sus manos se cayó y derramo su líquido sobre el césped.

-Lamento haberte asustado.

Un hombre alto y siniestro la estaba mirando. Siniestro, por el motivo que de la nada, había aparecido. En sus mejillas se dibujaban hoyuelos cuando sonreía, lo que estaba haciendo ahora. Su cabello era corto y de un rubio oscuro, mientras que sus ojos marrones resaltaban su test. Su vestimenta estaba compuesta por un traje negro, junto a unos zapatos a juego, algo inusual en el lugar donde se encontraban.

-No, yo no me eh...

Ela estaba confundida.

-El día es muy bello hoy.

Retiro unas gafas de sol, de su bolsillo del saco y se las coloco.

-Debo mostrarte algo, eres muy afortunada ¿Serias tan amable de acompañarme?

Pese a su desconfianza por ese hombre extraño, Ela acepto con un movimiento de cabeza. El hombre desconocido, se aproximó al pozo y palmo una piedra de este, como si allí hubiera algo con coordenadas específicas. En ese mismo momento, esta se movió y dejo ver un botón negro, que este toco. Otra parte del pozo se abrió como la puerta de una verja y dentro de este, se escuchaban ruidos extraños, de metales y demás, además de una perdida de agua. Comprobó el interior y con una sonrisa en su rostro agregó.

-Ya podemos entrar.

El hombre descendió por la abertura "puerta". En ese momento Ela estaba asombrada, se acercó para corroborar con sus propios ojos. Debajo del pozo, no había lo habitual, sino unas escaleras caracol, acompañadas de unas tenues luces de pileta en las paredes. Se veia muy profundo, de hecho no era posible ver el final. Este paro de descender, estaba a unos escalones ya más abajo, realizo un movimiento a Ela para que lo siga.


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