Twenty nine

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No quise dejarte hablar ni siquiera cuando ya me estaba despidiendo.

Con nervios, también aproveche de agradecerte indirectamente lo que habías hecho por mi la primera vez.

Tú solo sonreíste de lado y dijiste que no había sido nada. Casi me había parecido aquello una mueca triste, pero lo ignoré. También te despediste y allí me dije que era el momento de voltear y caminar a otro lado.

Lo hice, sin embargo, una voz algo rasposa me detuvo.

No era tu voz.

Era la de la señora que descansaba en la silla de rueda.

Me llamó y me pidió ir con ustedes.

Pensé que tal vez te incomodaría pero la sonrisa que me ofreciste hizo que flaqueara mi duda.

Asentías y me pedías que por favor si podía los acompañara.

Observé a la señora y ella me ofrecía también una débil sonrisa.

Yo no dudé más en aceptar.

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