Fifty

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Cubriste mis mejillas entre tus manos y las subiste hasta que pudiste atrapar mi mirada.

— ¿Puedo ayudarte en algo?— Me preguntaste, tu mirada era la misma que la primera vez que nos vimos.

¿Por qué esa actitud tan protectora conmigo? Hasta te había mentido, no nos conocíamos bien. ¿Por qué?

Todavía no lo entendía. Pero simplemente pasaba. Simplemente así eras, así actuabas y los dedos de mis manos fueron suficiente para contar las veces en que cambiaste esa actitud, y sobraron.

— ¿Podrías... regalarme una taza de té? Por favor... Lo necesito.

Tu frente se arrugo por la confusión y luego sonreíste incrédulo.

— ¿Una taza de té, dices?

— Sí.

Asentiste.

— Taza de té será.

Un Último Recuerdo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora