Capítulo 2.12

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Stiles

― No vas a ir a México. ―me dijo mi padre, cerrando la puerta de su oficina en la comisaría. 

― Papá, Scott y Kira han sido secuestrados y llevados a México, ¿vale? Creo que esa es una buena razón para hacer un viaje a México.―le dije yo, tratando de convencerlo, aunque de todas maneras, me dejara ir o no, iría.  

― Vale. ―dijo él, intentando calmarse.―Incluso si Deaton tiene razón sobre esto... lo mejor es ir por los canales adecuados.  

― ¡Pero papá!

― Eso significa llamar a las agencias de la ley, la patrulla fronteriza y publicar un anuncio general. 

― Papá, no puedo quedarme esperando a que los engranajes de la burocracia comiencen a funcionar en cinco oficinas diferentes del gobierno, ¿vale? Alguien tiene que ir allí ahora mismo, encontrarlos y salvarlos. ¡Tengo que hacerlo!―le contesté. 

― Sabes que puedo evitar que vayas. 

― Encontraré el modo de ir. 

― Puedo encerrarte en una celda. 

― Encontraría una manera de ir igualmente. 

― Stiles, por favor. ¡Sólo dame un poco más de tiempo para encontrar algo un poco más concreto que una visión psíquica de un tipo con tres ojos!―me pidió él. ―Mira, llamaré a cada agencia de la ley de aquí a Sudamérica si tengo que hacerlo. Si no pasa nada, entonces compraré dos billetes para ir a México e iremos los dos juntos, ¿vale?

― Vale, vale, genial.―le respondí, pero de todas maneras, me marcharía aquel día a México. No podía dejar a Kira y a Scott allí, quién sabe lo que les estaría haciendo Kate.―¿Puedo tener un arma? 

Mi padre se quedó mirándome estupefacto.

― ¡No! ―respondió él, como si fuera obvio.  

-

Malia y yo fuimos a la casa de Scott. Fuimos a su habitación y abrí su armario. Cogí una chaqueta de Scott y se la lancé a Malia. 

  ― Prueba con eso.―le pedí. 

― Suavizante de telas.―respondió Malia después de olerlo. 

Me dirigí al baño de Scott y cogí unos calzoncillos sucios de su cesta de ropa sucia. Se los enseñé a Malia para que los oliera y ella hizo una mueca de asco. 

― Recuerda que la vida de Scott está en peligro.―le dije yo, sosteniendo aún los calzoncillos. 

Entonces Malia se dio la vuelta y cogió el cojín de Scott. Lo olió y sonrió. 

  ― Sí, eso también funcionará.―dije yo, dejando los calzoncillos en la cesta. 

Malia ya tenía el olor de Scott, ahora sería más fácil encontrarlo. Los dos bajamos las escaleras y nos encontramos a Liam. 

― Liam, ¡ve a casa! No vas a venir con nosotros.―le dije yo. 

― ¿Por qué no?―preguntó él. 

― Porque hoy hay luna llena y no tengo ganas de conducir hasta México para que luego me arranques la cabeza. 

― Podéis encadenarme en el asiento de atrás o algo así.

― Ya te cargaste unas cadenas, ¿te acuerdas?―le recordó Malia. 

― Tendríamos que congelarte en carbonita para llegar a salvo.―dije yo.

― Vale, ¿de dónde sacamos... carbonita?―preguntó Liam con inocencia. Malia se giró para mirarme y yo me quedé mirando a Liam con los ojos entrecerrados. 

Dark Ways| Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora