2. Un tonto y simple regalo

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Capítulo 2

Un tonto y simple regalo

Lucy descansaba sobre mi cama mientras movía su cola lentamente. Observaba cada movimiento que hacía, sabía que debía quedarse sola. Nunca le había gustado la soledad, por eso cuando regresaba lo primero que hacía era buscarla para que supiera que ya estaba en casa.

Terminé de arreglarme echando un último vistazo al espejo, hoy era la cena familiar. Llevaba un vestido cómodo con lunares blancos y el fondo gris, para evitar que mis piernas se congelaran las protegí con unas mallas negras, los tirantes del vestido no molestaban bajo mi abrigo. Las botas negras eran muy cómodas, apliqué un ligero maquillaje a mi rostro.

Mis labios tenían un poco de brillo, el color avellana de mis ojos resaltaba más con la sombra de tono claro que llevaba junto a un color rosa en las mejillas. De estatura no era tan alta como quisiera, quizás era un término medio aunque Lauren medía más que yo. Desde niña lo que más cuidaba de mí era el cabello, su color negro azabache me fascinaba, la abuela muchas veces decía que cuando era joven tenía ese mismo color.

Era largo, las puntas llegaban hasta la mitad de mi espalda, su forma era ondulada y cuando lo planchaba se alargaba tocando mi cintura, lo había recogido en una trenza despeinada. Caminé hacia Lucy recordándole que no hiciera desastres, cuando mis padres llegaron me apresuré en subir al auto de papá.

—Estás hermosísima, cariño.

—Gracias, mamá—sonreí un poco— ¿Saben algo de Lauren?

—Está en casa de tu abuela—contestó papá conduciendo—Llegó por la tarde al parecer.

— ¿Se quedará con ustedes?

—No lo sé. Parece que quiere quedarse con tu abuela, tiene más habitaciones.

La casa de la abuela se encontraba un poco distante del vecindario y el pueblo, los árboles y el bosque combinaban perfectamente con ella. Muchas veces iba con Lauren a jugar por allí, nuestros primos se nos unían creando carreras o intentando escalar árboles, en una ocasión estuve a punto de doblarme el tobillo saltando rocas de un río. Nunca fui buena con el equilibrio y Lauren menos.

La nieve cubría gran parte del techo y el suelo. El aire frío de la noche podía congelar hasta los huesos, me estremecí un poco al bajar sintiéndolo. Caminé detrás de mis padres, una de mis tías nos recibió con abrazos y besos, al estar dentro fue peor. Éramos una familia muy grande, los más jóvenes que estuvieron conmigo durante la infancia y adolescencia parecían más preocupados por sus aparatos electrónicos. Las mujeres se aseguraban de seguir siendo hermosas mientras que los hombres lucían algo aburridos en ocasiones.

Un grupo de niños corría por toda la casa. Mi abrigo había quedado en el perchero, el ambiente cálido del hogar fue agradable cuando rozó mis brazos desnudos.

— ¡Omi!—giré mi rostro encontrando a una chica parecida a mí. Me abrazó con fuerza—Hermanita.

Lauren había heredado el cabello castaño de papá. Sus ojos eran iguales a los míos y físicamente podíamos ser gemelas. Nos llevábamos cinco años, la rodeé con mis brazos extrañando este tiempo. Siempre venía por navidad, nunca tenía tiempo.

—Estás hermosa—señalé su vestido elegante. Sonrió haciéndome girar.

—No te quedas atrás.

— ¿Dónde está mi cuñado?—miré alrededor pero me detuvo.

—Quiso pasar la navidad con su familia, siempre ha venido así que ya era su turno—se encogió de hombros—Mike vino conmigo. Está jugando con los niños, voy a...

—No te preocupes, déjalo que juegue—volví a abrazarla y ella rió. Mis padres no tardaron en acercarse a su pequeña mayor.

—Feliz navidad, cariño—alguien tomó mi brazo.

—Feliz navidad, abuela—sonreí abrazándola unos segundos. A pesar de ser mayor, se conservaba muy bien—Papá dijo que estabas algo preocupada de que no viniera.

—Tu padre es un exagerado pero esta vez es cierto—tomó mi mano guiándome escaleras arriba—Tengo un regalo para ti.

— ¿Para mí? ¿No deberíamos esperar al intercambio de regalos?—la seguí con algo de confusión. Al entrar a su habitación fue directo a una de las mesas de noche, no comprendía su insistencia. Regresó entregándome una caja casi plana y mediana.

—Quiero que lo uses ahora.

—Abuela, creo que...

—Por favor—pidió con esos ojos verdosos. Suspiré abriéndola, dentro había un collar sencillo, demasiado diría yo—Sé que te gustan los accesorios. Sobre todo los collares.

—Me gusta hacerlo pero no suelo usarlos—corregí—Suelen causarme alergia cuando hay sol...

—Este es diferente—me interrumpió. Su mirada tuvo un brillo especial, dejé la caja sobre la cama tomando el collar. Alrededor era negro mientras sostenía una especie de luna plateada, el hilo parecía ser muy fino, no podía durar mucho, aquella luna estaba entrelazada con el sol. Intenté ver lo que había dentro de ambos, era un dibujo, la forma de algo. Entrecerré mis ojos pero la abuela lo quitó de mis manos colocándolo en mi cuello—Cuando era más joven que tú lo solía usar a menudo. Mi madre me lo dio en mi cumpleaños.

—No creo que dure mucho—fui honesta.

—No seas pesimista—reprochó girándome haciéndome quedar frente a ella. Sonrió con emoción—Tu madre me contó lo que pasó con ese muchacho.

—Yo...

—No te preocupes, las cosas cambiarán ahora—quise preguntar pero se veía tan emocionada que preferí seguirle la corriente—No te quites el collar. ¿De acuerdo?

—De acuerdo—sonreí un poco.


—Bonito collar—miré a mi hermana.

—Gracias—acepté la copa de vino que me ofrecía— ¿Cómo está todo en Chicago?

—El consultorio da lo suficiente para sobrevivir—admitió sentándose a mi lado en el sofá—Mike comenzó a recibir clases de música hace poco, hay unas universidades increíbles, Omi—así solían llamarme pocos. Ella misma había inventado el apodo—Quiero que vengas conmigo.

—Lo estoy pensando aún...

— ¿Cuándo decidirás? ¿Esperarás al funeral de nuestros padres para irte?—dejé la copa a un lado. No me gustaba como sonaba eso— ¿Cuántos años tienes?

—Lauren...

— ¿Cuántos años tienes?—volvió a preguntar.

—Veintiuno.

—Y pronto tendrás veintidós, veintitrés y así hasta que siga subiendo más—rodeé los ojos. Siempre era lo mismo—Mamá quiere que estudies, papá también. ¿Dónde quedó la Naomi que quería ser maestra?—miré sus ojos sin responder—No me molestaría que vivieras conmigo, sabes que Mike estaría contento de que su tía esté con él.

—Tienes un esposo.

—Vincent no tiene problemas con mi decisión, al contrario, piensa igual que yo—su voz era segura y su rostro serio. Miró mi collar tomándolo unos segundos, recordé las palabras de la abuela. Era extraña su emoción por darme un tonto collar, para ella tenía un valor sentimental pero... ¿Tan importante era que sólo quería que viniera para eso?—Te quiero, eres mi hermana.

—Lo sé.

—Prométeme que lo pensarás.

Asentí sonriéndole apenas para su tranquilidad.

Boca de Lobo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora