28. Nuestro lugar

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Capítulo 28

Nuestro lugar

Diego se había quedado a cargo de la abuela y de Mayra quien cuando pudo conocer a su sobrino no lo soltó luego de cargarlo. El niño se removía inquieto ya que no le gustaba tanto afecto, me recordaba a su padre. La nieve aún no había caído en Alaska. Todo se veía más vivo, los colores eran más intensos, todo era más...fresco. Lionel caminaba junto a mí sin decir nada.

En un principio quise caminar por el pueblo pero en estos momentos no quería encontrarme con mis padres o con cualquiera de la familia. Hasta ese momento no había pensado en Melanie. Debía avisarle que estaba en casa.

— ¿En qué piensas?—preguntó con curiosidad mientras avanzaba entre los árboles. La maleza de éstos estaba helada. Mientras me encontraba abrigada por completo, Lionel parecía cómodo con el frío.

—Extrañé Alaska—admití—Extrañaba los árboles, extrañaba el frío, extrañaba el chocolate caliente a toda hora, extrañaba el pueblo...

— ¿No me extrañaste?—sonreí de lado deteniéndome. Se quedó allí mirándome con una dulce mirada de niño pequeño e inocente, algo que él jamás había sido.

—Me mentiste.

—Lo siento—rodeó sus ojos acercándose. Tomó mis manos acariciándolas, se sentía tibio—No quise hacerlo pero debes entenderme, no quise preocuparte, suficiente tenías con la salud de Diego...

—Ni siquiera sabías sobre eso—acusé—Eres malo pidiendo disculpas.

—Lo estoy intentado, ¿De acuerdo?

Suspiré. El pobre realmente estaba intentándolo. No podía ser más ruda con él. Sin decir nada se giró caminando, lo seguí en silencio hasta reconocer donde estábamos. El lago iba con la corriente tranquila, el agua estaría helada pero se veía hermoso así cristalino sin la capa de hielo. Corrí hacia Leo saltando sobre su espalda rodeando su cuello con mis brazos. Casi cayó al suelo recuperando el equilibrio. Sostuvo mis piernas que abrazaban su cintura. Noté una sonrisa en sus labios.

—Te extrañé—susurré en su oído—Eres lo primero que extrañé de todo esto.

— ¿Enserio?

—Enserio—afirmé besando su mejilla— ¿También me extrañaste?

—Todo el tiempo pensaba en ti y en lo que podrías estar haciendo—sonreí de lado mientras caminaba a orillas del lago. Se podía escuchar el agua correr con paciencia, como si quisiera escuchar nuestra conversación—Ahora que están aquí...estoy algo...tranquilo.

—Diego será igual a ti.

—Es más como tú.

—Sabes que será como tú—señalé esperando que entendiera a lo que me refería—Algún momento pasará, ¿Cierto? Sigues siendo un hombre lobo.

—Omi, yo...—cubrí su boca con una de mis manos.

—No lo digas, por favor—susurré—Sé que lo haces, yo también lo hago pero no lo digamos en voz alta.

La abuela lo había dicho también. Si admitía amarme entonces el collar me dejaría libre. Si uno de los dos lo dejaba salir...todo terminaba y era lo que no quería. No quería darle el gusto a la magia. Bajé de su espalda colocando los pies en el suelo. Se giró lentamente abrazándome con fuerza. Sonreí y todo mi cuerpo pareció llenarse de energía. Sentí su respiración en mi cuello haciéndome cosquillas.

—Me hubiese gustado conocernos de otra forma.

—Opino lo mismo—sonreí divertida mirando sus ojos cuando se alejó un poco. Acaricié sus mejillas, su cabello, sus cejas oscuras, su nariz y finalmente sus labios. Con mi pulgar acaricié su labio inferior escuchando algo parecido a un gruñido. Mis mejillas ardieron sabiendo lo que provocaba en él—No vuelvas a mentirme—pedí—Me preocupo por nuestro hijo pero eso no quiere decir que sea más importante que tú. Ambos significan lo mismo para mí.

—Lo siento, tienes razón—sus brazos rodeaban mi cintura.

—Y ahora, calla por unos minutos y bésame, ¿Quieres?

Rió provocando una sonrisa en mí. Sus labios cálidos se estamparon con los míos que parecían estar helados, dejé mis manos en su cuello por unos segundos mientras el beso tomaba forma en una danza dulce, apasionada y suave. El cosquilleo en mi estómago no tardó en aparecer, era como si el primer beso siempre se repitiera pero con más experiencia todo el tiempo. Acaricié uno de sus brazos teniendo cuidado con la venda.

Aquel tonto lago era el lugar donde nos habíamos besado por primera vez, donde hablamos por última vez, donde hemos sido honestos, nos hemos enojado, nos hemos reído y donde volvemos a reconciliarnos. ¿Cómo un lugar puede tener tantos recuerdos y momentos? ¿Cómo era eso posible?

Leo me atrajo hacia él cuando me encontraba muy cerca de la orilla. Reí por la idea que pasaba en mi cabeza. El chico me vio como si fuera una loca pero sonreía con diversión.

— ¿Qué sucede?

—Nada.

—Dime—acomodó mi cabello apartándolo de mis hombros.

—Sólo falta que entres al agua o que me obligues a entrar como hacen en las películas, ya sabes, después los protagonistas se besan y pasa lo demás—noté una sonrisita traviesa en sus labios. Sus ojos brillaron con malicia. Me cargó como si no pesara nada para él, tomó impulso corriendo hacia el agua. Un pequeño grito salió de mi garganta cuando caía.

Mi cuerpo se hundió en el agua que estaba fría pero soportable. Subí a la superficie permitiendo que mis pulmones recibieran oxígeno, la adrenalina seguía corriendo por mis venas. Mi corazón latía rápidamente, no pude evitar reír como loca. Miré alrededor calmando la histeria al estar sola. El chico había entrado conmigo, fue él quien me obligó a entrar.

— ¿Leo?—llamé moviendo la cabeza en todas las direcciones— ¡¿Leo?!

Cuando comenzaba a preocuparme algo me alzó haciéndome chillar. Sus manos detuvieron las mías para impedir que me soltara o que pudiera bajarme. Respiré con alivio cuando vi que era él. Estaba sentada sobre sus hombros como si fuera una niña pequeña. Abrió sus ojos mirándome con una sonrisa.

— ¡Me asustaste!

—Lo siento, ¿La niña pequeña se asustó?

—Eres malo. Un lobo malo.

— ¿Podrías repetirlo?—rodeé los ojos—Admite que te guste.

— ¿Puedo bajarme? Hace frío desde aquí arriba—liberó mis manos dispuesto a ayudarme. De niña algunas veces papá me llevaba en sus hombros. Aquello me hizo recordar lo que solía hacer en verano. Como pude me coloqué de pie sobre sus hombros. Tuvo que tomar mis manos de nuevo para darme equilibrio—Mira esto—sin pensarlo. Salté hacia el agua teniendo un clavado no muy perfecto pero si correcto. Al salir a la superficie, Lionel aplaudió.

— ¿Alguna vez tuviste clases de natación?

—No—se acercó a mí. Abracé su cintura con mis piernas y su cuello con mis brazos—De niña me gustaba hacerlo cuando visitábamos algún río o lago.

—A los lobos les gusta el agua—lo miré—Cuando cambiamos de forma nos relajamos de esa manera. Es muy...bueno. El cuerpo se siente más liviano y las patas parecen recobrar energía después de correr.

—Nunca lo habías dicho—susurré.

—No habíamos tocado el tema.

—Diego suele disfrutar cuando lo baño, cuando el agua cae sobre su cabeza se queda muy quieto—sonreí un poco. Tenía sentido—Quizás sea lo que dices. Lo relaja.

— ¿Volverás a irte, cierto?—borró la sonrisa. Di un corto beso a sus labios.

—No quiero hablar de eso—susurré antes de comenzar otro beso más intenso que los anteriores. Sólo él podría hacer que el frío fuera la menor de las preocupaciones en ese momento.

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¡Gracias a los que se toman la molestia de leerme y votar! n.n No podía dejar que el reencuentro fuera tan frío. Quise dedicar este capítulo a harifer ya que sus comentarios me ayudan a seguir con la historia n.n ¡Gracias de nuevo!

Boca de Lobo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora