22. La última cena

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Capítulo 22

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Capítulo 22

La última cena

Miré mis botas apoyadas en la orilla del lago congelado. Estaban cubiertas en la punta por la nieve, respiré profundo sintiendo la brisa fría revolver mi cabello. El viernes sería fin de año, en sólo pocos días me iría. Ya no quedaban semanas, sólo días. Recogí algo de nieve con mis manos cubiertas por los guantes.

— ¿Qué piensas?—preguntó Lionel junto a mí. Ambos habíamos estado disfrutando el silencio.

—Nada interesante—miré la nieve caer en el suelo de nuevo. Me observó sin creerme—Sólo pensaba en que...nunca imaginé terminar el año con un lobo y con un embarazo.

—Lo dices como si fuera algo malo—frunció el ceño. Sonreí un poco mirando los árboles del otro lado del lago—Nunca creí que lo diría pero me alegra que no vayas a estar aquí por unos meses—esta vez fui yo quien lo miró sin entender—Estaré más tranquilo sabiendo que ambos están bien.

— ¿Hablarás con Astor?

—Lo haré cuando te vayas.

—Creo que superó el límite de venganza—dije apartando la vista de nuevo—Es un loco.

—No te preocupes, cuando regreses todo estará solucionado y mejor.


Me miré al espejo una vez más. Llevaba un vestido sencillo que marcaba muy bien la silueta de mi cuerpo, tendría que aprovechar que todo me quedaba bien ya que luego podía escucharme maldiciendo un par de veces con un vientre abultado. La falda era fresca, llegaba hasta la mitad de mis muslos. Los tirantes se mantenían escondidos por mi cabello suelto que caía en ondas. No usaría nada de maquillaje esa noche, tomé un brazalete para decorar mis manos y uno de los anillos que tenía guardado que nunca usaba.

Miré a través del reflejo a un Lionel muy bien arreglado. Su cabello estaba peinado hacia atrás, llevaba unos pantalones negros, camiseta blanca y un chaleco azul oscuro. Incluso había abandonado aquellas botas que usaba la mayor parte del tiempo. Sonreí enarcando una ceja.

—Vaya, vaya.

— ¿Estoy mal?—se acomodó el chaleco en lo que se acercaba a mí.

—Estás...diferente—rodeó mi cintura besando mi cuello. Sonreí de lado colocando mis manos sobre las suyas—Pero estás irresistible con eso.

—Irresistible estás tú, sólo mírate—sentí mis mejillas arder tornándose rosadas—Adoro ver ese color en ti.

—Creí que te gustaba más cuando eras tú quien se deshacía del vestido.

—Eso también—susurró en mi oído provocando escalofríos por mi cuerpo. Giré sobre mis talones besando sus labios por unos minutos ya que el timbre de abajo interrumpió.

—Recuerda que sólo la abuela sabe sobre el bebé.

— ¿Segura que no piensas decirles?

—No me dejarían irme, los conozco—sonreí un poco tomando su mano—Vamos.


La abuela se nos había unido unas horas después, mamá había traído un pastel de avellanas para acompañar con la cena. Mike me contaba lo ansioso que estaba con la noticia de tener a su tía en Chicago. Había prometido mostrarme lo bien que había aprendido a tocar en clase de música. En algunas ocasiones podía ver a papá charlando con Lionel. Los escuché riendo lo cual me alivio. Se llevarían bien.

A la hora de cenar quería devorar todo, los pésimos chistes de papá acompañaban la comida creando risas y burlas por sus intentos. La abuela reía en ocasiones cuando me servía más en mi plato, mamá bebía un poco de vino mientras que Lauren ayudaba a Mike con la comida. El pequeño se ensuciaba a cada segundo. En unos meses estaría repitiendo ese mismo gesto.

—Naomi—levanté la vista en dirección a mamá—Tu padre y yo decidimos comprarte algo.

—No era necesario...

—Si lo es jovencita, te irás a la ciudad con tu hermana. No te veremos tan seguido—recordó mi padre—Te extrañaré mucho en la tienda.

—Aquí está—extendió una pequeña caja roja. Lionel hizo el favor de pasármela, al abrirla encontré un brazalete plateado muy hermoso. En medio había el rostro de un animal, era un gato con una mirada tierna y una sonrisa pequeña. Sonreí de lado recordando a mi compañera de hace años—Tu abuela nos contó lo de Lucy, en cuanto lo vi supe que te gustaría.

— ¿Les contó?—me apresuré a mirarlos.

—Sí, les conté sobre el perro que la atacó—la abuela disimuló advirtiéndome con sus ojos.

—Es muy lindo—comentó Lauren mirándolo.

— ¿Te ayudo?—susurró Lionel junto a mí. Tomó el brazalete colocándolo en la muñeca que tenía libre.

—Me gustó mucho, gracias, mamá—sonreí mirándola—Y gracias papá.

Al finalizar la cena ayudé a mi madre con los platos. Al quedar sola pellizqué un poco del pastel de avellanas, la abuela me atrapó.

— ¿Tienes mucha hambre esta noche, cierto?

—Sólo un poco.

—Sé que en tu estado debes alimentarte pero luego desearás no haber comido tanto, créeme—advirtió con una pequeña sonrisa—¿Cuándo te irás con tu hermana?

—El miércoles—levantó sus cejas sorprendida—No quiere perder tiempo—recordé lo que había estado pensando—Abuela, ¿Puedo pedirte algo?

—Claro, cariño.

—Estaré ausente por unos meses, en ese tiempo quisiera que estuvieras atenta de Lionel—pedí acercándome a ella—Me preocupa un poco que los hermanos de Dilara le hagan algo. Sobretodo Astor, ha hecho muchos desastres hasta ahora y odia profundamente al chico.

— ¿Qué quieres que haga?

—Le propuse quedarse aquí en mi casa. No quiere regresar con sus padres, así que...—me encogí de hombros.

—Entiendo—tomó mis manos—No te preocupes, puede contar conmigo.


El frío suelo del baño no le molestaba a mis piernas. Tenía mi brazo apoyado del borde del retrete sintiendo las náuseas aún. Estaba sudando a montón. Lionel se despertó en segundos viniendo de inmediato. Recogió mi cabello en un moño torpe acariciando mi espalda cuando todo lo que había en mi estómago salía por mi boca.

Una hora después me llevó hasta la cama recostándome con cuidado.

— ¿Quieres que te traiga algo?

—En el botiquín del baño debe haber algo para las náuseas—señalé con mis ojos cerrados respirando profundo— ¿Puedes traerme un vaso con agua?

—De acuerdo—a los pocos minutos regresó con lo que le pedí. Volví a recostarme dejando el vaso sobre la mesa de noche, acarició mi cabello sonriendo divertido—No debiste comer mucho.

—No era mi culpa que todo estuviera tan delicioso—rió bajo negando con la cabeza—Es culpa de tu hijo.

— ¿Mi hijo? Te recuerdo que también es tuyo—posó su mano en mi vientre.

—Sí pero eso de querer devorar todo es heredado de su padre—acusé y él volvió a reír haciéndome sentir un poco mejor.

Boca de Lobo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora