IX. Miyagi

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Los fallidos intentos por alejarse, poco a poco se fueron disolviendo en el aire a medida que el hombre empujaba su lengua profundamente en la boca ajena.

Ambos, poco a poco, fueron enredándose en un profundo y apasionado beso. La lluvia repentinamente se volvió más fuerte, como si esta no aprobara la naturaleza de la conexión entre los dos hombres.

Takano no recordaba haber sucumbido a ese nivel de intensidad en un beso antes. Él siempre ponía la parte justa en la relaciones, relaciones que no duraron. Pero, ¿Por qué tuvo que caer ante un hombre?

¿No era bastante estúpido desear de esa forma tan lujuriosa a alguien que acababa de conocer? Por primera vez, todas sus virtudes, su autocontrol y su razón se derrumbaron ante el joven cuya conciencia estaba siendo tomada lentamente por el efecto secundario de una maldita droga. ¿Cuánto tiempo durarán los cuarenta minutos de cordura? ¿Y si al día siguiente esos cuarenta minutos se convirtieran en veinte? ¿Diez? Hasta no quedar nada más. La incertidumbre de pensar cuánto tiempo permanecería el Ritsu cuerdo hizo que Takano sintiera y se diera cuenta de cuanto lo quería y deseaba ser uno con él.

Rompieron el beso con un jadeo sincronizado, agitados, como si ambos hubieran corrido una milla. Ritsu con el rostro bañado en lágrimas mezcladas con la lluvia miraba a los ojos color avellana con confusión. Takano le devolvió la mirada con los ojos ardiendo de deseo. Ritsu sabía muy bien lo que el otro quería hacer. Era obvio. Y era lo que descaradamente él quería hacer también. Más que un llamado de la carne lujuriosa, era más el buscar refugio y consuelo, y llenar el vacío que ambos sabían que llevaban dentro.

Las manos de Takano fueron del cuello de Ritsu a su espalda baja, acercando más al joven a su cuerpo dolorido.

—Te quiero, Ritsu—. Takano susurró al oído del castaño.

Las manos de Ritsu que estaban envueltas alrededor del cuello de Takano se deslizaron lentamente a los brazos del hombre, alejándolo un poco.

—¿Ritsu?

El menor dio un paso hacia atrás para dar un poco de espacio y acorraló las mejillas de Takano con sus frías pero suaves manos.

—Yo también te quiero—. Dijo apenas en un susurro, con una sonrisa triste.

—También me quieres, entonces...—. Takano comenzó pero fue interrumpido por un ligero beso que Ritsu plantó en sus labios. Fue tan ligero como una brisa, puro, de inocencia y confianza.

Con las manos aún en el rostro de Takano, interrumpió el beso y miró al hombre con ojos de disculpa.

—Nosotros... No podremos hacer nada más que esto...—. Comenzó. —Está viniendo.

Por reflejo, Takano miró su reloj de pulsera. 11:58 pm. Había olvidado que el tercer estado terminaría muy pronto.

—Takano-san, no digo que nos estemos amando tan pronto. Pero quiero que sepas... Que confío en ti.

Takano observó a Ritsu estremecerse y jadear mientras el canto del reloj, que Takano estaba empezando a odiar, sonaba a lo lejos. Los ojos verdes parpadearon un par de veces, exploró los alrededores. Los ojos de Ritsu miraron a Takano interrogante, como si lo viera por primera vez.

—¿Qué estoy haciendo aquí?—. Dijo Ritsu ya en el estado D. —Takano-san... ¿Por qué estamos aquí?

Takano inclinó la cabeza para tragar el nudo que sentía en la garganta. Recogió el Paraguas y lo abrió, lentamente se acercó a Ritsu resguardándole debajo de este. Sin decir nada, tocó la espalda de Ritsu guiándolo de regreso a su habitación en la sala de cuidados especiales, la otra persona lo seguía obediente.

Enfermo Mental - Sekaiichi Hatsukoi & Junjou Romantica #SA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora