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Un grisáceo pichón se posó en mi mano, mientras lo observaba detenidamente, dentro de mi cabeza inició un cortometraje imaginando la vida de esa pequeña criatura. Habría nacido en un nido lleno de paja; como mi casa; habría disfrutado de una confortable protección que su madre le aportó, y se habrá largado a volar. Volar sin rumbo, volar sin que nadie te obligue donde, volar hacia un lugar y dejar todo en manos del destino… Pero ¿Cuándo sería mi turno de volar? Realmente siento que espero algo que nunca llegará, que desperdicio una preciada vida llena de oportunidades. 
Un estremecedor ruido de una camioneta oxidada llena de grandes y, al parecer, lujosos muebles, me arrebató de mi imaginación como de un manotón. El chico nuevo, el que venía de la ciudad. Apenas pude divisar su silueta, ya que el sol le daba a contraluz. Era flaco, alto y tenía una buena postura. ¿Qué era eso que bajaba del vehículo? Me pareció reconocible de algún lado, pero no logré recordarlo. Él, era la razón por la cual todas las chicas del pueblo suspiraban, y morían por cruzar una mismísima e insignificante palabra, los nuevos vecinos que al parecer se quedarían por un buen tiempo. Venían de la ciudad, el lugar donde todo lo que brillaba era artificial, donde todos se preocupan por no ser menos que los demás, donde no se apreciaba lo que realmente importaba. Odiaba tener que viajar allí una vez cada año con mi colegio, ¿qué podemos aprender de ese horroroso lugar? 
Una suave brisa corrió un mechón que se había escapado de mi extensa trenza que con el pasar de las horas se deshacía. Me levante de aquel árbol en el que siempre reposaba, allí podía pensar, podía recordar, podía imaginar, podía estar sola sin que nadie me molestara. De todos los árboles del pueblo ese era mi preferido. Tenía un tronco alto y larguirucho, del cual florecían incontables ramas con hojas que juntas formaban un refugio al caluroso sol que acechaba en marzo. Comencé el largo camino hacia mi casa.
Mañana comenzaba el colegio, y sólo me alegraba poder volver a ver a Julie, mi mejor amiga, que durante las vacaciones vivía con el padre en la ciudad, pero durante el período escolar se quedaba aquí, en el olvidado y no reconocido pueblo llamado Canterbury. 
Al final del día, acaricié a mi gato Gofty que reposaba a un lado de mi cama, trate de callar mi mente que abundaba en pensamientos, cerré los ojos, y me sumergí en una que otra realidad virtual; o como diría mi abuelo (que en paz descanse), traté de conciliar el sueño. Y aunque no quería reconocerlo, dentro de mí, muy en el fondo, sentía un poco de curiosidad por conocer a Harry Styles.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora