Décimo noveno capítulo.

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- ¡Harry! – dije, sobresaltada. -¡Pensé que no llegarías nunca! – Me dirigí hacia él y lo envolví en mis brazos. El dejó caer su bolso y me devolvió el abrazo. -¿Qué sucedió? – Pregunté, confundida.
- Cuando estaba justo a punto de salir para la estación, me doblé el pie y caí al piso. Mi padre no estaba en ese momento así que tuve que venir hasta aquí rengueando. Casi pierdo el tren, pero llegué justo a tiempo. – Se desparramó en el amplio asiento que le correspondía y le echó una mirada preocupada a su tobillo.
- Oh, qué lástima. Quédate aquí, iré en busca del botiquín; no se me da tan mal esto de curar gente. 
- Está bien, esperaré.
Le dirigí mi último vistazo antes de salir por el corredor en busca de la cajita. El clima había cambiado sorpresivamente y una oleada de frío invadió el antiguo pero lujoso tren que nos transportaba. Me encaminé hacia una sala, tomé un botiquín y emprendí mi regreso a nuestro camarote. Qué lindo sonaba todo cuando está la palabra ‘nuestro’. No me sentía sola.
Abrí cuidadosamente la puerta de cristal que dividía los sectores, y me adentré en nuestro compartimiento. Uní las cortinas que permanecían de frente al cristal. Me senté en el asiento de Harry y me llevé una sorpresa. Los párpados de él estaban cerrados. Su dulce respiración retumbaba en el ambiente. Qué hermoso se veía cuando dormía. Comencé a hacer suaves movimientos en su pie hasta que lo dejé en reposo, con la esperanza que se mejore. Me senté en el mismo asiento que Harry, y apoyé su cabeza en mis piernas. Me perdí entrelazando mi mano y su suave cabello y también me dormí. 
Un molesto rayo de sol me iluminaba la cara y no me dejaba conciliar el sueño. Irritada, abrí mis ojos en un lento movimiento. Miré hacia abajo y ahí estaba él. Recostado sobre el asiento y con su cabeza apoyada en mis piernas. Su cara angelical me desconcentró y por un minuto posé mi mirada fija en ella. Sus ojos descansaban cerrados. Su nariz producía su leve respiración que se expandía por el ambiente. Su boca, su boca, la que expulsaba cada perfecta palabra que era capaz de mejorarme el día, su boca se encontraba deseosamente cerrada. Me levanté cuidadosamente dejando su cabeza sobre el asiento. Visualicé su tobillo y tenía una notable mejoría. Sonreí. 
Harry se retorció y se despertó. Me miró. Mi sonrisa seguía intacta y lo sabía, no había forma de sacarla. Curvó sus labios al verme sonreír. Por primera vez sentí que mi felicidad contagiaba. 
-Hola bella durmiente –le dije entre risas –Tu tobillo ya está bien –comuniqué. 
El rió y se fijó en su pie. Lo movió lentamente y comprobó que se encontraba en buen estado. Con mi ayuda se paró y comenzó a caminar. Me miró y suspiró. ¿Qué se suponía que significaba eso? 
-Gracias _____, no sé qué hubiera pasado si no estuvieras aquí. – Sentí cómo el corazón se me nutría con cada palabra. Ayudé a alguien, y realmente valió la pena, que bien se sentía. 
-No hay de qué, tu también lo hiciste conmigo aquella tarde en el árbol ¿recuerdas? – respondí satisfecha, señalando la cicatriz en mi brazo.
Llegó el desayuno y ambos nos sentamos en nuestros lugares correspondientes, hambrientos. Miramos la comida con deseo, mi estómago rugía.
-¡Al ataque! – grito Harry. Ambos comenzamos a comer, ansiosos. Disfruté el desayuno hasta cuando Harry volcó brutalmente un jarro con jugo que se desparramo por mi vieja remera. -¡Oh, lo siento tanto! –exclamó y tomó una servilleta para intentar reparar el daño.
-Descuida Harry, sólo es jugo, ya secará. 
-Oh, que tonto soy. Cuando lleguemos te compraré una – y al ver que yo estaba a punto de presentar objeciones advirtió- y si te opones lo haré igual. – Reí. 
Al levantar nuestras cabezas a la vez nuestros ojos se encontraron y una vez más me encontraba prisionera de esa maldición que se encontraba dentro de ese par de luceros que no dejaban de mirarme. Nuestras respiraciones se mezclaban. Nuestras bocas se anhelaban. El chico hizo un leve movimiento. Un leve movimiento que significó mucho para mí. Un leve movimiento que indicó un antes y un después. El chico se inclinó rápidamente sobre mi rostro y posó un dulce beso. Un dulce beso a milímetros de la comisura de mi labio. Sonrió tímidamente. Sus mejillas tomaron un color rojizo y bajó la cabeza, por primera vez, presa de la vergüenza.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora