Vigésimo sexto Capítulo

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La gente se puso de pie y yo los imité, haciendo sonar el sonido del choque de mis manos, admirando a los músicos de gran calidad con los que me encontraba. Los aplausos cedieron y el público comenzó a dejar el espacio. Yo miré a Harry, y señaló una dirección. Lo seguí, era mi única opción. Salimos del teatro y una leve llovizna abrumaba a Londres. Eché un vistazo a la fuente, y sentí como el corazón se me estrujaba. Tantos momentos importantes en mi vida vividos allí, tantos momentos para recordar, tantas cosas que marcaron mi existencia, juntos en un mismo lugar, allí en la fuente del Royal Opera House. 
La luna se veía brillar de vez en cuando. Las estrellas apenas se animaban a dar tímidos resplandores que se asomaban por los nubarrones que cubrían el cielo. Pero la estrella más importante, la más destacada, la más deslumbrante acababa de tomarme de la mano y me jalaba hacia la calle que se encontraba al frente. Brillaba, con tanta naturalidad que a veces me quedaba embobada mirándola, expectante. Resplandecía mucho más que las demás estrellas. Tenía algo, algo especial. Relumbraba tanto, que por un momento pensé que me cegaría de tanto mirarla. No la perdía de vista, pues lucía impactante. Irradiaba toda clase de cosas que me causaban un retorcijón en mi estómago. Mi estrella, me subió a un taxi, y luego de decir unas calles que yo no reconocí al conductor al que sólo le pude divisar una oscura boina, con ese resplandor tan particular que tenía casi me cegó los ojos con una sonrisa extraordinaria. Esa sonrisa que contagia, sí, esa es las que aparecía inesperadamente en su rostro cada vez que sus ojos se fijaban en los míos. Esa sonrisa que le llena el corazón de bienestar a uno, ese tipo de sonrisa, me reflejaba los faroles que iluminaban los oscuros callejones que atravesábamos en el vehículo.
Tomé la puerta del baño público al que me había conducido Harry, y luego de diferenciar caminos (el al de hombre y yo al de mujeres) dejé caer mi bolso en el húmedo piso del lugar. Me miré a un espejo arañado, y éste me devolvió a una chica feliz. Una chica que esparce felicidad y amor por cada rincón que sus pies pisaban. Pues, en aquél momento, me pareció increíble ver un reflejo tan bonito. Ver a una chica segura de sí misma. Una chica capaz de todo. Y me sorprendí al recordar que ¡sí! para mi asombro, esa chica tan estable era yo. El espejo me devolvió mi propia sonrisa, y luego de pensar en la persona que me causaba esa sonrisa, puse manos a la obra. Hice resonar el sonido del cierre abrir, y dejar escapar un olor apacible en ese ambiente tan descuidado. Con ambas manos agarré el vestido que se encontraba prolijamente doblado sobre mis zapatos, y le di una ojeada de aprobación. Me desvestí y lo coloqué en mi cuerpo. Cambié mis mojadas zapatillas por unos zapatos con taco bajo, que combinaban con mi elegante vestido. Tenía unos cuantos años, pero no se notaban. Dos tiras negras pasaban sobre mis hombros, dejando al descubierto mi cuello, luego el vestido se dejaba ver. Negro por arriba, y de un cinturón oscuro caían miles de telas de diferentes tonalidades en azul. Miré a mis pies y los moví lentamente admirando esos zapatos que siempre había querido usar, y por fin había llegado el momento. Acomodé mi peinado, haciendo que dos mechones que usualmente se expandían por mi frente se echaran hacia atrás, que se sostenían con una hebilla de mi madre. No me gustaba el hecho de maquillarme, así que limpié mi rostro con abúndate agua, y lo dejé tal como estaba. Si iba a gustarle a alguien, tenía que ser yo misma. Dirigí una última mirada a mi reflejo, y sonreí, complacida de que esa chica tan adorable que se reflejaba en el espejo, era yo.
Abrí la puerta lentamente procurando no hacer ruido, pero alguien estaba esperando por mí, con una sonrisa en su rostro. 
Sus ojos se posaron en cada parte de mi cuerpo, al igual que los míos en los suyos. Sí, como era de esperar estos se encontraron. Los de ellos estaban grandes, impactados, dilatados. Sospeché que los míos también. Hice un intento fallido de dejar que alguna palabra salga de mi boca. 
- Estás… _____.... –Tartamudeó. Yo esperé que terminara su oración, impaciente. – Estás… tan… tan… -El hecho de que Harry Styles, el guapo chico de ciudad, se pusiera nervioso por mí me asombraba. – tan hermosa.-Soltó por fin, dejando escapar un bufido, de ansiedad y emoción. 
- Gracias, tú no te quedas atrás. –Dije tranquilizando la situación, entrelazando su mano con la mía, y dando pequeños pasos hacia el restaurante que nos aguardaba. Sonreí en la oscuridad, procuré que él no me vea hacerlo, pues Harry Styles acababa de decirme que era hermosa, y aunque nunca hubiera pensado admitirlo, así me sentía.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora