Sexto capítulo.

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- ¡AÚN NO ME HAS DICHO TU NOMBRE! - Esbocé una sonrisa a oscuras, y pude notar un dejo de curiosidad en su voz. 
– DESCUIDA, PRONTO LO SABRÁS ¡BUENAS NOCHES HARRY! – No sé porqué le dije eso, sólo sabía que debía hacerlo. Pude escuchar su encantadora risa a lo lejos, que hizo que yo me elevara por los aires volará sin preocupación alguna, y al rato pisara tierra de nuevo. Noté como su mano se extendía de lo que pude interpretar como un adiós. Estaba feliz. A pesar de todas las cosas malas que tomaron parte de mi día, en aquél momento me sentía feliz. ¿Será el efecto de conocer a Harry? ¿Significaría Harry algo muy importante para mí? ¿Y yo para él? No lo creo. No quería hacerme falsas ilusiones con algo que nunca sucederá y terminar desconsolada al pie del árbol. Aunque debía reconocer que yo era la única persona con la que Harry había hablado, sabía que pronto me olvidaría, como todos lo hacen. Luego de unos minutos me di cuenta que me hallaba sola parada en el medio de la calle, en la misma posición sin mover un mismísimo musculo durante unos seis minutos. Apresuré el paso y desde la esquina sentí como el olor inconfundible de la salsa casera de mi mamá se infiltraba por mis narices llegándome a lo más profundo de mi estomago, causando que éste gruña de hambre. ¡Ya había llegado! Tenía que admitir que no esperaba su visita hasta tres semanas, feliz por el hecho de tener a mi mamá conmigo, comencé a correr hacia la puerta, donde tuve que esperar a que me abra y sorprenderla con un abrazo. 
Mi madre vivía en la ciudad, en la gran ciudad de Londres, que queda a unos 200 km de donde me encontraba yo. Esta separación es causada por el costoso trabajo de mi madre. Le habían prometido un ascenso si trabajaba en la ciudad por unos tres meses. Dos años hacía que trabajaba y no recibía más que promesas que difícilmente serían cumplidas. Mi padre, trabajaba en el exterior. Pero el no es un padre ausente, suele llamarme y preguntarme cómo me va en la escuela, yo lo quiero mucho, porque sin él hubiera pasado mi vida entera en la ciudad y esa idea no le agradaba a ninguno de mis sentidos. Luego de la conversación típica madre-hija (cómo me fue en la escuela, si me gusta la comida que me prepara la vecina, y quién sabe cuántas cosas más) Mi madre me mostró un paquete lo bastante grande como para pasarme en estatura, aunque eso no era muy difícil. 
- Ábrelo. – No tenía la mínima idea de lo que podía llegar a encontrar dentro de este gran ¿regalo? Rompí el papel, abrí la caja con una gran impaciencia, y mis ojos tenían en frente a un hermoso vestido corto. Me paré al frente de él y admiré el cuidado con el que se habían bordado las tiras que sostenían el vestido por encima de los hombros del maniquí, éstas desprendían una indiferente tela blanca que cubre su pecho y de ella salían montones de retazos verdes y blancos, algunos más cortos y otros más largos, que a mi gusto hacían una combinación perfecta. Me impacté tanto hasta tal punto de tragarme el ‘muchas gracias’ estuvo a punto de salir de mi boca segundos atrás. El color verde era uno de mis favoritos. Me recordaba a las hojas de primavera que volaban siguiendo la suave brisa del viento que solía acariciar mi rostro, a los pastizales en los que solía cabalgar con mi padre, y a la inmensa llanura en la que solía tirarme con Julie y encontrarle las formas a las nubes… Miré a mi madre, y pude distinguir un brillo en sus ojos. La abracé y se lo agradecí. – Sabes que no podía dejar que mi hija concurra al baile de fin de año con el mismo vestido de siempre ¡Tenía que ser sorprendente! Aunque sé que no te gusta llamar la atención, vi el vestido en el mercado, y supe que era para ti. Espero que te guste y no lo estropees, me gustaría observarlo puesto en tu cuerpo, y sabes que me encantaría acompañarte, pero me necesitan en el trabajo, así que tendrás que hacerte un peinado tu misma, lo siento. – Yo también lo sentía, mi madre era una gran peluquera y cuando llevaba alguno de sus peinados, me sentía verdaderamente hermosa. No sé que hacía, ni sé como lo hacía, pero era una de las pocas veces en las que estaba feliz conmigo misma. – Creo que ya deberías cambiarte… 
- ¿Por qué? ¿Salimos a cenar?
- Vienen los nuevos vecinos a cenar a casa, ¿No te dije nada? – Y se llevó una mano a la frente, en señal de que todavía y a pesar de los años, seguía siendo despistada.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora