Vigésimo capítulo.

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Tal vez, yo pudiera haberme acercado a Harry, tal vez yo pudiera haberme sentido la persona más feliz por sólo un segundo, tal vez yo pudiera haber sentido el calor de sus labios con los míos. Tal vez, Harry también hubiera estado pensando eso. Si no fuera porque justo cuando Harry posó su mirada en mis labios, justo cuando sus ojos tenían un resplandor al descubierto, justo cuando yo comencé lentamente a mover mi mano hacia la suya, justo en ese instante, un estruendo se escuchó en el compartimiento. Ambos dirigimos nuestras miradas hacia la puerta, y allí estaba ella, la que se había empeñado en hacer que nada me salga bien, la que estaba decidida a perturbar cada momento lindo de mi vida, la que deseaba que todo me saliera mal, entró atropelladamente por la puerta. Me miró a mí y luego a Harry confundida. Yo bajé la cabeza y él comenzó a juguetear con su mano en la nuca, ambos avergonzados por el episodio reciente. La morocha tomó un mechón de su cabello, nerviosa.
-¡Oh! Pensé que este era mi compartimiento, cuánto lo siento… - Hizo una pausa y miró a mi acompañante- Adiós Harry… -Sus ojos felinos se clavaron en los míos y con una mirada despreciable se volvió al pasillo, haciendo que el sonido de la puerta al cerrar retumbe fuertemente. La seguí con la vista hasta que se perdió en el mar de personas que recorrían el pasaje. 
Giré mi cabeza y tomé una galleta, sin mirar a Harry a los ojos, pensando << ¿Qué hubiera pasado si Britanny no interrumpía esa escena?>> sacudí la cabeza, tratando de olvidar todo lo ocurrido. Harry me imitó, y se concentró en su desayuno. No había palabras que decir, estábamos conversando, mentalmente claro. Yo estaba pensando en él, y por la manera en la que Harry untaba torpemente manteca en su pan, me di cuenta de que el también estaba pensando en algo, y supuse que ese algo era yo. 
Satisfecha, corrí suavemente las cortinas que me separaban del paisaje, y me llevé una gran sorpresa. Los campos que habían sido testigo de tantas penas, que habían amontonado tantas lágrimas, los campos que me habían acompañado mi adolescencia, desaparecían poco a poco, y a lo lejos, largos edificios se distinguían.
El temor se apoderó de mí. Ahí estaba yo, presa de mis pensamientos que cada vez me atemorizaban más. Iba sin rumbo a una ciudad desconocida. A una ciudad que me traía malos recuerdos. A una ciudad donde sucedieron hechos que nunca podría superar.
-Ven Harry, mira. –Rompí el hielo. Señalé a los edificios que se aproximaban cada vez más a nosotros. Se acercó hacia mí, o mejor dicho hacia la ventana y ambos contemplamos el paisaje en silencio, sin dejar que ninguna palabra se escape de nuestras bocas, que hace minutos atrás, estuvieron a punto de encontrarse.
-Entonces… -su voz ronca se introdujo en mis oídos- ¿Dónde quieres ir primero? 
-No lo sé, dime tú.
-Eh… -hizo una pausa- ¿Hay algo que recuerdes de Londres la última vez que estuviste aquí? –preguntó. Hice un esfuerzo por concentrarme en mis últimas imágenes de esta ciudad. 
-Recuerdo… -vacilé unos segundos- recuerdo un gran teatro. Un gran teatro, con un frente muy vistoso. Era muy grande y muy antiguo, pero bien preservado. Era blanco. Sus puertas eran de roble, roble… muy duro. Y a la entrada… había una fuente muy grande también, una fuente con una estatua en el centro de la que salían dos ángeles que expulsaban un chorrito de agua por sus bocas. Los ángeles miraban a lados opuestos, pero aún así, sus manos estaban entrelazadas. 
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-¿Sabes, esta fuente es una de mis preferidas? 
-¿Por qué? – Lo miro extrañada.
-Es una de las más bellas ¿Ves esa construcción en el medio? –niego con mi cabeza, él me alza en sus hombros. –Allí hay dos angelitos, que miran hacia diferentes direcciones. Pero aunque miren hacia diferentes direcciones, están agarrados de las manos. Esta estatua pretende transmitir el amor. Dos personas pueden tener una perspectiva de la vida muy diferente, cariño. Pueden tener caminos y trayectorias muy desiguales, pueden ser tan diferentes, que al final entenderán que fueron hechos el uno para el otro. Uno puede pensar cosas totalmente desiguales a otra persona, pero el amor nunca se pierde. Porque el amor te ata a una persona y no te deja jamás, si es la persona correcta, claro. Puedes pasar etapas terribles, pero el amor nunca se va. El amor sobrevive a las penas, el amor sobrevive a las peores situaciones, el amor siempre te acompaña. El amor se basa en peleas y discusiones, tanto como en caricias y besos. El amor siempre está presente, aunque tú no lo veas. –explica y me deja en la superficie otra vez. Me mira, y sonríe, yo lo imito, mientras contemplo su rostro a contraluz. Mi padre me toma de la mano, y nos encaminamos a la entrada del museo, mientras me pregunto, si algún día seré víctima de eso que se hace llamar amor.
-Fin flashback-

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora