Primer capítulo.

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Amanecí junto al sol, que apenas se animaba a lanzar débiles capas de luz que intentaban filtrarse por mi ventana. Era temprano, demasiado a mi gusto. Aún faltaban dos horas para dirigirme hacia la escuela. Resignada, ya que no podía pegar un ojo, decidí encender la vieja pero funcional video-cassetera y abrí su tapa. Un inconfundible olor a humedad invadió la habitación y mientras introduje ''Harry Potter y la piedra filosofal’’ noté la capa de polvo que yacía sobre el objeto. 
-Creo que debe ordenar sus prioridades- dije, al mismo tiempo que Ron. Al rato comencé a cabecear, sabía que no debía dormirme, que hoy era el primer día del ciclo escolar, pero me dí por vencida, y el deseo de dormir me ganó por goleada.
Abrí mis ojos, sabía que lo que había hecho estaba mal, muy mal. No podía llegar tarde a la escuela, desesperada, tomé mi reloj, el cual resbaló por las extremidades de mis manos y comenzó a volar por los aires, con mucha astucia logré atraparlo, el alivio tomo control de mi mente por un segundo e hizo que suspirara. Eché un vistazo al reloj, tenía quince minutos de sobra, perfecto. 
Abrí la puerta que debía tener unos tres metros de largo y sin más preámbulo, cabizbaja, dirigí mis pasos hacia mi banco. Alguien parecía haberme ganado de mano, y estaba sentado en el banco el cual había sido ocupado por mí durante cinco años consecutivos. Hice un movimiento, que para los demás en tiempo no significaría nada, pero para mí duro siglos. 
Comencé por los pies: bastantes grandes, lo cual me hizo pensar que le sería difícil encontrar calzado de su talla, cubiertos por unas zapatillas negras. Sus pantalones color tierra, casi idéntico al de las calles de aquí, y ajustados a sus piernas que eran flacas, pero pude divisar sus músculos, y supuse que debía hacer ejercicio diariamente, tal vez futbol, porque mientras subía mi cabeza pude notar lo largas que eran sus piernas, y eso sin dudas sería de gran ayuda a la hora de correr. Tenía una remera que reposaba sobre su pecho. Cuando llegué a la zona facial, sentí como mis ojos se abrían y el rubor subía por mis mejillas; mis ojos se encontraron con un par de faroles, cuyos focos, color negro rodeado por delicadas capas de diferentes e intensos tonos de verde, juntas hacían lo que se suele llamar ojos, pero esos eran mucho más que unos simples e ordinarios ojos ya que podían paralizarte en un segundo y dejarte sin aliento, aquellos, posaban su mirada en los míos.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora