Vigésimo cuarto capítulo.

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Tantas sorpresas en un día no podían hacerme bien, pero sorpresivamente allí estaba. Frente a la fuente. Mirando cada detalle con cautela, admirando su escultura, sintiendo que el ruido del chorro de agua que despedían los ángeles al caer se me hacía tan familiar que parecía que no hubiera cambiado con el pasar de los años. El ritmo no cesaba y no mostraba alteraciones. Podía imaginarme a mí y a mi padre, junto a la muchedumbre que ese día rodeaba la fuente. Podía sentir como el viento imitaba en pequeños susurros la voz de él haciendo que me llegue hasta los oídos. Podía sentir el calor de su mano apretujada con la mía. 
Pero en aquél momento no era la misma mano, sino una diferente. Hay quienes dicen que cambiar nos hace mejor que conservar la misma postura de siempre. Cambiar es limpiar la mente. Pues aquella tarde nublada de invierno, otra mano me calentaba del frio. Otra persona me protegía del abismo al cuál estuve a punto de caer. Otros ojos me miraban de forma diferente que los demás. Otra boca despedía palabras con el propósito de hacerme sonreír. Otra persona llenó mi vacío. Era Harry quién estaba junto a mí, y no mi padre. Me pregunté a mi misma qué estaría haciendo en ese preciso momento; junto a quién estaría; quién lo haría feliz; si pensaría en mí.
Me di cuenta de que Harry seguía ahí junto a mí y no quería hacerlo esperar. 
Lo miré a los ojos, y se me hizo imposible pestañear. Yo era presa de ellos, y no me tenían la mínima compasión. El verde de sus ojos resaltaba al estar rodeado de un paisaje gris. El verde de sus ojos no me daba revancha. El verde de sus ojos emitió una luz fugaz. El verde de sus ojos me tenía prisionera.
La mano de Harry rodeó lentamente mi cintura. Yo dejé que mis brazos se acercaran a su cuello. Una mano de sus manos acarició suavemente mi cabello. Yo no me iba a quedar atrás, así que con un breve movimiento hice que mi cabeza quede a centímetros de la de Harry. Nuestras respiraciones se intercambiaban. Nuestros ojos, no prestaban atención a nada más. Torné mis vista negra, y supuse que también Harry. Mi pulgar recorrió su suave mejilla. Nuestros labios, ansiosos, se aproximaban más y más unos a otros. Mi corazón latía rápidamente, haciendo que mis sentidos se alteraran. 
Todo lo que siempre había soñado, todo lo que siempre quise, todo lo que siempre imaginé, se volvió realidad en cuanto mi boca tocó la de Harry. Sus labios, tan suaves como el pétalo de una rosa, se encontraron con los míos. Sus labios, tan dulces como la miel que solía recoger con mi padre. Tan apacibles como una suave caricia en medio de la desesperación. Tan serenos como una isla en el medio del mar. Su perfume que anteriormente no lo había notado, era tan encantador, y una chispa de felicidad nació en mi interior al saber que ese perfume lo llevaría yo.
El sentimiento fue único. Nunca antes había sentido ese placer. Dejé salir una risita de felicidad. Nuestras bocas no se separaban. Harry no me soltaba, y yo tampoco ¿por qué lo haría? Sus dedos paseaban lentamente por mi rostro. Mis manos se encontraron en la nuca de Harry. Podía sentir cómo la alegría invadía cada célula de mi cuerpo. Por primera vez, no temblaba. Ya no tenía miedo. Estaba segura de lo que quería, y sabía que nadie podía arrebatármelo, porque lo tenía junto a mí, buscándole forma a mis labios. El frio ya no existía, y la gente ya no era una preocupación para mí. No me retiré del calor que compartían ambas bocas, porque aunque me ruborice un poco al admitirlo, nunca antes había sentido algo como eso. Pues mi alma se nutría de satisfacción. Mi cabeza daba vueltas buscando una explicación a todo eso. Mi autoestima renació con el canto de mil pájaros de colores que revoloteaban por ahí, disfrutando de su libertad. De mis oídos florecieron mil flores, de todas las formas y tonalidades posibles. Una primavera irreal se depositó en mi corazón, haciendo que todo parezca más vistoso que nunca. Mis ojos permanecían cerrados. Y mi boca gozaba del momento, pues rara vez volvería a sentir lo que me sentí. Se me retorcía el estómago, las piernas se mantenían firmes, mis brazos sobre el cuello de Harry, y no voy a negar, que por un momento sentí que mi cuerpo levitaba. Que yo levitaba, junto a él. 
Un miedoso trueno nos obligó a abrir las compuertas que anteriormente tapaban nuestros ojos y despegar nuestras bocas. Miramos alrededor, y contemplamos la lluvia caer en nuestras cabezas. El me miró, y yo lo imité. Ambos soltamos una risa nerviosa, y sin previo aviso, Harry me robó un beso, depositando sus labios en los míos nuevamente. La lluvia no era un problema. Las gotas recorrían nuestros cuerpos, y eso me hizo pensar. Me hizo pensar que hasta en el medio de una tormenta, puedes ver el sol brillar, si es que está la persona capaz de hacerlo destellar sólo por ti.

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora