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Transcurrieron algunas horas.

Desperté y noté que aún era de noche, me encontraba en medio del humo y el eco de las explosiones, además de algo parecido a petardos hacía que mis oídos zumbaran; mi cuerpo temblaba, estaba cubierta de tierra, nieve y...

— ¿Plumas ...rojas? —exclamé extrañada y adolorida.

Las observé a detalle, algunas eran tan grandes como mi brazo y no parecían pertenecer a un ave de ciudad, no recordaba que tuviéramos un zoológico cerca o que existieran polillas gigantes, pues una especie de polvo dorado se impregnaba entre mis dedos al frotarlos sobre los bordes de las plumas.

Traté de levantarme un par de veces, pero terminaba cayendo al suelo como si fuera un cervatillo recién nacido; mi cabeza me dolía, la sentía a punto de estallar.

— Mamá...

De repente, recordé que debía volver a casa costara lo que costara, revisé el celular y parecía tener señal, así que envié un par de mensajes sin obtener respuesta, luego llamé, pero rechazaron la llamada o caía en el buzón de voz por alguna razón y el fijo no tenía señal alguna.

— Esto es malo, pensarán lo peor —me dije preocupada, y aún adolorida empecé a caminar.

A unos metros de mí, los gemidos de un hombre joven llamaron mi atención, me acerqué para aplicarle los primeros auxilios, era una suerte que solo estuviera golpeado.

— Debes despertar —lo moví un poco al sentir algo caliente entre mis dedos—, creo que se te derramó pintura azul en el cuerpo —le dije comprobando el color de la mancha, luego empecé a revisarlo con mucho cuidado, al verificar que no tenía el cuello comprometido, lo moví un poco, dándome cuenta del olor ferroso de esa pintura, era muy parecido a la sangre.

— Dios mío, despierta por favor —exclamé empezando a temblar como pollo.

Lo revisé mucho más preocupada, ese líquido azulado empezaba a emanar de su brazo, así que lo cubrí con mi mano suponiendo que tenía un problema con la vista o había encontrado a mi amigo de uno a tres millones, uno que compartía el mismo problema genético que yo. Se veía bien formado y por coincidencia era rubio, yo soy castaña; sus ojos verdes similares a una botella, se clavaron en mí.

Se veía confundido al verme, podría tener unos veintiséis máximo.

El color de mis ojos no era tan vívido como los suyos, aunque era obvio que compartíamos alguna similitud. Empecé a acercarme más a él para apreciar sus similitudes. Sonreí con timidez pensando si sería buena idea decirle que teníamos un club exclusivo.

De repente, una camioneta pasó por nuestro lado y se detuvo pisando el freno a fondo, se encontraba a unos metros de nosotros.

Unas enormes alas rojas manchadas con azul aletearon dentro de la cabina, antes de que se asomara la cabeza de un chico pelirrojo gritando. Aquello me sobresaltó, abrí la boca sin poder creérmelo, unos médicos o lo que fueran esos tipos de blanco le abordaron en rápida reacción dentro del auto y lo contuvieron.

Confundida, observé hasta que dos hombres vestidos de lo que parecían ser armaduras, cayeron del cielo justo sobre la cabina, tenían alas en las espaldas y eran enormes, de un color rojo vino espolvoreadas en oro, portaban espadas que eran del tamaño de sus brazos con las que atravesaron la cabina mismo abrelatas, para sacar a su compañero ahora inconsciente y llevarlo lejos.

Bajé la mirada para no ver cómo los sujetos de blanco fueron asesinados por otro ser alado.

Mi primer pensamiento fue el de salir huyendo, pero me topé con los ojos verdes del joven que estaba ayudando, no podía hacerlo sin dejarlo solo.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora