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Estábamos en mi vecindario.

—Ya puedes irte —espetó Sexto sin preocupación alguna, me había quedado de pie en mi lugar con la mirada perdida en dirección a una casa destartalada producto de los ataques.

Veía a los vecinos del inicio de la cuadra fuera de ésta, ellos no se movían del bien cuidado jardín que protegían con diligencia de los gatos y perros, ahora parecían estar recostados sobre la hierba que se iba cubriendo de nieve con ellos tomando una descuidada siesta.

Los militares empezaron a disparar a lo lejos y yo no me atrevía a girar en dirección a mi casa.

El miedo me envolvió en una pegajosa capa fría.

Kaled, en términos médicos, está atravesando una conmoción —explicó el otro con su extraño dejo entre francés y ruso.

Miré a hurtadillas de Sexto y clavé la mirada en los cadáveres, ahora sabía el nombre de Sexto, Kaled.

Él solo frunció el ceño en cuanto volví la mirada hacia él de nuevo y masculló una maldición en su lengua. Me giró hacia el lado contrario—. Vete por allá —me dio un empujoncito, yo no me moví más de un paso, en cambio solo bajé la cabeza observando mis manos magulladas. Estaban manchadas de sangre, ahora era de color púrpura, rastros de color rojo goteaban desde mi pulgar siguiendo el camino hacia el suelo.

Me esforcé para levantar la mirada hacia mi casa, podía notar que la sombra de Kaled se cernía sobre mí, él seguía a mi espalda. Mi casa parecía estar... no la veía por ningún lado.

— Kaled... —insistió el otro.

— Cierra la boca, Zachary —gruñó—, no es la única que ha perdido algo —le escuché decir—. Si no corres, no tendrás a dónde huir y te volverán a coger —me amenazó.

Yo no tenía lágrimas en los ojos, no me salían, solo sentía una pena absoluta que oprimía mi pecho amenazando con cerrar mis pulmones y era la única prueba del dolor por la duda de si vería a mi familia sin vida al igual que a la primera familia de la cuadra.

— Eso ya no importa —respondí con la voz en un susurro— ...ellos escaparon, debe ser eso —dije a nadie en especial.

Yo veía en la segunda casa la sangre roja esparcida sobre ventanas destrozadas y muros colapsados. Algunos cuerpos y escombros despojados sobre el jardín que simulaban a ratas envenenadas eran la prueba.

La escena seguía repitiéndose en cada casa de los alrededores.

Mi barrio al completo fue masacrado.

— Pequeña, te están cazando —me recordó Zachary—, tú no eres humana, no deberías sentirte mal por estos humanos que... —la fría mirada de Kaled lo silenció.

Yo no estaba de acuerdo con Zachary, yo era humana y tenía un desorden genético que hacía mi sangre azul por ratos, solo eso. Yo no invocaba alas ni nada por el estilo.

— Los demás ya deben haber llegado al lugar de encuentro —exclamó Kaled—. Dejaremos a Elaia con los guardas —decretó, y me cargó de la cintura mismo costal y emprendió el vuelo pese a los intentos de lucha por mi parte. Era espeluznante ver cómo se alejaba el suelo de mis pies. No quería irme con ellos, para empezar NO era una de ellos.

— ¡Necesito verlos, pueden estar heridos! —seguí forcejeando —¡Suéltenme! —tenía que estar en casa, aunque el miedo me congelara la sangre.

— ¡Elaia! —La voz femenina se sintió algo lejana en mi cabeza, noté que provenía desde el final de la cuadra, era mi amiga Ana, quien corría tratando de alcanzarnos, sin embargo, algo pareció detenerla, quizás porque comprendió que mis secuestradores tenían alas.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora