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El cielo nocturno del mar nos dio la bienvenida.

El grupo sobrevoló sobre las aguas oscuras, habíamos salido de milagro porque segundos después, una poderosa ola se estrelló con tal fuerza que retumbó en nuestros oídos e incluso salpicó agua hacia el cielo, ese túnel que había estado a un par de metros del nivel del agua, se había sumergido por completo. Empecé a sospechar sobre la eficacia de ese sistema de limpieza.

No había niebla por estos lares a pesar de la época, podía verla a una distancia considerable de nosotros, aunque el viento era algo extraño, parecía ir a favor del grupo.

A lo lejos, unos destellos de luz nos llamaron la atención— Son helicópteros —murmuré, notando que venían a nuestro encuentro.

— Tenemos que buscar un refugio —dijo alguien y las miradas se centraron en mí, a mi pesar.

— No sé a dónde podrían ir. —Por un lado estaba el océano y por el otro el bosque congelado, más allá de la civilización y con una muerte segura garantizada.

Y de repente se me ocurrió—. Hay cuevas —señalé hacia los acantilados —, allí suele haber cuevas —era justo por el lado contrario de los helicópteros en dirección al bosque congelado, había una gran hilera de grandes muros de piedra que se oponían al océano, sobre los cuales el bosque congelado se formaba, debía haber algo por ahí o más allá.

El grupo exploró los grandes muros, la noche ya estaba sobre nosotros en su punto máximo, mis ojos luchaban por no cerrarse yo sabía que si lo hacía estaría dejando todo mi peso a Ion.

— Si quieres descansa, aún tengo energías suficientes. —Habíamos dejado atrás el bosque congelado sin éxito, me sorprende que la costa sea tan grande. Los helicópteros parecían haberse perdido en la niebla en algún momento.

— Gracias, pero... —empecé a excusarme.

¡Encontré algo! —gritó alguien, creo que uno de los que parecían ser los más jóvenes y juguetones del grupo.

Miramos con atención en donde el joven había aterrizado, desde la percepción que teníamos solo veíamos rocas. Al acercarnos lo suficiente, logramos ver que la entrada aunque angosta de ancho, el interior era profundo y quedaba a unos tres metros del agua; el grupo aterrizó dentro por fin y agradecí que fuera un lugar amplio.

«Aquí podrán descansar y estar a salvo», pensé fijando mi atención en los heridos. Durante mis tribulaciones, no había reparado que dos de ellos habían partido de inmediato y que los heridos habían sido colocados en medio de la cueva, dejados a su suerte.

Me arremangué las mangas de mi pulóver, de ver lo mugriento y mojado que estaba me lo quité quedándome con mi camiseta negra de cuello alto, estaba rasgada por el vientre porque había improvisado un vendaje para Rojo; mi casaca térmica me había protegido de las explosiones y los escombros o lo que sea que cayó sobre mí, gracias a eso mi cuerpo tenía pocas heridas. Pero la ropa húmeda me iba a cobrar factura.

— Mi familia —los recordé de repente, el resto de pares de ojos conscientes se clavaron en mí—. Lo siento, sé que no los ayudo en nada desde ahora, así que mañana volveré con mi familia. Han de estar muy preocupados por mí —dije con el firme pensamiento de que habían logrado escapar, sé que no están muertos.

Ion asintió pensativo apartando a los dos juguetones que estaban con las plumas de las alas todas esponjosas, se habían dado un baño y ahora sus sonrisas risueñas me tenían intrigada.

Ion era demasiado alto para mi gusto, la luz de la luna hacía de sus cabellos ahora rubios con matas de pelo blanco, parecían mutantes.

— Es tu turno.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora