- 9 -

44 8 0
                                    


Cuando volvimos temprano por la mañana, todo parecía ir bien; incluso Ujagar estaba que brincaba de un pie, cogiéndome por sorpresa.

— ¿Pudiste guardar tu ala? —Le pregunté examinando su espalda.

Ellos podían esconder sus alas dentro de sus cuerpos.

¿Cómo lo hacían?

No tenía ni la más remota idea, me saldrían con la tangente y la pepita del frijol si preguntaba. Si bien Kaled era bueno con historia, en biología parecía no querer opinar.

No es como si estuviera consultando sobre el ciclo reproductivo de su raza o si las chicas peleaban con la regla.

— Estuve intentando hasta que de repente escuché: ¡Puf! —Exclamó mostrándome su espalda, unas alas tribales se mostraban tatuadas sobre su piel.

— Fue un gas —soltó Eann.

Ujagar y yo preferimos ignorarlo.

— Mira la verdadera marca de ángel de un macho, Elaia.

Fruncí el ceño ante aquel comentario.

¿Insinuaba que los otros, que andaban medio desnudos cada que podían, no eran machos?

Aunque su tatuaje o lunar gigante era diferente y todos tenían uno propio, supongo que eran las huellas digitales de los arcángeles.

— ¿Qué pasó?

Rojo llegó con un arsenal de comida, tenía un señor saco y un par de maletas llenas.

— ¡Papel higiénico! —abracé el rollo frotando mi rostro contra el plástico del empaque.

— ¿Traje comida y te emociona un empaque de papel?

Su ofensa me importó un comino, era PAPEL HIGIENICO. No más lavaditas por ahí.

— Déjala, ha tenido mala noche —gruñó Eann.

Todos fulminamos a Eann con la mirada.

Rojo que estaba sacándose las botas, se detuvo para mirarme con atención—. Llevas puesta esa cosa negra y esas botas; estás toda sucia además.

Me removí incómoda, dejando a un lado el empaque, me entraron unas ganas de ir al baño y darle una pruebita de calidad.

— Algo así —resoplé.

Y otra pelea se desató entre Rojo y Kaled.

— ¿Es que no tengo palabra aquí? —demandé luego de que Rojo se trenzara con el otro en la entrada de la cueva—. Traje algo muy importante para Doc así que valió la pena el esfuerzo —exclamé triunfante.

— Entonces, tú eres la mestiza preñada de Kaled —me gritó furioso.

Lo miré confundida, el resto se revolcaba en el suelo por la risa.

— Tenían un complejo alimenticio muy bueno, ayudará a Doc con su recuperación —dije sin responder a su imprecación. Creo que los orbes de Rojo estaban a punto de salirse de sus cuencas—. Y nunca dije que Kaled fuera el padre —más risas.

— Mujer, te escapaste con él —reclamó Rojo sin contener la furia que lo embargada, yo fruncí el ceño sin darle más importancia.

— Mejor preñada que el guarda —quise tragarme mis palabras en cuanto las pronuncié.

La cara de Rojo se deformó a una expresión muy espeluznante.

— Mierda Kaled, sabes que son muy peligrosos, ahora que están atrincherados quieren prole —exclamó hacia el jefe sin apartar la mirada de mí. El otro ni se inmutó—. Lo digo en serio, si se la hubiera llevado, hubiera sido peor que dejarla con los humanos. —se giró de lleno hacia Kaled. Rojo no estaba dispuesto a escuchar excusas—. Reportaron renegados y los supuestos guardas al mando cobran por cazarlos.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora