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Y así toda la armonía que reinó en nuestro refugio se fue en un solo momento.

De alguna manera luché contra el dolor para demostrarles que no estaba tan herida como se lo figuraban, el que me cargaran hasta para ir al baño era estresante.

Por suerte, un par de semanas más tarde, el verano llegó y con él mis fuerzas se renovaron un poquito.

«Por desgracia, Kaled ni siquiera me dirige la mirada», ni siquiera aceptaba que le convidara algo, eso sí me hizo sentir fatal, yo no había hecho nada en contra de Doc y él lo sabía.

Acabábamos de cenar, era el momento en que la tensión se hacía más pesada.

— Elaia, perdóname, sé que actúo raro a veces —Eann se acercó con un paquete de pastelitos de chocolate, no habíamos hablado desde el incidente por diversos motivos; el principal fue que Rojo no dejaba de apartarlo como si tuviera la peste, luego estaba el hecho que no nos dejaban solos y me sentía incómoda con las miradas agresivas que le dedicaban.

— No dudes en golpearme cuando me pongo así —sonrió nervioso, por lo que decidí aceptar sus disculpas, había tomado la iniciativa después de todo.

— Está bien Eann, solo trata de no convertirte en Mr. Hide. —El resto levantó la cabeza con curiosidad—. Es el alter ego de un científico y es muy malvado —expliqué.

Ver el desinterés que les provocó me sacó una sonrisa, sin embargo, Kaled parecía estar enfrascado en sus pensamientos, ni siquiera los chillidos de Ezra por las cosquillas que le propinaba su padre parecían importarle.

El resto esperaba mi ritual de convidar los pastelitos, yo decidí guardarlos para comérmelos en mi rincón de la tristeza, así había llamado el pequeño lugar en donde se colocaban los suministros.

— Elaia, encontré algunos piojos en Ezra, voy a revisarte—. Zachary quería hacerme cosquillas, sé que lo planeaba desde que atacó a su hijo y le puso ese par de piojos en la cabeza.

— No me pica nada —dije tajante con una sonrisa en el rostro.

— Déjame ver —Rojo estaba sobre mí, revisando entre mis mechones enredados—. No te muevas.

— Estoy bien, no tengo nada —su toque fue algo insistente al punto que terminó apretujándome contra su pecho, encima me había desecho la trenza—. Siempre me lavo con ácido cítrico —empecé a removerme inquieta para alejarme.

No es que me desagradara el tipo, era una cuestión de incomodidad, para ser honesta había marcado un límite con todos menos con Kaled, lo hice así desde el principio y lo he mantenido con la idea de no dar falsas esperanzas a la persona equivocada, aunque el causante de mis tristes anhelos pudiera no sentir nada en absoluto por mí, más que camaradería.

O desprecio ya que estaba.

Rojo idiota sonrió triunfal—. Entonces vamos a jugar un poco —me aparté de un brinco antes que siquiera me tocara el vientre, mi pecho brincaba como una pequeña locomotora sin control.

Noté el fugaz resentimiento en la mirada de Rojo y lo ignoré.

Entonces Zachary se levantó a la defensiva y Ujagar miró amenazante a Rojo, creo que lo interpretaron mal.

— Eh, no pasa nada Elaia —dijo Rojo con verdadero resentimiento.

Kaled había decidido prestar atención y no dudó en clavar su mirada de enfado en mí.

Me achiqué en mi rincón mirando a la pared conteniendo las lágrimas.

— ¿Elaia? —me arrinconé escapando del toque de Rojo.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora