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Una avalancha de terror puro cerró la presa de mis lágrimas y mocos.

Traté de contener el llanto observando desesperada cómo el maldito de Rojo desaparecía como un punto en la distancia, se me ocurrió lanzar mis zapatillas al borde de la cueva para ver si así alguno se daba cuenta.

—Espero que Kaled no se haya ido aun —rogué.

«Sólo eres una hembra para ellos»

Ignoré esas malditas palabras y lancé las zapatillas, una cayó justo al borde, para mi mala suerte, la segunda le cayó encima, arrastrando a la otra al agua.

— Por favor no.

Las palabras de Rojo me taladraban la cabeza.

«...una distracción del momento»

Algo me arañó la espalda, como si fueran dos garras filosas, mi cuerpo se contorsionó en un ovillo por el dolor.

Miré a mi alrededor, solo había una larga extensión de acantilado de extremo a extremo, el bosque estaba muy lejos y el sonido del helicóptero se hacía cada vez más cercano sobre el basto campo árido.

— Recuerda lo que dijo Ujagar —me dije, no podía lanzarme al agua, corría el riesgo de cometer suicidio, solo tenía un camino, aunque el viento hubiese comenzado a cobrar mayor fuerza.

Por suerte no llevaba medias, por lo que me deslicé con cuidado por el borde empezando a bajar con cuidado, tanteaba al tacto con la punta de mis dedos para encontrar grietas o lugares donde apoyarme hasta que me di un resbalón.

— ¡Ajos!

Cerré con fuerza los ojos por el dolor, creo que me he volado la uña de un dedo gordo, el dolor me enviaba punzadas agresivas al cerebro. Resultaba ser más soportable que lo que estaba destrozándome la espalda.

Agradecí la desviación del dolor por el momento.

— Vamos Elaia, sigue.

Me deslicé poco a poco hasta que me quedé varada, no había una grieta o base o hueco para meter mi pie, ni siquiera una raíz.

El viento soplaba cada vez más fuerte, me imagino que por la altura, me desequilibré un poco hasta que mi pie herido resbaló tensando el agarre de mis manos.

— AUXILIO...

Gimoteé aferrándome con mis dedos, aunque no lograra escuchar el sonido del helicóptero, sabía que andaba acercándose, debían haber visto el punto de colores que se movía de manera sospechosa.

—¿Alguien? —se me escapó un sollozo. Iba a tener que saltar desde ahí, si Ujagar había caído bien, quizás yo podría.

Kaled aterrizó sobre mí cubriéndome con su cuerpo, su olor único a nuez moscada y sudor fresco me envolvió devolviendo mi alma al cuerpo.

— Te tengo traviesa —susurró cerca de mi oído, parecía estar alegre— ¿Qué haces sola aquí arriba? —su divertida sonrisa se desvaneció al ver mi cara, frunciendo el ceño envolvió su brazo alrededor de mi cintura—. Suéltate ricura, vamos a bajar.

Dudé solo unos segundos antes de obedecer, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, Ujagar ya recogía mis zapatillas cuando me miró horrorizado.

— Si quería trepar, no debías aterrarla a muerte Kaled —le dijo enfadado, él solo me depositó sobre una bolsa de dormir antes de girarse hecho una furia—. Eh, que yo soy el que está molesto.

— ¿La dejaste trepando sola en la parte más absurda del acantilado? —Eso cambió su rostro también.

— Un helicóptero... —solté secándome las lágrimas, tan débil como era, solo podía advertirles en vez de pensar en mí, viene para acá.

Despertar | Choque de Mundos [Completo] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora