Capítulo 2:

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"Si eres mayor de edad, eres atractivo, bien dotado, te sientes sexy, y tienes talento para el canto y baile, te invitamos a postular para ser nuestro nuevo Charlie en esta temporada de verano. El prestigioso y exclusivo burdel para mujeres: "Piso 70" abre su convocatoria para que tengas tu ansiada oportunidad de conseguir el éxito, la fama y el dinero que tanto deseas.

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Esas palabras seguían dando vueltas en mi mente desde que leí ese bendito anuncio en la página web, revisé una y otra vez la lista de requisitos para cerciorarme que nada me falte, y vaya que me faltaba algo de suma importancia; tener pene. Pero eso era un pequeño detalle que pensaba solucionar llegando al casting. Hice cuentas de todos mis ahorros para costear mi gran travesía y afortunadamente me faltaba muy poco dinero para obtener el monto que necesitaba. Aunque continuaba latente un gran inconveniente, recién había cumplido la mayoría de edad y la insensible de mi madre no se había preocupado en adelantar todos los documentos para mi carnet de identidad, ni siquiera me permitió tramitar la licencia de conducir. Caminé por el estrecho pasillo de mi habitación y sentí que me estaba ahogando entre esas cuatro paredes de color rosa, jamás me gustó ese color, pero mamá insistía siempre en que la alcoba de una chica debe ser "más femenina". Cuando el pestillo de mi puerta al fin sonó anunciándome la libertad busqué desesperadamente mi skate debajo de mi cama, y afortunadamente lo encontré enredado entre mi ropa sucia, definitivamente los quehaceres domésticos no eran lo mío, tampoco la colección de vestidos que ella insistió en comprarme. Guardé mi amada guitarra en su funda de gala no sin antes despedirme de ella con una honda tristeza martillando mi cabeza, era un sacrificio muy grande pero tenía fe en recuperarla muy pronto.

—¡Mierda...! Es hora de buscar soluciones desesperadas —me vestí con el atuendo más varonil que tenía, saqué mi skate del armario, y bajé de puntillas las escaleras evitando que me descubriera mi madre—. Somos tú y yo solos contra el mundo, Morty.

Las aceras de mi vecindario estaban desgastadas y eso arruinaba las ruedas de mi pequeño transporte, pero la turbulencia era poca a comparación de los insultos que empezaron a disparar sobre mí al pasar por la casa de los ricos, en verdad esa gente es hiriente e inhumana, aunque me hubiese caído bien un poco de sus billetes para poder largarme de mi ciudad de una vez por todas. Los insultos sobre mi estilo tomboy fueron subiendo de tono a medida que avanzaba por las casas bien adornadas con jardines inmensos llenos de rosales y duendes aterradores, cuanto más lujo tenía la casa más groseras eran las personas que la habitaban.

—¡Hey marimacha! ¿Aún no conoces a un hombre que te haga sentir mujer? ¡Te puedo presentar a mi primo, preciosa!

—¡Cállate imbécil!

El bullying había dejado de afectarme desde tercero de media, antes podía dejar de comer por la depresión que me causaba tanto acoso, pero el tiempo te enseña a volverte ruda e indiferente, cuando te das cuenta poco te importa, nada te duele. Al llegar al pórtico de la enorme casa de Joyce una gran sensación de alivio me invadió por completo, afortunadamente esa oportunidad evité ser golpeada brutalmente por algún misógino ebrio de la calle, pero mi suerte no iba a durar tanto como la homofobia en este mundo. El mayordomo francés me mostró su desprecio absoluto con solo una mirada al descubrir mi presencia detrás de la puerta. Nunca tuve su aprobación para frecuentar el hogar donde trabajaba, pero su jefa jamás le había importado mi condición social para dejarme visitarla. Recordé todo el revuelo que se formó en la escuela cuando se enteraron que éramos amigas con derechos mientras subía las interminables escaleras hacia la habitación principal que era del tamaño de mi sala, al principio me incomodaba tener al tipo respingado detrás de mis pasos midiendo al milímetro mis movimientos, pero en poco tiempo entendí que solo cumplía órdenes de los padres de Joyce, podía gozar de la absoluta confianza de la heredera de los Clifford, aunque la aceptación de sus padres no la tendría ni en mis mejores sueños.

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