Capítulo 4:

292 41 47
                                    

—Te extrañaré, a ti y a tu lujuriosa lengua

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Te extrañaré, a ti y a tu lujuriosa lengua...—murmuró Joyce sobre mi pecho, mis piernas estaban mojadas de sus fluidos, había sido una batalla sexual muy intensa, faltaba poco para el amanecer—. Anderson...

—También te echaré de menos, Clifford... Gracias por todo —acaricié su espalda lentamente bajando hasta su trasero—. Gracias por darme calor, por tanto desenfreno, por tantas noches de sexo salvaje... Eres lo mejor que me pasó en la escuela.

—Gracias a ti por soportar todos mis berrinches... Soy caprichosa, lo sé. Prometo que cuando entres a trabajar en ese exclusivo burdel viajaré de vacaciones a California solo para comprar a mi pastelito sexual...

—Te esperaré ansioso, preciosa.

—Todavía falta para mis clases de violín, bebé...—Joyce me besó, provocándome sutilmente meciéndose de manera sensual sobre mí.

—Mi diabla insaciable, ¿qué haré sin tus hermosos pechos...? —Me senté para apretarla entre mis brazos y comenzar a devorar sus pezones.

Joyce era dócil en la cama a pesar de su carácter, metí mis dedos entre sus piernas y de inmediato comenzó a gemir cómo una actriz de videos para adultos. Cuando estaba lo suficientemente húmeda se dió vuelta para abrir sus torneadas piernas y conceder ese permiso silencioso de invadir su intimidad con mi lengua. Ataqué sus labios sin piedad alguna.

—¡Oh dios...! ¡Sí...! ¡Sí...! —La pelirroja apretaba las nalgas para gozar mejor, yo estaba en la gloria saboreando un paraíso que conocí hace algunos años—. ¡Dale! ¡Dame cómo tú sabes...!

—¡Maldita sea, chiquilla del demonio! —Su padre, el señor Clifford tocó la puerta desesperado—. ¡Son las cinco de la mañana! ¡Duerme...!

—¡Aaaaaah! ¡Aaaaaah! —Pero a Joyce solo le divertía hacer enojar a su progenitor—. ¡Más rápido, Anderson! ¡Sí...! ¡Mueve esa maldita lengua...!

Como siempre sucedía entre nosotros su actitud desafiante solo logró encender la hoguera, el fuego incrementó trayendo el descontrol a su habitación de niña mimada. No era novedad que su padre se enojara con mis visitas, sabía perfectamente lo que sucedía en nuestras pijamadas, y siempre que me tocaba quedarme a complacer a mi pelirroja él aparecía a fastidiar nuestro disfrute. Luego de dos horas, varios juguetes usados, baterías gastadas, sábanas mojadas y violentos orgasmos rompimos en risas cómplices al bajar por las escaleras. Para nuestra mala suerte el espía francés apareció para ordenarnos ir directamente al comedor principal.

—Joyce es lesbiana...—comentó irónica su hermanita menor tambaleando las piernas desde su lugar, estábamos sentadas en la mesa compartiendo el desayuno junto a sus familia.

—¡Cállate, Jani! —La retó su madre.

—¿Aún no recibes noticias de tu hermano, niña? —El señor Clifford cortaba furioso su pollo a la plancha.

MININODonde viven las historias. Descúbrelo ahora