Capítulo 29:

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—Me temo que serás una especie de gato afeminado, la jefa está empeñada en vestirlo de forma tierna y dulce

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—Me temo que serás una especie de gato afeminado, la jefa está empeñada en vestirlo de forma tierna y dulce. Aunque parece que te gusta, ¿cierto Anderson? —Todos mis músculos se tensaron, jamás me gustó vestir con ropa ajustada, pero si ese era el deseo de Noelia lo haría de buena gana—. Logré darme cuenta que tus ojos brillaron de emoción cuando viste esta alcoba de princesa, digamos que soy muy perceptivo. Lilu, déjanos solos.

Lilu, que me acababa de enterar era hermana de ese despreciable hombre, hizo una reverencia y se fue dejándome a merced de aquel tipo con voz de militar. El sudor comenzó a bañar mi espalda. 

—¿Qué sucede, Brennan?

—Mientras la jefa no esté en casa podrás tener una vida común y corriente. Siempre y cuando no salgas de la mansión, pero una vez que la señora Duval llegue del trabajo tendrás que ser un gato y actuar como tal —su expresión de seriedad me perturbó—. Aquella puerta es tu armario, vístete con lo que prefieras y luego te colocas todos los accesorios felinos —Eric señaló dos pequeñas puertas juntas de distintos colores—. La blanca es el servicio y la rosa es el vestidor, obedece ahora mismo.

—De acuerdo... —caminé dudoso, qué rápido se había reventado mi burbuja de felicidad—. No tardaré.

Dentro de la habitación rosa, que parecía el karma dándome otra puñalada, un amplio armario me hizo tambalear. Ciento, no, ¡miles de vestidos coloridos se pasearon burlones por mis pupilas desorbitadas! Eso debía ser una broma, más que eso, un castigo del cielo por despreciar la ropa que me compraba mi madre. El closet estaba dividido en dos secciones, los atuendos del lado izquierdo eran mucho más sugestivos de los que había rechazado ponerme en el edificio de Claver, todas las prendas parecían haber sido copiadas de algún anime para adultos. Del lado derecho estaban colgados los trajes más exclusivos de las firmas más costosas para un hombre, todo era demasiado elegante.

Pensé ponerme lo más holgado y cómodo que encontrara, pero desistí, de esa forma no iba a agradar ante los ojos de Noelia Duval y me echaría pronto de su mansión. Me coloqué un escotado vestido lila de lo más tierno, su falda venía plisada y excesivamente corta, cubrí mi desvergüenza con una caperuza gris con una huella de gato estampada y una cola colgando a la altura del trasero. Sonreí con ternura al contemplar en mi reflejo lo bien que se me veía la capucha con orejas, mientras me calzaba unas largas medias negras hasta la altura de las rodillas. Con muchas preguntas sin resolver, salí al encuentro de Eric.

—Te falta la cola —sentenció al verme.

—Eh... Lo sé. Es que no sé cómo... —mis mejillas ardieron de vergüenza, me negaba a meter esa cosa entre mis nalgas yo mismo—. No tengo idea...

—Descuida, la jefa se encargará de aquello. Tu vida cambiará a medidas espaciales, y tu permanencia en este lugar dependerá exclusivamente de que complazcas eficientemente a la señora Duval. Pero todo no es el color de esta habitación, jovencito. Ella es una persona insufrible y excesivamente insoportable, cuando sientas que no puedes más con todo este asunto de ser mascota, sólo recuerda que tú futuro ya no te pertenece, ahora eres propiedad de la señora Duval.

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