Capítulo 7:

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 No tenía que ser una experta para entender a lo que ese tipo se estaba refiriendo, lancé el ridículo traje al suelo con todo el coraje que fluyó por mis venas, y salí completamente cabreada a su encuentro

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No tenía que ser una experta para entender a lo que ese tipo se estaba refiriendo, lancé el ridículo traje al suelo con todo el coraje que fluyó por mis venas, y salí completamente cabreada a su encuentro.

—¡No pienso ser una prostituta! ¡Llegué aquí para un trabajo decente! ¡¿Le quedó claro!?

—Inmunda esclava, ¿acaso creyó que esta disquera era real? ¡Por favor! Las muchachas que vienen aquí saben muy bien de qué trata el trabajo, no se haga la tonta. Incluso su amiga Joyce, hija del jefe de este gran imperio, debió decirle en qué consiste este negocio. Yo solo soy el encargado de contactar con la mercancía, deja de hacerte la ingenua. No me hagas perder el tiempo y vístete rápido, cuanto antes te agregue al catálogo de servidoras, más pronto tendrás al cliente que buscamos babeando por verte desnuda. 

Mi corazón se me partió en pedazos al escuchar a ese hombre tan ruin, sentí que estaba cayendo en un pozo sin fin del cual difícilmente podría recuperarme... ¿Joyce estaba enterada de esa infamia? ¿Por qué no me dijo nada? Fue entonces que entendí muchas cosas, como su expresión y todo el dinero que me dio...

"Lo vas a necesitar"... 

Las palabras de Joyce se pasearon por mi aturdida mente... Ella lo sabía... ¡Lo supo todo el tiempo! ¿Por qué me hizo eso?

—No pienso ser parte de este negocio tan asqueroso. Le pido que me devuelva el dinero que le deposité como una estúpida... —mi llanto se desbordó sin control y tampoco pensaba frenarlo, me dolía el corazón y esa vez por haber sido estafada por alguien a quien creí era un ángel.

—Lo siento, esclava. En esta empresa no hay opción a reclamos, si no te gusta el trabajo poco nos importa ya que ahora nos perteneces. No tienes escapatoria, palomita. Bienvenida a Los Ángeles. 

—¡¿Qué está diciendo!? ¡Es mi dinero y debe devolverlo! ¡AHORA! —Me lancé sobre el cobarde tipejo intentando golpearlo cegado por la rabia que me quemaba por dentro, pero a él no le resultó nada difícil librarse de mí.

—¡Ya me hartaste, estúpida mocosa! Hiciste muy mal en venir hasta aquí sola, maldita escoria americana. ¿No te enseñó tu mami que no debes hablar con extraños en la calle? —Claver me sujetó muy fuerte del brazo al punto de parecer que me lo rompería en cualquier momento, y me arrastró hacia la puerta de su oficina—. ¡Chicos! ¡Escolten a la nueva mercancía hasta sus aposentos!

Dos hombres totalmente corpulentos aparecieron y me sostuvieron uno de cada brazo, grité y pataleé totalmente desesperado pero no logré escapar de aquellos enormes gorilas. Al pasar por un largo pasillo color carmesí observé las diferentes habitaciones que había en ese lugar; dentro de cada diminuto espacio había una chica de diferente raza y aspecto, vestida con un traje aún más diminuto que el que acababa de tirar al suelo. La mayoría sonreía coqueta al hablar, y se desnudaban con gran facilidad ante la cámara. Mi estómago se revolvió del asco y la indignación, ¿dónde estaban las autoridades que no detenían semejante atrocidad?

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