Luego de sumergirme en una paz absoluta, en una tranquilidad deliciosa, mi cuerpo fue recuperando lentamente los sentidos y abrí mis ojos gracias a un delicioso aroma a café recién pasado. Observé todo a mi alrededor sin poder creer lo que estaba pasando, me encontraba acostado en el fino sofá de piel más confortable de todo el jodido planeta, estaba en el interior de una hermosa suite de algún lujoso hotel. ¡Qué diablos! ¿Acaso de verdad había muerto? ¿El cielo era una fina habitación? "¡Tonto!" Me reprendí mentalmente al darme cuenta de los disparates que invadieron mi cabeza. Me refugié en la calentita manta de osos Panda que cubría mi helado cuerpo, la suite era realmente cálida y a duras penas observé detenidamente el lugar.
Las paredes estaban bellamente decoradas por cuadros que solo había visto en las películas y en casa de los Clifford, por los brillantes marcos de oro que los cubrían parecían haber sido sacados de algún exclusivo museo. La encimera tenía unas rosas rojas preciosas metidas en un jarrón de estilo colonial; espejos, arañas y trajes hechos de telas preciosas colgadas en extraños percheros dispersos por doquier. Botellas de licor que conocía a través de la pantalla de mi computador, los cigarros más raros de la historia y las señas de lo que seguramente fue una fiesta privada era el paisaje de mi retorno a la realidad. Unos pasos me sobresaltaron, logré ver a aquel hombre evidentemente afeminado cruzar por la puerta entrando velozmente a la estancia. Llevaba un elevado peinado en su brillante cabello teñido en un color violeta encendido, al igual que el color de su extravagante traje sastre cubierto de pedrerías y lentejuelas. Se me acercó con el semblante lleno de preocupación, creo que estaba a punto de darle un ataque cardíaco.
—¿Gato callejero? ¡Hey jovencita! Gracias a dios que al fin despiertas, me estabas preocupando —mi nuevo captor se sentó en el sofá próximo mirándome con detenimiento—. Duermes más que un murciélago, ¡merde! Estuve a muy poco de solicitar un médico.
—Desearía no haberme despertado jamás... Pero gracias por salvarme de esta vida miserable que me toca enfrentar —me incorporé apenado y extrañado a la vez, ¿a merced de qué clase de psicópata había venido a parar?—. ¿Usted me compró?
—Desde luego, Ignacio no podía negarse bajo ninguna circunstancia. Esa puerta blanca es el baño por si quieres asearte un poco, te dejaré ropa limpia en aquella habitación para que te cambies con total libertad —me señaló una puerta al final del pasillo y no pude evitar temblar por los horribles recuerdos, aunque sus gestos de divo absoluto me ganaron una pequeña sonrisa—. Luego podrás comer, he pedido la cena.
—¿Acaso es usted un ángel? Gracias, no debe molestarse demasiado por mí. Soy un caso perdido, no valgo nada en este mundo...
—No, no soy un ángel. Mi nombre es Dorian Leroy y es lo menos que puedo hacer por ti. Me tenías muy preocupado, hasta llegué a pensar que debía organizar un extraño funeral sin siquiera saber tu nombre completo, o tendría que acudir a una comisaría de mala muerte a relatar cómo te compré para luego dejar que mueras. ¡Ah! —Sus exagerados gestos me causaron gracia—. Vete a bañar que lo necesitas urgente, señorita.
ESTÁS LEYENDO
MININO
ChickLit¿Podrías creer que la mujer más hermosa del planeta es un hombre? De la manera más inesperada, Andy consigue convertirse en la mascota de la culpable de su preferencia sexual; Noelia Duval: la más grandiosa diseñadora de modas, anualmente elegida co...