Capítulo 31:

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—Brennan se encargará de ti en mis horas laborales, considéralo un guardaespaldas

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—Brennan se encargará de ti en mis horas laborales, considéralo un guardaespaldas. Puedes retirarte, Brennan —mi nueva niñera se retiró en silencio cerrando la puerta, le había traído una copa de coñac y un misterioso paquete a su jefa. El ambiente se sentía cálido, o quizás se debió a que estuviera ardiendo por esa mujer. Miraba a mi diosa con insistencia y no pude dejar de hacerlo, es absolutamente bella—. ¿Qué? ¿Acaso una mujer no puede tomar una bebida fuerte? Fue un día pesado... 

Ella estaba a la defensiva.

—Eric es demasiado amargado para cuidar a un gato, yo soy muy delicado. 

—Carece de paciencia, pero es el hombre más leal y eficiente que tengo a mi lado. No podría confiarle tu seguridad a nadie más, pocas personas tienen acceso al interior de mi casa —pronunció con seriedad, ese fue un dato perturbador—. Los gatos reales sueltan demasiado pelo, sus cajas de arena son molestas, atraen bichos y huelen bastante mal. Destruyen los sillones, cortinas y todo en lo que puedan afilar sus garras. Contigo me libero de todos esos detalles desagradables. No tienes permitido hablar en mi presencia, levantas tu dedo meñique derecho para hablar solo cuando sea necesario, en caso de vida o muerte. Alzando el derecho pedirás permiso para usar el servicio higiénico.

—Ser un gato mudo, ¡entendido! 

—Los gatos no hablan, y para hacerme compañía sólo necesitas escucharme y obedecer —un nudo se formó en mi garganta—. Ahora aclaremos esto, cuando estemos solos en esta habitación podrás hablar todo lo que se te antoje, en la cama querré escucharte todo el tiempo posible, única y exclusivamente en este lugar, ¿lo has entendido? —Afirmé en silencio algo aturdido—. El resto del tiempo sólo quiero escuchar maullidos.

¿Cómo demonios iba a conquistar a mi diosa si tenía prohibido hablar? ¿Los maullidos sirven para enamorar a una persona? No, por supuesto que no. Tal vez debía aprender vudú para hacerle un encantamiento, ofrecer mi alma al diablo, sacrificar cien gallinas o algo por el estilo.

—La cama no es sólo para hablar, señora Duval —intenté sonreírle sexy, pero no sabría si lo logré. Estaba inmerso en mis dudas cuando una sonrisa maliciosa embelleció su perfecto rostro.

—Soy una persona pública y no me conviene que se enteren que tengo a una mujer como amante, por esa razón para el resto del mundo a partir de hoy serás un hombre. Quiere decir que quienes conocen tu verdadero género son y sólo serán tres personas, Leroy, Brennan, y yo. Nadie más debe saberlo. Es muy importante que lo tengas siempre presente —me advirtió cruzándose de piernas cambiando de lado, las reglas de convivencia iban de mal en peor. Para mi fortuna su nueva postura me dejó apreciar un poco sus muslos, su blanca piel se veía exquisita y moría por saborearla en ese preciso instante. 

—Como usted ordene, señora Duval. Cumpliré las normas que me exija y seré su hombre ideal, aunque no tenga idea como...—ella rodó lo ojos y negó lentamente—. Espero que no vaya a echarse para atrás y decir que no me puede cuidar, no quiero ser devuelto a las calles.

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