Capítulo 35:

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Cientos de perchas después me decidí por un vestido de gasa rosado estraples con pasador en el pecho, la falda era pomposa y muy alta para que la dama me pudiera coger sin mucho esfuerzo

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Cientos de perchas después me decidí por un vestido de gasa rosado estraples con pasador en el pecho, la falda era pomposa y muy alta para que la dama me pudiera coger sin mucho esfuerzo. Venía acompañado de medias blancas más arriba de las rodillas y un abrigo de peluche en color fucsia. Perfectamente vestido me coloqué las orejas, las manoplas, la cola y me miré en el espejo, lucía como una prostituta. 

—¡Anderson! ¡Baja ahora mismo!

El grito de mi niñero me hizo apresurar mi búsqueda de los zapatos que vayan a juego, finalmente encontré unas converse altas es rosa y bajé saltando a su encuentro. En el salón no había nadie, pero unos ruidos que llegaban desde el exterior me alertaron, caminé indeciso hasta llegar a la enorme puerta principal y la mandíbula se me quiso caer al piso, habían montado un taller de costura en el precioso jardín. 

—Buenas tardes... —farfullé observando todo, era una completa locura. Tres mujeres acompañaban a Eric en aquel oasis de ensueño—. ¿Qué es todo esto...?

—Un taller de costura, ¿no es obvio? —Comentó irónico inspeccionando las prendas que habían apiladas encima de una mesa plegable—. Debes tener un atuendo para cada toda ocasión que la jefa vaya a necesitar. ¡Señoras él es el gato! 

—Buenas tardes, joven Minino. Por aquí por favor —una robusta señora me señaló una tarima circular de madera blanca. 

—¿Aquí está bien? —Me quité el abrigo y se lo entregué.

—¡Está perfecto! —La mujer sostuvo la cinta métrica que llevaba en el cuello, y se la entregó a Eric quien comenzó a tomar mis medidas—. Señor Brennan usted dicte y yo iré apuntando...

—¡Pero miren nada más qué precioso jovencito! ¡Eres una ternura! —Las dos mujeres restantes se acercaron a mí como si yo fuera un espécimen de circo—. ¿Cómo te llamas, niño?

—Minino...—murmuré mientras Eric medía mi espalda, eso fue raro.

—¡Oh que tierno eres! ¡Y hablas! La señora Duval tiene gustos muy exquisitos, ¡y te viste como niña! ¡Mírenlo! —Una tipa pecosa me apretó las mejillas riéndose junto a sus compañeras que me acariciaban las orejas.

Demasiado incómodo para soportar, debía apartarlas de mi cara.

—En realidad estoy aquí contra mi voluntad, vivo siendo violado salvajemente por la señora Duval... ¿Pueden ayudarme por favor? —Listo, a joderse por pasarse de confianza. Pero las tres cotorras sólo se burlaron de mi comentario y siguieron con su trabajo como si nada—. ¡Oigan ustedes! ¡¿No harán nada para ayudarme!? ¡Estoy secuestrado en esta maldita mansión! ¡¿Hola!?

—¡Pero qué tierno y gracioso eres, muchacho! La próxima vez te traeremos una pomada para los moretones, la señora Duval debe darte unos duros azotes, ¿cierto? Estos chicos de ahora cada vez salen más femeninos...—comentó la pecosa mientras las otras mujeres reían a carcajadas, el colmo. 

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