Capítulo 3.

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      Esa noche atrape un resfriado. Gracias a mi familia.

     Transcurrió una semana...una miserable semana, y mi resfriado no quería sanar,  ni pinta de querer mejorar.Pero eso no seria un impedimento para lo que me esperaría al final de aquellas noches sombrías, nada seria un impedimento para vender mi cuerpo noche tras noche.

       Me encontraba en el sótano, sentanda en el piso hecha una bolita, esperando el momento en que shelsea llegara. Llegó diez minutos después, trajo una bolsa la cual se notaba que  provenía de una tienda muy costosa. Camino hasta mi y se coloco en frente, me tomo del brazo izquierdo -donde se hallaban las cortadas- hizo que me sentara de forma brusca en una silla que se hallaba frente un espejo, y empezó con  su trabajo,  maquillarme. Dio pinceladas en mi rostro, dejándome un bonito ahumado en mis ojos, logrando un aspecto misterioso.

      -Hoy sera una noche importante.- susurró en mi oreja mientras recogía mi cabello para acomodarlo en un moño alto.

      Aquella oración no tenia ningún sentido para mí, todas las noches eran iguales Frías y dolorosas, pero claro, para Shelsea y Bob, todas y cada una de ellas, eran importantes, ganaban demasiado dinero, a costa de mi cuerpo...

     Cuando Shelsea estuvo a punto de terminar mi maquillaje, buscó entre sus cosas un labial rojo pasión, pero para mi era rojo dolor , odiaba ese color. Pintó perfectamente mis labios y comisuras. Y ahí estaba el espejo, aquel  donde reflejaba lo que soy, una asquerosa dama de compañía, para sonar lo más sutil posible.

      Mi madre se despego de mi lado y fue por la bolsa que había traído consigo, paseó por la habitación, observando con precaución y seguidamente saco el contenido de aquella bolsa y lo colocó en el respaldo de la silla donde había estado sentada. Instintivamente lleve mis manos a mi boca  en cuanto Shelsea sacó de la bolsa el traje que me pondría, me quede sin palabras. Era un corsé blanco con detalles de encaje y piedreria, y unas mallas que tenían lazos rojos al término de cada una de ellas... y unos tacones blancos, con incrustaciones de piedras brillosas. Me quede paralizada, siempre solían disfrazarme con trajes vulgares, pero esto era otro nivel. Nunca... nunca había usado ropa interior tan elaborada y delicada como esa.

      Me vestí completamente, sintiendo que todo comenzaba nuevamente, viéndome atrapada en ese maldito circulo vicioso del que jamás podría salir -al menos viva-  e instintivamente  rodo una lágrima traicionera por mi mejilla.

     Otra vez, aqui vamos.

     -Hijita, te falta algo.- musitó Shelsea tomando mi brazo y colocando algo en mis manos.

      Era un antifaz rojo.

      -Enma, hagas lo que hagas no te quites este antifaz y no digas tu nombre  y mucho menos tu apellido. A partir de hoy, eres Bella calamidades ...

      Solo me límite a asentir. Me lo puse, y comenzó todo.

***

      Me monté en el famoso auto rojo de siempre. Se encontraba conduciendo un hombre viejo de tez blanca, ojos claros, con un uniforme de ¿portero? En realidad no sé.

      Dejé caer mi cabeza en el vidrio de la puerta, viendo todo a mi paso, todo lo que quedaba atrás, la casa, mamá. papá... Y realmente me planteé la interrogante de que no sabia que era peor.  A medida que avanzabamos notaba que no conocía el camino. Noté como el auto fue reduciendo su velocidad y  se estacionó en el frente de una casa estilo colonial, con un imponente portón en el frente. Abrieron la puerta, y se asomó aquel viejo, ordenándome que me bajara. Hice lo que me dijo, me bajé, y al hacerlo note que había otro auto,  era un Audi A3 amarillo canario. Aquel viejo me dio una mirada que supe interpretar e hice lo que significaba, me monté y emprendieron un viaje hacía algún lugar que yo no conocía.

Solo por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora