Capítulo 24.

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Transcurrieron tres días, tres duros días para enma. Trataba de evitar a su padre a toda costa, no tenía el deseo de ir otra vez a aquel hotel. Sin embargo, quería verlo a él.

Día a día evitaba tocar la universidad. No se sentía preparada para contarle toda su mierda a su única amiga, y salir con Emilio, como si fuese algo normal. Simplemente era demasiado, o quizás no, pero de alguna manera se sentía abrumada.

Estaba sentada en forma de ovillo en el suelo rígido y frío. La noche estaba en su clímax, la luna resplandecía como nunca. antes la había visto, junto con las estrellas adornando el cielo. Observó por algunos instantes ese paisaje, y por un momento deseó ser alguna de esas estrellas; quería brillar por sí sola, no representada por un traje, un par de tacones y aquel maquillaje. Deseaba ser libre, no sentirse como un perro con un collar en su cuello. Aquello era tan frustrante.

Se dejó caer completamente en el suelo sin dejar de ver el cielo, posicionó sus manos detrás de su cabeza para no estar tan incómoda. Susurró algún sonido de su boca y poco a poco fueron cayendo sus párpados para luego caer en un profundo sueño, para caer en una dimensión desconocida dónde se veía a sí misma caminando por las calles de la ciudad.

(...)

—Hija... despierta. Ven.— susurro shelsea mientras la removia en el suelo.

—Mmmm.. no quiero.— bufó.

—Vamos tienes que salir de aquí. Sea lo que sea que haya haya pasado, tienes que olvidarlo y levantarte de este suelo. Joder.— sentenció.

Enma se levantó del piso a gatas hasta por fin levantarse e ir caminando del lado de su madre hasta el sótano.

La muchacha agradecía al cielo que bob sacara a su madre de aquella habitación donde la tuvo cautiva.. A pesar de que su madre era una mujer dura, ella misma había visto como se le caía el mundo a pedazos después de la muerte de su hijo y la desaparición del otro. Por primera vez enma sentía la atención materna que siempre había deseado. Y aquello era realmente reconfortante.

Cuando finalmente entraron al sótano, su madre la dejó sentada en una silla de plástico que estaba en una esquina, y seguidamente se fue hasta una pequeña pila de ropa que estaba doblada en un estante. Buscó y buscó, hasta que se dirigió hasta ella y le plantó un par de camisetas y pantalones en la cara.

—Elige uno. Duchate y vete a estudiar. No te quedarás aquí encerrada. No más, enma.— le dijo tomandóla de la barbilla para verla directamente a los ojos.

—No puedo shelsea. No quiero.— dijo en un sollozo.

—Si sales de esta, dentro de poco te contaré lo que quieras. — susurro shelsea bajando la mirada.

Enma simplemente se levantó, se ducho y en menos de cinco minutos estaba lista para que bob la llevase. Se acercó al espejo, se paso las manos por su cabello castaño y lo dejo suelto.

Se acerco a su madre, la brazo y le dijo:

—Es una promesa.— shelsea respondió con un asentimiento de cabeza. Enma sonrió y le dió un beso en la frente.

—Hasta luego, mamá.— salió por la puerta caminando.

(...)

Enma estaba sentada en el pupitre del aula donde tendría la clase. De alguna manera estaba nerviosa. En un abrir y cerrar de ojos el salón estaba repleto, todos a la espera del profesor. Y ella solo deseaba salir de aquel agujero donde estaba. No pasaron ni diez minutos cuando las puertas se abrieron y entró el profesor.

—Buenos días, clase. Hoy es un nuevo día, y amanecí con ganas de hacer algo diferente.— esbozo una sonrisa mientras se sentaba en su escritorio. — Haber, algún día serán unos doctores bien formados en el área, y necesito que se desenvuelvan como tal. ¿Que mejor que rompiendo el hielo entre nosotros? Si, no se lo esperaban, pero vamos, será divertido.

Solo por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora