Capítulo 17.

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Ya era de mañana, los rayos del sol se asomaban por aquella ventana. Se hallaban allí en el suelo abrazados como si su vida dependiera de ello, ninguno de los do nunca habían dormido tan agusto en su vida, y ese momento era mágicos y perfecto.

Emilio tenía su brazo enrollado en la pequeña cintura de la muchacha, su cabeza estaba enterrada en el cuello de la misma, aspiraba el suave aroma de almendras que tenía ese cabello. Ella solo se sentía en una nube, un paraíso...

Dos horas pasaron y con ellas a ambos se les esfumo el sueño. Se removieron en el suelo incómodos, el calor que causaba el sol ya era incómodo y la dureza de el suelo les provocaba dolor en sus coyunturas. Enma fue la primera en abrir sus ojos, tardó unos minutos en acostumbrarse a la luz, pues le dolía insoportablemente la cabeza, no recordaba nada, ni siquiera sabía donde se hallaba. Su cuerpo estaba como dios lo trajo al mundo, y eso la hizo maldecir un millón de veces por lo bajo. Trató de levantarse sin despertar lo suficiente a Emilio, tardó unos segundos admirando la belleza de ese hombre, y preguntándose ¿Que rayos habían hecho? En otra situación se hubiese hecho un ovillo y lloraría eternamente; pero este caso era diferente y ajeno para ella. No le molestaba en lo absoluto estar desnuda allí, tenía pena, pero no sé arrepentia de todo aquello, Emilio era el causante de nuevas sensaciones para ella, y no sabía si estaba preparada para ese tipo de cosas.

Al instante recobró la compostura, tenía que irse urgentemente pues de lo contrario su padre la enterraría viva por haber escapado y pasar la noche fuera de casa. Sentía miedo, pero nada se asemejaba a esa sensación que se embargaba en su pecho al ver a ese muchacho tirado en el suelo.

Se vistió rápidamente y salió de aquel lugar, una vez afuera del sitio supo que era un hotel, le pareció conocido pero no le importó. Corrió por la callea durante unos quince minutos, no sabía donde estaba, y menos se sabía las calles; no encontró su telefono, por varios momentos se quedo sin rumbo caminando por todas las calles, ya solo le quedaba esperar.

—¡Enma¡— exclamó una voz femenina a sus espaldas. Rápidamente giro y ahí estaba su Ángel, era alina estaba en un auto color azul pastel, no supo su estilo pues no sabía de carros.

Corrió rápidamente hasta llegar a su amiga y finalmente subió al auto.

—A mi casa. Ya.—pidió. Alina se extraño pues ella nunca le dijo donde vivía, pero no le dió importancia y puso su GPS en marcha.

Enma vió calle tras calle durante veinte minutos, su amiga respeto su espacio al no preguntarle nada, y ella agradeció ese gesto. Por su mente solo vagaban los posibles castigos que le daría su padre. No quería llegar a esa casa, pero lo tenía que hacer.

Observó esa casa de sus pesadillas y con pesadez se despidió de su amiga dándole las gracias por haber hecho eso por ella. La casa estaba con la purear entre abierta, y se escuchaban cosas romperse y el llanto desgarrador de shelsea.

Acercó sus pasos con dificultad hacia la casa y posicionó el pie en el primer escalón.

—Y con una mierda. ¿Donde coño está? ¡¡La quiero aqui ya mismo joder!!—vociferó bob.

Ella con timidez y miedo terminó de subir los escalones restantes, y entró. La imagen que vió fue desastroza, su madre estaba gravemente golpeada, los muebles estaba rasgados y volteados al contrario, en el piso habían salpicaduras de sangre que supuso que serian de shelsea, y aquel hombre estaba en medio de esa escena, él era el principal protagonista de aquella obra; su cabello estaba revuelto, y habían gotas de sangre en su camisa de cuadros. Él al verla ahí parada en la puerta, corrió hasta ella y la tomó de los cabellos a la fuerza, la arrastró por todos los suelos y la tiró en las escaleras bruscamente.

—¿Te la quisiste dar de lista al escaparte, no? Pues ahora verás lo que te va a pasar por haber roto las reglas de esta maldita casa. Tú eres solo una puta, y ahora te trataré como tal.— le escupió en la cara, y le dió un puñetazo en la cara dejándola inconsciente.

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—No más por favor, no más.— pidió enma con un hilo de voz.

Después de aquel golpe que la dejó inconsciente su padre la golpeó, la quemó con cigarrillos, la violó y aquel acto a ella le saqueó por completo. Bob nunca había actuado de tal manera con ella, siempre había sido brusco pero no había llegado a esos extremos.

Ella yacía ahí en una mesa de madera, atada a las cuatro extremidades, sus piernas estaba flexionadas y por sus muslos rodaban gotas de sangre que provenían de su interior. Le dolía todo su cuerpo, las quemaduras que bob había hecho en su cuerpo le dolían más y más, no sabia como su cuerpo había resistido tantos golpes y latigazos; pero ya quería que toda esa escena se acabará. Durante todo ese tiempo escuchó los llantos desgarradores de su madre detrás de la puerta que los separaban.

—Esto es solo el comienzo hija. —susurró bob plantandole un beso en su sien. Seguidamente caminó unos pasos hasta la puerta y la abrió, y entró shelsea desesperadamente tratando de esquivar a aquel hombre, trató de correr, pero él le puso el pie en medio e hizo que cayera de bruces al suelo; pero aquello no le importó, se levantó con dificultad —Pues ella también estaba herida— y acortó la distancia que estaba entre ellas.

—Tù no mi bebé, otra vez no por favor. Tú no...– susurro shelsea para sí misma mientras abrazaba el cuerpo desnudo de la muchacha, el cual ya estaba cansado, y que poco a poco fue sediento a caer inconsciente nuevamente...

—Te protegeré de él, mi pequeña.—Le prometió entre lágrimas.

Solo por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora