Capítulo 26.

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Emilio:

       La emoción que recorría mí cuerpo no era nada normal, podía sentir como toda la adrenalina se mezclaban con un sentimiento indescriptible, era realmente bueno. Jamás en tanto tiempo me había sentido así —y en realidad si fue hace mucho tiempo. Mi madre aún estaba viva, y me había regalado un avión de control remoto que tanto había deseado— pero este sentimiento iba más allá, era malo, me daba miedo; pero a la vez quería lanzarme de un puente si era posible para experimentar ese sentimiento.

      Era increíble como esta chica de ojos bonitos se había clavado en mi mente desde aquel día en el bar. Entre malas experiencias y ella, la prefería un millón de veces, sin importar todo lo que implicara, porque de verdad se veía tan pero tan terca como una cabra loca, pero ese era su enigma y lo más que me atraía de ella, es como un imán que me lleva hasta ella, vaya a dónde vaya.

      La manera en que me vió en ese momento que la tome en no brazos, se veía tan pérdida y aliviada que no sabía que pensar. Pero eso no me iba a detener.

      Iba caminando por el campus de la facultad, se suponía que tendría dos clases más, pero al carajo, nada me quitaría esto. A lo lejos ví a esta chica de senos grandes que no recuerdo su nombre, y me hizo casi Vomitar.

      —Hola bombón ¿Como estás?— dijo jugueteando con una paleta color rojo que le dejaba su color rojizo en los labios, mientras balanceaba sus manos alrededor de su minuscula falda.

—Hola...

      —Maxie. ¿No me recuerdas? Hace  dos semanas, esa noche en el bar. Estabas algo decaído ¿Te pasaba algo, cariño? — Joder ya lo recordaba. Tan solo de recordarlo me daba asco. Las imágenes que se reproducían en mi mente de ella totalmente desnuda a mi merced. Y ese día, ese día mi cabeza estaba hecha un asco, y ahora ella... ella lo a empeorado.

      —Ah, si. No, no me pasaba nada. Yo.... yo mejor me voy. — dije dando un paso adelante.— chao, maxie.

      Me detuvo posicionando sus manos en mi pecho y acercando su gran boca rojiza a mí oído, para luego susurrar: —Cuando quieras lo repetimos, gatito.— y finalmente me pasó su extremadamente y kilométrica uña color neón por mis labios.

      Seguí con mi andar lo más rápido que pude. Tratando de olvidar los últimos cinco minutos, que cosa tan incómoda, realmente si fuese otro hombre la hubiese llevado a un aula, y seguidamente me la tiraría hasta hacerla gritar y  hacer que el rector nos encuentre. Pero eso en realidad no me atraía en lo absoluto.

      No sé que me hacia diferente de los demás, quizás era la vida dura a la que mí padre me había sometido—Lo único bueno de esa vida era mi madre— aún tengo esos recuerdos de mí padre golpeándome con una pala.—estuve en cama dos meses con heridas profundas— solo tenía doce años. Aveces estaba mi madre para defenderme, otras veces él solo la encerraba en la última habitación de la casa.

      Solía ver siempre el ambiente de la facultad: muchos jóvenes con hormonas por los cielos. Yo, yo solo no podía ser así, simplemente podía fingir para ser un poco aceptado.

      Caminé hasta el estacionamiento, era aún temprano, a lo lejos ví una cabellera castaña entrar a un auto rojo. Era ella. Me extrañó verla irse tan temprano. ¿Algún día sabré dónde vive? O ¿algún día ella sabrá dónde vivo? Esto en realidad se veía más complicado de lo que era en verdad. Quería correr hasta ella e invitarla a tomar un helado, ir al cine o algo parecido, pero simplemente no podía. No la podía arriesgar. Tendría que estar con el perfil muy bajo. Esto era lo que pasaba cuando mis fantasmas y demonios del pasado se juntaban y hacían mí vida miserable. No me dejaban ser normal.

Solo por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora