Capítulo 20. 3/3

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Enma odiaba cada dia más su vida. Ese escape le costó muchísimo. Odiaba como su vida se abogaba en un mar de lamentaciones y nadie la ayudaba.

Aquellos sueños y Emilio era lo que ocupaba su mente. No era capaz de percibir el dolor físico, ya era demasiado para ella y ya parecía no sentir su cuerpo. Por su mente vagaron escasas imágenes de ella misma muriendo en un agujero negro. Durante horas esperó que ese momento llegase pero se le hizo eterno. Apenas podía abrir sus ojos. Era un nuevo día. Era una lastima estar con esa incertidumbre que no te permite ver más allá del dolor y la preocupación. Pasó una semana y cada día era peor que el anterior. Durante una semana vió a su madre sentada en esa silla frente la ventana, lloraba mucho. Y se moría de frío. No había un día que bob la maldijera asimisma, y la culpara por actos que ella no tenia conciencia. Era como encontrarse en un carrito chocon, cada vez que creía que iba todo bien, que por fin saldría de aquella habitación, volvía lo mismo y la sorprendían con un golpe más fuerte que el anterior.

Era de mañana. No sabía ni que día era, su cuerpo estaba teñido de un color entre morado y verdoso. En su interior quería que todo aquello se acabase, y ese sería el día. Trataba de manejar el dolor físico que sentía al moverse, pues tenía y necesitaba levantarse de allí. Sentía que si se quedaba un día más ya no tendría ni fuerza ni valor para levantarse. Su madre, como todos los días se hallaba frente la ventana, siempre estaba sumida en sus pensamientos.

Reunió todas sus fuerzas y se sentó en aquella mesa con los pies próximos al suelo. El frío era horrible, todo su cuerpo estaba entumecido y era difícil mantener algún movimiento.

—¿Mamá?— llamó a su madre. Tratando de sacarla de su mundo.

—¿Sí, mi pequeña?—Le respondió sin dejar de ver a la nada.

—¿Quién es enma?

—Aún no mi princesa. Aún, no.— le susurró con una sonrisa cálida.

Nunca pensó ver a su madre en ese modo tan sumiso, era extraño ver lo afectada que estaba ultimamente, aún no podía asumir que hace unos meses dejó a su hijo en un cementerio, y ahora le dolía ver a su hija en esa mesa de torturas. Era demasiado para ella, y nadie sabía si estaba llegando a la locura por ello.

Enma recaudó más fuerzas aún y logró ponerse de pie. Y en ese momento se escuchó el chirrido de la puerta.

—¡Oh vaya, pero si la niña ya se puede levantar!— se colocó a su lado y le acarició la mejilla.— Que bueno que ya tienes fuerzas. Espero que te haya quedado claro la lección. De lo contrario, la próxima vez será peor. Te lo aseguro, mi princesa. — bramó con una sonrisa macabra.

—Sacame de aquí.— pidió ella.

—Pues claro que si mi niña, hoy saldrás. Volverás a tus andanzas, a lo que sabes hacer; aparte de la universidad claro.— dijo entre carcajadas.— Más te vale que exista un maquillaje que tape todo esto, aunque puedo conseguir a alguien que no le importe... Vamos, tienes que alistarte para ir a estudiar.— dijo atrayendola hacia la puerta de salida. Le echó un último vistazo a su madre, le dió lastima, pero no era hora de flaquear. Necesitaba ser más fuerte que nunca.

Su padre la llevo a su antigua habitación. Aquella que es el sótano. Por primera vez amó estar en ese lugar. Se dió de cuenta que ese asqueroso lugar, era su lugar y nadie podría tomarlo. El calor de lugar invadió inmediatamente el cuerpo de la muchacha, y ella por su parte echó unas cuántas lágrimas de felicidad al ver el cartón tendido en el suelo que es dónde solía dormir. Acarició la poca ropa que se hallaba en el lugar, era perfecto todo. Por lo menos en ese momento. Tras una semana y unos días de estar muriendo de frío y de dolor, por fin estaba tomando una ducha aunque sea de agua sucia y fría, y vistiendose con su poca ropa.
La muchacha creía que dormir con el perro era lo peor. Pero cuan equivocada estaba.

Solo por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora