Capítulo 44.

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Omnisciente. 

Dos semanas después.

Ringo y George ya no hallaban que hacer con Paul. Este parecía haber entrado en un trance después de que pasaron cuatro días sin que John volviera de su viaje. Este iba todas las mañanas, desde que salía el sol, a sentarse en la banca donde se podía apreciar buena parte del puerto, y no se movía de ahí hasta que el sol comenzaba a ocultarse. No comía nada durante su estancia, solo se limitaba a ver hacia el horizonte y consultar su reloj de vez en cuando. 

   El padre de Paul le había prohibido a este que siguiera yendo al puerto, y lo encerró en su habitación. Aún así Paul se las ingenió para escapar por la ventana, lastimándose todo el cuerpo, pero ni eso lo detuvo y ese día también fue al puerto a esperar a John. La mamá de John tampoco se encontraba bien, pasaba todo el día encerrada en su habitación, llorando. Y Mimi tampoco sabía que hacer ahora. El vacío que había dejado John era increíble, pero aún así algo hacía que la esperanza de Paul siguiera viva, y todos los días se sentaba en su banca, viendo como el mundo giraba. 

    Los marinos ya lo conocían, todos sabían que este estaba a la espera de John, y habían apodado a Paul como El loco de la colina. -Paul, basta ya, no puedes quedarte aquí por siempre- insistió George una tarde -Sé que todos creen que esto es estúpido, pero John volverá- aseguró Paul, rechazando la comida que George le ofrecía. Este miró preocupado a Ringo y el ojiazul soltó un suspiro, se colocó de cuclillas y tomó las manos de Paul con delicadeza. 

   -Amigo, creo que deberías de comenzar a considerar la posibilidad de que John te halla... bueno, tu me entiendes- comenzó a explicar Ringo -¡No! John nunca haría algo así, quizá solo se retrasó...- insistió Paul -Si, Paul, John se retrasó un poco en su viaje, pero cuando vuelva te buscará, te lo prometo, pero debes de dejar de estar aquí- continuó Ringo -No, tengo que esperarlo aquí, quiero verlo llegar- 

   George soltó un gruñido y se puso de pie, furioso -¡Basta ya, Paul! ¡Debes de entender que John no volverá! ¡Te usó, te mintió, y ahora es posible que se esté riendo de ti! ¡Te abandonó!- gritó este, le dolía mucho ver a su mejor amigo en un estado de salud tan deplorable, sucio, con la barba y el cabello largos y desordenados, perdiendo toda su alegría en un banco esperando a alguien que, según él, nunca volvería. -¡Estás mintiendo! ¡John nunca me ha mentido!- espetó Paul, tomando a George del cuello. 

    De pronto los tres se vieron rodeados por un grupo de marinos, que no parecían interesados en ver la pelea que estaba a punto de desatarse. -Chico de Lennon- lo llamó un marino en un casi susurro, que Paul por poco no escucha. Este giró la vista hacia el grupo de por lo menos 15 hombres con semblante triste -Chico, Billy encontró algo en su viaje de regreso...- explicó el hombre, abriendo paso a un joven, unos años mayor a Paul, que parecía igual de apenado que el resto. 

   -¿Y qué es?- preguntó Paul, soltando a George del cuello, por un momento la esperanza de que fuera una carta nueva de John, explicándole porque no había vuelto, apareció en su mente -Yo... encontré los restos de un barco en altamar- explicó el marino, sacando de detrás de su espalda un pedazo de hierro quemado y casi destruido -Este era el nombre del barco ¿Te suena a algo?- el marino enseñó a Paul, George y Ringo el pedazo de metal quemado. Paulline. Eso era lo que estaba escrito. Con la letra de John.

    Al ver la expresión de horror de Paul, todos los marinos se quitaron sus boinas en señal de respeto, y musitaron un leve -Lo sentimos, chico- antes de darse media vuelta y alejarse, no sin antes haberle entregado el pedazo de barco a George, que luchaba por sostener a Paul. -John... él no puede estar...- y Paul se desmayó. 

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Ojalá algún día pueda escribir una historia sin muerte y destrucción... 

Get back to Liverpool [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora