Capítulo 25.

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Los siguientes dos días en París fueron lo más divertido y romántico que jamás había echo en toda mi vida, cuando llegamos tuvimos que hospedarnos en un hotel de mala muerte en el que Paul insistió que estaba embrujado, cosa que aproveché para asustarlo más de una vez; aunque la última broma que le hice fue la más divertida.

    Me había escondido bajo la cama mientras Paul se bañaba, cuando este salió de la ducha y comenzó a vestirse salí de mi escondite y le tomé de las piernas, haciendo que soltara el grito más femenino que jamás pude haber escuchado de un chico y saliera despedido hasta la puerta, que intentó abrir tan desesperadamente que no notó que tenía seguro y comenzara a pedir auxilio, lo que me mató de la risa. Cuando se dio cuenta de que había sido yo se enfadó tanto que esa noche me obligó a dormirme en el baño y no pudimos tener sexo. 

   De echo el pobre aún seguía enojado conmigo, pero yo no podía dejar de carcajearme cada que recordaba su cara de terror al no poder abrir la puerta. Durante todo el camino de vuelta a Inglaterra el chico no me dirigió palabra, solo llegó y se sentó en la popa del barco con los brazos cruzados. Me hice a la idea de que se le pasaría el enojo en cuanto viera que estábamos a punto de llegar a Liverpool, pero el chico seguía con su mirada completamente amenazante y los brazos cruzados. 

   -¿No piensas moverte de ahí?- le pregunté al chico, que soltó un bufido, que parecía que estaba practicándolo desde hace horas, pero de cualquier forma no me contestó. -No puedes estar enfadado conmigo toda la vida, Paullie- juro que por un instante vi como el chico sonreía, pero su sonrisa desapareció tan rápido como había llegado -Paul, no te enfades, te dije que en ese hotel no había nada que te pudiera asustar y solo quería que perdieras el miedo, además de que ya me has castigado demasiado sin darme un poco de acción ¿No?- 

    -¡Me hiciste correr desnudo y asustado! No tengo porque perdonarte- recordé la expresión de terror de Paul y tuve que morderme la lengua para no comenzar a reírme -Perdón, pero ¡Ni siquiera tu puedes negar que fue divertido!- Paul desvió la mirada de mi nuevamente y se puso a mirar el mar. Tomé a Paul de las mejillas y le planté un pequeño beso, del que él rápidamente se separó -No vas a arreglar las cosas besándome, John- contestó Paul con todo su orgullo a flor de piel. 

   -Ya te dije que lo siento ¿Que más quieres de mi?- Y otra vez, Paul no contestó. Volví a obligarlo a besarme, y esta vez cedió un poco más -No voy a dejar de besarte hasta que me perdones, y toma en cuenta que estamos muy cerca de Liverpool, a tu padre no le va a gustar que llegues de Francia besándote con un apuesto marino ¿Cierto?- sin esperar respuesta del chico volví a besarlo.

Y otra vez.

Y otra vez.

Hasta que este comenzó a reír y me abrazó -Eres un idiota- me dijo riendo -Bueno, al menos ya no estas enojado- me separé del chico y le di un beso en la mejilla -Tienes que admitir que fue muy divertido ver como salías corriendo desnudo hacia la puerta- le dije, haciendo que riera -Bueno, si, fue divertido- aceptó, intentando disimular su sonrisa -Pero no quiero que vuelvas a hacer eso en toda tu vida, y mucho menos que se lo digas a alguien- me amenazó el chico con el dedo -Claro, cariño- le guiñe un ojo y este sonrió ligeramente sonrojado.

   -Será mejor que vayas por las maletas, estamos a punto de llegar- Paul me obedeció y bajó al camarote por sus cosas, mientras que yo maniobraba el barco para poder entrar al muelle poco iluminado que se iba haciendo más y más grande conforme avanzábamos. Estábamos a escasos metros en cuanto Paul subió con el montón de cosas que había comprado en Francia para su padre y su hermano. -Oye Paul, Mimi me dijo que te invitara a cenar en cuanto regresáramos ¿Que dices?-

    -¿Ahora vamos a ser una relación oficial?- preguntó Paul irónicamente, enarcando una ceja -No, solo es una cena, no creo que lo estén tomando tan formal- me encogí de hombros mientras apagaba el motor del barco y dejaba que las olas nos llevaran hasta el muelle, donde el cobrador ya nos estaba esperando -Bueno, entonces está bien ¿Que te parece mañana?- preguntó Paul mientras que yo le lanzaba la cuerda al cobrador y este la amarraba a un poste -Si, supongo que a Mimi y a mi mamá les gustará conocerte cuanto antes- 

    -¿Tu eres Lennon hijo?- preguntó una voz gruesa, proveniente de un hombre corpulento que estaba parado en el muelle junto con otros dos sujetos igual de corpulentos que él -¿Que es lo que quieren?- les pregunté mientras me ponía frente a Paul, dispuesto a golpear a esos idiotas si se ponían salvajes -Tienes nuestra mercancía ¿Que acaso tu padre no te dijo nada?- me quedé helado al escuchar esas palabras. Los tres hombres subieron al barco y se acercaron a un barril mal atado que estaba a un lado de donde nos encontrábamos Paul y yo. Ambos asomamos la cabeza para mirar como los tres hombres destapaban el barril, dejando a la vista una enorme cantidad de marihuana; más de lo que jamás había visto en mi vida. 

    Paul se quedó igual de perplejo que yo al ver el contenido. Los tres hombres sonrieron un volvieron a tapar el barril, para posteriormente sacarlo del barco; el único que había hablado se acercó a mi y sacó una pequeña bolsa del interior de su chaqueta -Tu pago, Lennon. Buen trabajo- me dio la bolsita y salió junto con los otros dos. Abrí con los dedos temblorosos la bolsita para encontrarme con la mayor cantidad de libras que pude haber imaginado jamás, sin duda podía comprarme una casa con ello. Miré a Paul, que tenía la boca abierta y una clara expresión de asombro -¿Tu lo sabías?- preguntó Paul, volviendo a cruzar los brazos. 

Get back to Liverpool [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora