Capítulo 8.

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A la mañana siguiente desperté muy tarde, a decir verdad nunca en mi vida había tenido una cama tan cómoda como en la que estaba ahora. Incluso después de abrir los ojos me quedé ahí, mirando el techo, disfrutando de la comodidad y el buen olor de las sábanas hasta que un mejor olor me incentivó a levantarme. Algo olía demasiado bien en la cocina, así que me desperecé un poco y coloqué mis pantuflas en mis pies fríos y bajé prácticamente arrastrándome por el piso hasta llegar a la cocina.  

   -Buenos días- saludé mientras removía un poco mi cabello que siempre se ponía rebelde por las mañanas. Miré la cocina, en donde ya se encontraba mi madre y Mimi tomando el té, sobre la mesa había un gran plato de huevos estrellados con tocino a un lado y una taza humeante de lo que parecía ser café -Ya iba a ir a despertarte, Johnny- me sonríe mi madre -Debemos de cortarte ese montón de cabello, pareces indigente- dijo Mimi, mientras que mi madre la contradijo -Yo opino que se ve muy guapo así, pocos chicos tienen el cabello así- 

   Dejé que ambas discutieran acerca de mi cabello y me senté a desayunar, poco sería decir que sabían bastante bien y muy pocas veces había podido disfrutar de una comida así, lo que me hizo soltar una pequeña demostración de mis malos modales aprendidos en altamar -¡John!- me reclamó mi tía una vez que vio el enorme desastre de huevos que había echo en la mesa -Lo siento tía, pero están muy ricos- hablé con la boca llena, lo que solo la molestó más. 

   -¡¿Donde están tus modales, John?!- me gritó mi tía dando una fuerte palmada en la mesa -Ya te dije que lo siento- rodé los ojos, lo que al parecer le resultó muy gracioso a mi madre, que ahogó una carcajada mientras que Mimi la fulminaba con la mirada; mi madre pareció entender la indirecta y se unió a Mimi en el sermón -No estamos en un bar de mala muerte, John, es la casa de tu tía y debes de mostrar modales- asentí rendido y me levanté de la mesa -Como sea, las veré en la noche- antes de que Mimi pudiera decirme algo acerca de a donde iba subí rápido a la habitación de huespedes y me vestí rápidamente. 

   Ya era bastante tarde, y había quedado de encontrarme con Paul temprano, así que salí prácticamente corriendo de la casa ya que no tenía ni idea de como llegar al puerto. Estuve perdido por las calles de Liverpool intentando dar con el camino correcto hasta que el familiar olor a océano inundó mis fosas nasales, y como si fuera un perro me guíe por el olor hasta llegar al puerto. Solté un suspiro de alivio al ver que no me había retrasado mucho y caminé hasta mi barco. Miré mi reloj una vez más y noté que aún tenía tiempo, así que bajé al camarote para cambiarme de ropa. 

   Busqué entre mis escasas prendas algo que no se viera roído o sucio pero no lograba dar con nada -¿Que te pasa, John? ¡Solo es un chico!- me reclamé a mi mismo en voz alta por estarme comportando como una adolescente enamorada. Tomé unos jeans un poco rotos de la rodilla y unas botas mientras libraba una batalla con mi subconsciente acerca de si de verdad me veía bien o no -¡Basta, John!- me grité mirándome al espejo -¿John?- la voz de Paul hizo que diera un brinco, lo que provocó que me diera un buen golpe con un pedazo de madera. 

   -¡P..Paul!- me sonrojé hasta las orejas mientras mi cabeza me gritaba que me veía como un completo estúpido, el pelinegro comenzó a reír por mi reacción -¿Que estabas haciendo?- preguntó el chico -Yo... bueno, tu sabes, clases de automotivación- si Paul no me hubiese estando viendo me hubiera dado un golpe en la cabeza, porque sin duda ese era el pretexto más estúpido que jamás había dicho. Paul enarcó una ceja y me miró -Ajá ¿Y por qué estas sin camisa?- bajé la mirada hasta mi pecho desnudo y me sonrojé aún más. Tomé la primera camisa que encontré y me la puse en un ágil movimiento que hizo que Paul riera más. 

   -¿Así que esa es la moda de los marinos? ¿Usar la camisa al revés?- Idiota, John, eres un idiota. Mientras pensaba algo convincente que decirle a Paul este río por lo bajo y me avisó -Estaré arriba, espero a que termines de automotivarte y a que te pongas bien la camisa- y sin más subió a la cubierta. Tomé un libro que estaba a mi lado y me di un fuerte golpe en la cabeza -¡Eres un idiota, John!- me dije, mientras escuchaba como Paul reía en la parte de arriba. 

Get back to Liverpool [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora