Capítulo 2: "La sirvienta"

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Poco a poco, los invitados se fueron yendo, despidiéndose de Shopie, de su hermana Claire de 15 años y de los señores Hilleland. Un ambiente vacío y caluroso había quedado atrás, ya era hora de que los sirvientes comenzaran a acomodar las mesas, lavar los utensilios y tirar la comida que había sobrado. Emma, la vieja Honoria, Manuela y Pedro se ocuparon de dejar todo en su lugar. Eran los sirvientes y debían aceptar su papel de simples criados, junto con otros más de su misma calaña.

Al rato, la casa quedó como siempre. Extremadamente limpia, cuidada y lujosa, exibiendo sus más de 80 años de tradición y ascendencia familiar.

Más tarde, Emma fue llamada para preparar el baño que Shopie debía tomar todos los días a las 10:30pm. Era una hora regular, impuesta estrictamente por Lady Hilary para que sus hijas se fueran frescas a la cama. La criada entró al baño, se acercó a la tina y apoyada del borde, giró la perilla de oro para que el agua comenzara a salir; era una bella tina blanca de cerámica blanca tallada, regalo de Thomas Wallington a su prometida, claro. El baño era espléndido, espacioso, bien equipado con tocador, lava manos, todo de una belleza y un lujo increíble. El techo era alto y las paredes de tendencia grisácea estaban unidas entre sí por ornamentas de bronce pulido. Un estante adherido a la pared exibía una fila pareja de esencias y perfumes de baño en los cuales predominaba el aroma a caléndula. La flor favorita de Shopie Hilleland.

Mientras esperaba que se llenase la tina, Emma pasó una mano por su frente y suspiró con pesadez. Estaba cansada. Durante la mañana había tendido las camas de las hermanas Hilleland mientras Manuela se encargaba de la de los señores, había ido al mercado a comprar carne al mercado y al volver había esperado a que pasase el lechero para que le vendira la leche que usaría para el chocolate de la tertulia. Se había ocupado de ayudar a Honoria en la preparación del almuerzo de sus amos en tanto que Pedro traía leña recién cortada y frutas que había sacado de los árboles del jardín. Luego de comer algunas sobras se había dedicado a encerar el piso junto a Manuela, más tarde ayudó a Honoria en la preparación de los platillos para la fiesta y durante ésta le habían asignado el lugar de la pileta para que limpiara cada pieza de cristal que volvía a la cocina, para lo cual debió buscar agua del aljibe por lo menos once veces aquella noche. Mientras hacía esto, Manuela y Pedro habían estado reponiendo la comida que consumían los invitados. Asistió en la limpieza luego de la tertulia y ahora deseaban que preparara el baño a la persona que más envidiaba en el mundo entero.
Pasó sus manos por sus ojos y los restregó, debía ser fuerte, no podía cansarse tan fácil pues no quería morir antes de los 30 años.

Una vez que la tina estuvo bien llena de agua tibia, le hecho el contenido de un envase, era como una esencia de manzanilla, de color verde, que a Shopie le encantaba.
Tomó después una canasta de mimbre y extrajo de allí, húmedos pétalos de rosa roja, recogidos esa mañana de los jardínes. Los arrojó con cuidado sobre la tina llena de agua, entonces apareció Shopie con una gran bata blanca que rodeaba su cuerpo esbelto y delgado, se la quitó dejandola a un lado y se sumergió en ese baño tan placentero. Emma siempre había querido bañarse allí, parecía el paraíso.

-Mi madre tiene un aceite de almendras que Lady Loren le obsequió Emma, hoy me lo prestó, quiero que me lo esparzas por la espalda, dicen que deja una incríble suavidad- Exclamó Shopie, señalando un frasco de cristal sobre el tocador.

-Sí, ama- Emma tomó el frasco y lo observó, una pequeña botella de cristal con el nombre del contenido grabado en él; observó a Shopie por un momento, ésta tenía los ojos cerrados y la cabeza hacía atrás, aprovechó que estaba distraída y acercó el frasco a su nariz destapandolo un poco. El aceite tenía buen aroma, embriagador, podría decir. Comenzó a esparcirlo por la espalda de su ama. Era desagradable y era conciente de que no le gustaba.

Luego debió irse maldiciéndola entre dientes.

-La odio....- Piensa- ...es una tonta por más que sea la hija de los amos, ella siempre fue mejor que yo- pensaba rabiosa, y no hablaba tan solo de la gran brecha social que las dividía.
Shopie parecía ser totalmente superior en todo y muchísimo más exitosa.

Se fue a dormir pues era Manuela la que se ocupaba la tina, después de media hora, luego de que la sinvergüenza de la señorita Shopie se terminase de bañar.

Luego cerró los ojos y rápidamente se durmió. Estaba muy cansada y abatida.
El día siguiente amaneció claro y hermoso, el sol entraba por los grandes ventanales de la Mansión, eran las 7am de la mañana y era la hora en que los sirvientes se levantaban. Emma se despertó por pura inercia, acostumbrada al agotador horario; se vistió tranquila y pacientemente con sus harapos, salió de su cuartucho.

Esa mañana le esperaba mucho que hacer, tenía que esperar a que pasara la mazamorrera para comprar la mazamorra, el velero para obtener las velas y el aguatero, luego debía asear las habitaciones, pues había acordad9 con Pedro que él limpiaría los baños, y debía preparar el almuerzo de sus amos, por la tarde pasaría el hombre que vendía los leños para el fuego, también debía comprarle a él.
Bien... eso no era difícil de ver, ninguno de sus días era tranquilo, siempre había qué hacer.

Caminó hacía la cocina, y allí se encontró a Honoria.

Al verla, la vieja rió- Así que al fin apareció la que quería baila', pues aquí hay que trabajá'. Hoy vienen los socios del patrón, por eso solo necesitaré el agua y la leche, para el chocolate. También comprá leña pa' el fuego, pero no voy la necesitá' mazamorra, que la mía es mejo' y hoy tengo tiempo para prepará'- Explicó Honoria.
Emma recordaba su historia, su piel negra y sus raíces nativas decían mucho de ella. Había vivido en el centro de África desde su nacimiento, en la colonia de los Maj'Terra, allí en su adolescensia había conocido a un joven moreno que había sabido corresponderle el amor, se sabía que tuvieron un hijo más tarde. Un día piratas franceses llegaron a la colonia y saquearon las chozas y los templos. Mataron a los hombres y se llevaron a las mujeres y los niños. La mujer fue saparada de su bebé y jamás volvió a encontrarlo, en cuanto a ella había sido trasladada en un barco pirata que se dedicaba a contrabando de esclavos. Sufrió hambre y sed hasta que finalmente la embarcación tocó tierra en un Puerto secreto en Inglaterra aunque ella no sabía adonde había llegado. Fue comprada en el Mercado de esclavos por un hombre de poco renombre pero que poseía dinero, éste la golpeaba para que le sirviera según lo que él deseaba. Poco después la vendió a otro hombre muy rico de apellido Hilleland y éste la obsequió a su hermano, el padre de Lord Arthur Hilleland. Pasó décadas en aquella Mansión sirviendo a su señor y más tarde a su hijo primogénito, Arthur; se casó dos veces y nunca volvió a ver a su hijo. Esa era la historia de Honoria, o la que conocía.

Emma solo asintió, se repetía las indicaciones en voz baja para acordarse- Agua, leche y leña sí, mazamorra no... agua, leche y leña sí, mazamorra no...

Cuando salió de la cocina se detuvo, vió a Lady Claire y a los señores Hilleland despedirse de Shopie, mientras se abrazaban con melancolía. A un lado estaba el cochero de un carruaje que llevaba una maleta grande, y que en un extremo se podía leer claramente el nombre, "SHOPIE HILLELAND".



































Lady Shopie #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora