Capítulo 8: "El reemplazo"

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-Pensé que estabas en la Mansión de nuestra prima Magdalena, ¿acaso ya has regresado?

Shopie o Emma, se dió la vuelta y suspiró, realmente le daba gusto saber que Claire creía que era su hermana. Sin embargo todavía le quedaba la prueba crucial. Intentó no demostrar señales de nerviosismo ante la pregunta y respondió desinteresadamente, tratando de imitar la voz de Shopie, una tonada sutil y dulce como la miel:

-¿Por qué no sigues con lo que estabas haciendo Claire?- Dos gotas de sudor rodaron sobre la frente de Emma, estaba nerviosa, el pánico la invadía, pero Claire no se daba cuenta ya que estaba confundida... ¿que haría Emma si la descubrían?¿huir? sería vergonzoso definitivamente.

-¿Por qué tú te fuiste hoy mismo y de pronto volviste? ¿a que viene eso?- A Emma no le pareció que Claire hubiese notado el nerviosismo que tenía, mucho mejor así, más bien parecía extrañada de verla allí.
No había mucho tiempo para pensar una respuesta lo suficientemente inteligente.

Unas voces lejanas se acercaban, eran conocidas, de pronto el señor y la señora Hilleland estaban frente a ella, Lady Hilary lucía un vestido de color naranja y unas argollas brillantes colgaban de sus orejas, llevaba en el cabello una peineta colorada, con un delicado tul que caía hacia la cintura, donde había un lazo de seda también colorado.
El señor Hilleland llevaba su cabello peinado hacía atrás, de alguna forma siempre parecía estar un poco húmedo, vestía un traje negro y blanco, con corbata y chaleco largo de levita y botones castaños en sus finalizaciones. Era muy extraño que no llevara galera pues era su accesorio predilecto, pero suponía que sería por que no irían muy lejos.

-¡Hija!- Exclamó Lord Hilleland con sorpresa- ¿Qué haces aquí si justo hoy te has ido?- Levantó una ceja que acompañó su inquisición.

-Yo se lo acabo de preguntar- Agregó Claire, también confundida- Pero de alguna forma, evade mis preguntas.

¡Maldición!

Se había olvidado de inventar una excusa para el repentino regreso de Shopie, ¿qué diría?... ¿que se olvido de llevar más ropa? No, Shopie nunca se olvidaba nada si salía, era "perfecta" de todos modos.
¿Qué inventar? ¿Que no se había despedido? No, tampoco, por que cuando se iba, los señores Hilleland y su hermana siempre estaban ahí, además ella misma había estado en su dramática despedida.
Intentó no hablar como usualmente lo hacían los criados e imitar los gestos de Shopie.

Entonces dijo la cosa más coherente, creíble y lógica que se le pudo ocurrir en una situación como esa:
-Sí, fuí, de echo, pero al llegar a la Mansión de Magadalena y al tocar la puerta, una sirvienta abrió diciendo que su ama no estaba y quise saber por qué, resultó ser que Magdalena se había ido... hoy es 15 de junio y ella había dicho que volverá a su mansión el 15 de julio... la sirvienta dijo que quizá, su ama debió confundir las fechas, pero Magdalena dejó una carta aclarando todo y pidiendo disculpas por que había sido un viaje improvisto hacía Chartrés- Dió un suspiro, había dicho una ciudad de la que había oído, ni siquiera sabía donde se ubicaba, si quedaba lejos o cerca. Ansiaba que lo creyeran, tenían que creerlo, lo que estaba haciendo, hacerse pasar por la hija de los patrones era una completa travesura de la que no podían culparla, era de alguna manera... inocente.

-¡Oh, bueno! Eso lo explica, pero ya lo sabemos, Magdalena es muy distraída y eso le impedirá conseguir marido hasta los 20 años- Lady Hilary soltó una risa jocosa; Emma sabía que la hija mayor siempre acompañaba a su madre en sus chistes, siempre la apoyaba pues eran unidas, entonces simuló una risa sutil a tiempo que ideaba su próxima acción- Pues bueno, nosotros saldremos un rato, Lord Beckett nos ha invitado a tomar el té con él y su esposa- Comentó Lady Hilary.

Emma largó otro suspiro largo y ruidoso, todo el aire que hasta ese momento había acumulado, ahogándose, lo soltó, fue un suspiro de alivio, la sangre le hervía, sentía calor y no era precisamente por el enorme vestido, es más, estaba bastante apretado. Claire se dió la vuelta, rápido.

-¿Estás bien, hermana?- Había escuchado el suspiro.

-Si, si, muy bien- Pero Claire no le dió importancia a su respuesta, pues llegó Pedro caminando rápidamente, miró de soslayo a una de sus amas y le entregó una galera negra a Lord Arthur Hilleland, a continuación les abrió la puerta y los señores Hilleland salieron, las hermanas pudieron ver desde el salón como subían a un carruaje que los esperaba, reluciente en la calle.

Pedro cerró la puerta y se dirigió al pasillo, debajo de las escaleras, ese pasillo desembocaba en unas puertas, cada una eran las pequeñas habitaciones de los criados de la Mansión, también desembocaba en dos cuartos, pequeños también, donde se guardaban las cosas de limpieza y otras puertas más que no se sabía bien para que se utilizaban.

Pedro miró a Claire de reojo y se perdió en el pasillo, ella también lo siguió con la mirada puesta en su espalda fornida. Emma no le prestó atención a esas sospechosas miradas entre ama y criado, y se fue por el pasillo donde desembocaban las puertas, a las habitaciones de los amos y de sus hijas, luego de subir las escaleras, Emma entró en la de Shopie. Debía acostumbrarse en que por varios días, esa debía ser su habitación. Al cerrar la puerta suspiró y se sentó en la cama, largó toda la tensión acumulada hace momentos en la respiración profunda. Esa primera impresión había sido buena, o por lo menos había pasado bastante desapercibida lo cual era muy bueno; podría mantenerse así por el próximo mes.

No podía creer que de ahora en más, y por un tiempo, dormiría en aquella cómoda cama, vestiría esos atuendos tan exquisitos, comería las delicias más caras de Inglaterra y sus alrededores, ordenaría y no sería ordenada, sería admirada y envidiada, amada sobre todo, tendría a sus pies a toda la corte inglesa. Su imagen como una figura de poder, de nobleza, le resultaba tentadora, la nación conocía su nombre, el nombre que ahora portaba, ya no era vulgar, ya no era una esclava, ahora, era muchísimo más que eso. Podía demostrar que era más de lo que parecía. Tenía la oportunidad de hablar y ser escuchada, no callada, no podían regañarla, viajaría en aquellos carruajes tan lujosos, disfrutaría de reuniones en las cuales ella siempre había servido, se reiría de todos aquellos que fueran menos, que Shopie siempre había considerado menos y también se reiría de sus iguales, de todos aquellos de su propia calaña, también se haría odiar un poco y se divertiría al hacerlo, ahora era intocable...

De pronto, el silencio de la habitación y sus fantaseosos pensamientos, se interrumpen cuando alguien toca la puerta.



































Lady Shopie #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora