Capítulo 4: "Planes"

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Emma salió un poco disgustada a la calle. Se suponía que debía dedicarse completamente a la alcoba de Lady Shopie, pero Manuela había insistido mucho. No es como si le importara demasiado el mantener aseada la habitación de su ama, pero si no lo hacía, podía llevarse un reto que no sería beneficioso.

"-Lady Hilary necesita una peineta nueva para la fiesta de compromiso de Lady Claire, me ha dicho que quiere estar espléndida pues es la tertulia de su hija menor; pero ve tú a comprarla, que yo tengo que desempolvar las alfombras y no haces nada- Exclamó Manuela, como una orden.

Ella hacía mucho más de lo que creía merecer. Hacía tantísimas cosas que le parecían de más y que simplemente no deseaba hacer, pero debía. Era injusto.

Por suerte hoy era un día de mercado y sólo se dirigió a los puestos de las peinetas, llamados bandolas, que eran en realidad mesas repletas de productos en forma de hilera en los bordes de las esquinas donde eran las ferias, allí acudían sirvientes y morenos a vender o comprar para sus señores, así como ella. Ese día el mercado estaba poblado de gente y apenas se podía andar. Recibió empujones, sacudidas y el humo asfixiante que llegaba desde el Puerto por la maquinaria a vapor.
Tosió y pasó una mano por su frente, ¡qué fastidio!

A pesar de haber tantas bandolas donde se vendían peinetas, Emma sólo se fue a uno, al puesto de Teresa quien poseía dos mesas de madera adjuntas, cubiertas de peinetas de todos los colores.

-Buenos días Teresa, ¿como estás? Hay mucha gente hoy- saludó Emma, con una amable sonrisa. Se pocisionó bastante cerca de la mesa donde exhibía su conocida, ya que las personas no dejaban de pasar con desesperación.

-¡Bienvenida! Yo estoy muy bien, aunque tienes razón en que hay mucha gente hoy. No sé a qué se debe.

-Esta temporada han ocurrido muchas fiestas y reuniones, se necesita abastecimiento, ¿has vendido mucho esta mañana?- Inquirió. Nomás deseaba tardar lo máximo posible, pues no quería volver a la Mansión tan pronto; seguramente le pedirían que barriera el patio.

-Un par de peinetas, y algunas de estas nuevas telas bordadas que he comprado a un barco mercante- Levantó uno de los pañuelos color crema y se la mostro, ésta llevaba en su centro una rosa roja bordada con algunas hojas verdes y los bordes que terminaban en un finísimo encaje.

-Muy bonita- Elogió.

-¿Andas buscando una peineta para tí?- Bromeó como si eso fuera posible.

Teresa era una muchacha un año mayor que Emma, con contextura delgada, ojos pequeños color carbón, cabello corto y marrón, su piel era ligeramente oscura y vivía de ese puesto en el mercado, vendiendo telas y peinetas.

-No podría usar ninguna, no es para mí, sino para mi patrona- Contestó Emma.

-¿La fanática de las peinetas?- Pregunta Teresa, sus ojos se abren dejando ver aún más sus pupilas marrones,quienes parecen divertidos.

-Si, lo que pasó es que la señorita Shopie se fue a visitar a su prima Magdalena Hilleland, que vive lejos, supongo que en alguna ciudad contigua, y como Lady Claire no pudo ir por que pronto le elegirán prometido, se hará una tertulia en su honor dentro de unas semanas y Lady Hilary me mandó a comprar una peineta para esa ocasión.

-Entiendo, así que la señorita perfecta se fue...- Su mirada estaba perdida, en otro lugar podría decirse, puso una mano en su barbilla, una posición pensativa que no se esforzó en disimular.
Emma sintió curiosidad, dirigió su mirada al reloj negro de hierro que se alzaba al otro lado de la calle, agudizó su vista para reconocer la hora que era. Volvió la vista hacía su amiga.

-¿En qué piensas Teresa? No tengo mucho tiempo- Emma quiso saber, cuando Teresa pensaba algo, la respuesta era sumamente curiosa y sorpresiva.

-En algo... nada de mucho interés- Emma se dió cuenta que Teresa mentía, lo notó en su mirada.

-Dime, no tengo mucho tiempo, tengo curiosidad para saber en que está pensando.

-Bueno... es algo descabellado, pensaba que como tú tienes un mínimo parecido con Shopie y sabes que te encantaría ser ella... quizás puedas inventar algo y suplantarla, ya sabes... pero no es posible, sería completamente absurdo- ...Los ojos de Emma se abrieron como platos, y Teresa la observó algo divertida. Si idea definitivamente, era muy descabellada.

- Y peligroso Teresa, ¿tú sabes que me pasaría a mí, si me descubrie...?...-Pero no era mala idea después de todo... ¡un momento! Ella no podía hacerlo, no podía tomar en cuenta la idea disparatada de su amiga, después de todo era un disparate, una locura que no estaba dispuesta a cometer bajo ningún término. Si la descubría alguno de sus amos, podrían echarla a la calle o, como máximo, matarla. Podrían enviarla a una celda por sustituir una identidad tan afamada como la de Lady Shopie Hilleland, ésta podía difamarla y lograr ser objeto de odio, podría ser juzgada, sería toda una vergüenza.
Aunque sus amos eran bondadosos, no creía posible que la perdonasen. Ella no podría someterse a tanto riesgo, era peligroso, si algo saliera mal, si cometiera algún error, cualquier cosa, se condenaría a sí misma.

¡Una criada haciéndose pasar por una dama! ¿A quién podría ocurrirsele?

-Fue un pensamiento pasajero Emma, dejálo así, mirá, tengo estas peineta nuevas para tu ama- Teresa le mostró algunas peinetas y peinetones esparcidos sobre su mesa. Los alzaba y hablaba de ellos y de su textura y color.

La idea de Teresa era arriesgada, complicada, peligrosa, pero quizá valdría la pena.

Emma ni siquiera se esforzó mucho, observó un poco las peinetas y eligió la primera que Teresa le puso enfrente, era de un gran tamaño, de colores mixtos, rojos y amarillos profundos y mezclados, con pequeños diamantes. Era muy bonita, aunque Emma no se había esforzado mucho en elegirla. Sólo esperaba que a Lady Hilary le gustara.

Apenas sí se despidió de Teresa lo más rápido que pudo y se fue corriendo a la casa, chocó con algunas criadas y otros hombres morenos que la maldicieron, mientras caminaba rápidamente, empujando a la gente en su camino. La idea de Teresa no estaba mal, un mínimo parecido tenían ella y Shopie, además nadie sospecharía, el aspecto sería el de la señorita Shopie, la hipocresía era una de sus mejores herramientas a la hora de hablar, podía simular un tono parecido de voz, uno dulce y delicado, bastante similar al de su ama. Podría ser riesgoso pero si no lo hacía, todo lo que habría hecho en su vida sería fregar platos, barrer suelos y servir a personas como ella, pero de una clase social muchísimo más elevada. Sería toda una experiencia, algo para contar más que toda su vida desperdiciada en la servidumbre de gente poderosa, algo por lo cual sentirse exitosa y tendría todos los lujos a su alcance, todo lo que, en resumidas cuentas, siempre había querido.
Lady Shopie era básica, bonita, amable y gentil, cosas que fácilmente podía lograr si ponía un poco de empeño en su papel. Unas inseguridades la asaltaron, pero intentó disiparlas rápidamente, era un plan perfecto, una primera revelación, algo por lo cual sentirse orgullosa muy dentro suyo.

No podría fallar; no debía fallar.

































Lady Shopie #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora