Capítulo 23: "Peligroso compromiso"

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Emma se torturaba a sí misma.
¿Qué más le pasaría?¿Ella se debía someter?

La pena la consumía, por más que faltaran catorce días no dejaba de pensar, seguía tan pálida como ayer, desde que le habían informado que en poco tiempo debería casarse con Thomas Wallington, el sobrino de un laird, no resistiría para nada casarse con él antes de el regreso de Shopie. Apenas sí lo conocía, lo había visto algunas veces no consecutivas en algunas tertulias y cenas celebradas por la familia Hilleland.
El día anterior, una carta poco usual y una caja de oro con incrustaciones de diamantes suizos había aparecido en su puerta.

Realmente no sabía mucho de Thomas Wallington, más que su nombre y que rondaba los veinticinco años, y que era un pariente cercano a un laird, tenía una nariz algo grande y afilada, le parecía atractivo por que era alto, tenía unos ojos verdes encantadores, y su voz elegantemente grave resultaba muy seductora... pero, ¿casarse?¿ella?
Si bien era su deber reconocer que ese joven Lord no era feo, ni mucho menos desagradable, ella no podía casarse, no aún, y mucho menos con él.

Lord Thomas Wallington era un joven simple, pero con pensamientos complejos. Pertenecía a una de las dinastías inglesas más poderosas de Inglaterra pero se daba gustos sencillos. Le gustaba la naturaleza, y especialmente, la verde y frondosa espesura de los bosques de Claytonville, la caza de liebres era una de sus actividades favoritas. De vez en cuando se lo podía ver llevando una peluca bucleada de color blanco adornada con cintillos de seda; como también un bastón de madera maciza, y tallada con la inicial W en un extremo, y mango de oro auténtico, al estilo de su ya anciano padre. Solía coleccionar broches árabes y no sentía desprecio por su cultura tan exquisita a diferencia de sus compañeros en el Salón, donde se reunían a jugar cartas francesas y beber brandy. Lord Thomas Wallington no amaba a Shopie, le parecía una de las más bellas señoritas de la alta alcurnia y se sentía halagado por haber sido conprometido con una beldad, pero el cariño que sentía por ella distaba mucho del amor; Lord Thomas tenía demasiadas cosas en qué pensar como para enamorarse, aborrecía la cultura robusta y expresionista del arte moderno y sus derivados tan sórdidos, que mostraban al amor como algo tan tangible y tan simple de conseguir, cuando no había nada más alejado de eso.
Respetaba a la Iglesia y se daba fama de predicador cuando encontraba a una mujer vulgar por las calles. Sin duda, Lord Thomas Wallington era un hombre con una personalidad difícil de comprender, compleja como se mencionó anteriormente y con una mente abierta a ciertos descubrimientos, pero tenía una idea intachable de la religión y de sus alrededores.

-¿Qué te sucede, hija mía?- Preguntó Lady Hilary a Emma.
Emma ya se había acostumbrado mucho a tenerla de madre, y en su aspecto de Shopie, razonándolo bien, lo era- Tu rostro se encuentra pálido.

-¡Oh, nada madre! Yo soy pálida- Dijo reclinándose sobre la mesa, apoyando su barbilla sobre su mano.

-Lo sé, pero no tanto, ¿qué ha sucedido?

-Un asunto con Lord Thomas-Respondió Emma, deseando que Lady Hilary no deseara indagar más sobre el tema. Pero lo cierto es que su padre mismo, es decir, Lord Arthur Hilleland, había mencionado el día anterior que debería casarse muy pronto, y probablemente Shopie ya lo sabía; pero no Emma.

-¿Tu prometido?

-Así es- Asintió con la cabeza.

-¿Qué pasa con él?

-Yo... nada madre, solo algo que ke tomado por sorpresa- Mintió Emma.

-Algo te pasa hija, lo noto en tu mirada, estás tensas y pálida, ¿algo te asusta?- Emma, apretó los dientes discrétamente, no quería responder pero tampoco quería ganarse un castigo por su tonta terquedad.

-No- ¿Debía decírselo? Daba por hecho que Lady Hilary, le daría un sermón sobre el matrimonio, la importancia de la familia, y bla bla bla... ella simplemente no lo entendía, no entendía nada de los razonamientos de esas mujeres ya casadas, que los maridos esto, que la sociedad lo otro... claramente, le aburría mucho.

-Soy tu madre y debo saber todo sobre tí, absolutamente todos tus secretos para preparte para el futuro y futuras dificultades, no puedo dejar que te expongas al estrés de la decepción, del prejuicio general de la sociedad; yo soy tu mejor maestra, he vivido lo que tú vivirás, he deseado lo que tú deseas y he abdicado a los potenciales pecados que podrían haberme corrompido. No puedo dejar que la fatiga se apodere de tí, la juventud es algo hermoso, la parte más bella de la vida, la virtud de toda dama se encuentra en la belleza de la juventud, es la cúspide de la inocencia, de la vitalidad, de el éxito y del fracaso- Explicó con una lujuriosa parsimonía.
Emma miró hacía un costado y rodó los ojos secretamente. Qué fastidio.

-No puedo ahora madre, debo ir a hilar...- Inventó.

Tenía días específicos para cada actividad, quizá para mantenerse ocupada y apañar el aburrimiento.

-No me vengas con eso, hoy no toca hilado- Refuta su madre, con altanería y molestia. Se cruza de brazos, Emma sintió que no la dejaría tranquila, decidió que debía tomar una excusa rápida pero convincente.

-Pero sí bordado- Hoy era martes, y los martes se bordaba. Eso sí lo sabía bien. Aunque no entendía claramente la diferencia entre bordado, hilado y tejido, ¿qué diferencias tenían? Para una criada como ella, era difícil saberlo.

Hilary dudó por un momento, era cierto- Pues lo harás después Shopie, tengo mucho tiempo

-Quiero ir a bordar ahora madre-Mintió levantándose de su asiento,con duda- He estado practicando el bordado sobre un almohadón color crudo, tiene unas amapolas hermosas y profundas, pero no está terminado, las hojas han quedado incompletas desde la semana pasada, así que iré...-Decidió.

-Irás luego, ahora dime que te pasa querida- Insistió su madre.

-He dicho que nada madre, por favor, puedo sola con mis problemas, ya no soy una niña- Finalizó.
Luego fueron a cenar, aunque Lady Hilary estaba bastante molesta.

Emma no podría aceptar casarse antes del regreso de Shopie, puesto que sería un escándalo, aunque si lo pensaba mejor, podría aceptar casarse ahora y eso provocaría un abundante revuelo, que duraría algunos días y después, cuando volviera Shopie, podría casarse y tener cuantos hijos quisiera, su corazón podría romperse, podría disfrutar de los placeres más lujosos como de los más cotidianos, podría engañar a su esposo, podría decepcionarse de sí misma, podría recomponer su matrimonio o volver a casarse. Pero no ella.

Emma era muy joven y si bien Lady Shopie tenía la misma edad, no le importaba absolutamente nada de su ama, solo su pronto regreso.






































Lady Shopie #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora