Perdiendote » Dylan O'brien

Capítulo 3 | Daria

Había tenido días malos el curso pasado, pero ninguno se comparaba al de hoy, había sido un total desastre.

Era mi segundo día de clases y ya odiaba éste segundo año aquí —no sólo el curso—, odiaba todo y a todos a mi alrededor.

—¿Por qué esa cara? —pregunta mi hermano Colton en cuanto subo al asiento trasero junto a él.

No respondo, en cambio le enseño mi blusa con la enorme mancha café en el centro.

—Vaya, imagino que a esa persona le has armado una escenita —se burla.

—Lo he hecho, y no tanto por la blusa, si no porque jodió uno de mis libros —hablo y dejo escapar un largo suspiro.

—Que mal —dice a lo que me encojo de hombros.

—¿A dónde vamos? —le pregunto a mi madre, me da una mirada rápida por el espejo retrovisor y vuelve su vista al camino.

—Al centro comercial —responde. —Haremos las últimas compras escolares, ¿a ti te falta algo?

Lo medito por unos segundos y asiento.

Para ser honesta no me falta nada pero no puedo dejar pasar la oportunidad de pedir algunos lienzos, pinturas, brochas o algún libro nuevo, total que estudio Artes y ella no se pondrá en contra ya que va relacionado con mi carrera.

—¿Comprarás para los hijos de Daniel? —pregunto cuando hemos llegado.

—Lo haré — afirma. —¿Algún inconveniente?

Niego rápido, no quiero empezar una discusión de nuevo.

—Eso pensé —musita y ruedo los ojos.

— ¿A qué hora iremos por Mason y Diane? —pregunta Colton.

—¿Qué hora es?

—Las 2:15pm.

—A las 4:30. Tenemos tiempo de comprar lo que falta y comer.

—¿Dónde están ellos? —cuestiono curiosa.

—En clases, Mason en guitarra y Diane en ballet como siempre —explica entrando a una de las tiendas. —Oliver no ha ido al colegio y faltará toda la semana, está enfermo.

Mason es el menor de mis hermanos. Diane y Oliver son los de Axel. No sé si es por la edad pero a ellos no les afecta convivir con mis hermanos, por el contrario, se la pasan todo el tiempo juntos en el jardín, en la piscina o viendo películas por horas.

Sé que mi madre tiene derecho de rehacer su vida, y en parte sé también lo inmadura que soy, pero es que no puedo evitar que me afecte el divorcio de cuando yo tenía 10 años. La separación no consigo aceptarla del todo y quizá es el miedo de que me reemplace alguno de ellos, o tengan otro bebé, no sé bien a que le tengo miedo.

—¿No te gustaría meterte a alguna clase, Daria?

Su pregunta me toma por sorpresa pero sé lo que pretende.

—No ha cambiado mi idea, aún pienso volver a Londres —digo segura.

—No lo decía por eso —dice y no sé si creerle. —Mira, quédate medio año con nosotros —pide —y si en Diciembre aún te quieres ir, puedes hacerlo, no voy a impedirlo, por el contrario, seguiré pagando tus estudios y la mitad de tu alquiler en algún departamento.

Seis meses se pasan rápido, es cuestión de analizarlo; cada año el tiempo aumenta su velocidad ─al menos así me parece─, siento que en un abrir y cerrar de ojos se me pueden pasar tres o cuatros años sin darme cuenta, o quizá en cinco o seis parpadeos puedo dejar de existir.