Capítulo 11 | Daria

727 44 4
                                    


Hace un mes y medio que iniciaron las clases. Tarea tras tarea, proyecto tras proyecto, trabajos en pareja y pequeñas exposiciones entre otras cosas, todas ellas sin descanso.

Nos encontrábamos a finales de Septiembre, lo que significaba que los primeros exámenes se aproximaban. No estaba preocupada por ellos, en realidad no tenía ni la mínima intención de estudiar o si quiera de repasar algún apunte, era pan comido para mí.

—Entonces Daria, ¿paso por ti a eso de las diez? —pregunta Emma a mi lado.

Estaba recargada en los casilleros a lado del mío mientras yo por mi parte tomaba lo necesario para realizar por adelantado algunas tareas que ya habían sido marcadas en el transcurso de la semana.

—Paso Emma, no quiero caer en lo mismo —digo dándole una mirada rápida.

—Es joda, ¿no? —cuestiona.

—Hablo muy en serio —le respondo encogiéndome de hombros. —Iré a spinning, volveré a casa para adelantar unos trabajos y quizá vea una película o lea un libro antes de irme a dormir.

—Llevas semanas sin salir —se queja. —Además me lo debes por abandonarme aquella vez —reclama recordando la noche del bar.

—Si voy a esa fiesta terminaré pasando el límite que me he propuesto y terminaré borracha o drogada —explico. —Si es que no ambas —cierro mi casillero y comienzo a caminar con ella detrás de mí.

—Te sigues drogando querida, a mí no me engañas —susurra por lo bajo tirando de mi brazo hacia ella —límpiate la nariz —dice tendiéndome un par de pañuelos.

Maldita sea.

—Bien, iré —ruedo los ojos —pero ninguna palabra de esto a nadie, ¿de acuerdo?

—Ni tus hermanos ni tu madre lo sabrán —sonríe. —Pero ya en serio deja de comprar esa mierda, no la necesitas.

Una más al club.

Era obvio que no la necesitaba, pero me gustaba. Cada que la consumía me relajaba, me quitaba el sueño mucho más que beber café, aunque por otro lado aumentara mis ojeras, cosa que no me importaba. Disfrutaba la sensación bastante —por más enfermo que fuera. Lastimosamente tanto Colton como Emma tenían tanta razón, necesitaba dejar de inhalar tanto o terminaría jodida más adelante.

—Lo intentaré.

—No lo intentes, déjala ya —habla enojada. —¿O es que no tienes fuerza de voluntad? Tú misma dices que es sí o no, sin medios.

Bien jugado, Emma —pienso.

El que usara mis palabras en mi contra era siempre su carta bajo la manga.

—Te odio —rio. Saco mi celular y elimino el número de Ashton, el chico que me vende la cocaína. —Listo, surtidor eliminado.

—Espero que no te sepas el número de memoria y que no busques otro lugar donde conseguirla, porque juro por mi vida que dejo de hablarte no sin antes haberte golpeado en la nariz —amenaza —y muy fuerte.

—Calma fiera —me burlo—a Colton le fallé, pero de verdad que lo dejaré. En realidad no por ti ni por él, por mí porque es a mí misma a quién le fallo —explico. —Bien, me voy —digo cuando veo a Ezra junto a Colton al otro lado de la calle.

—Invita al sexy de tu primo y a tu hermano si quieres. ¡Te veo a las diez, zorra! —grita.

Me limito a rodar los ojos y alzarle el dedo de en medio sin mirar hacia atrás, la escucho reír. Emma está loca.

Una vez que llego donde ellos, subimos al coche y Ezra lo pone en marcha.

Había llegado la semana pasada. Recuerdo que tanto mi madre como Daniel se encerraron en el despacho durante casi dos horas a hablar con él. ¿Sobre qué? Honestamente lo desconocía, pero de lo que si estaba segura, era que le habían puesto bastantes reglas y una única condición: trabajar.

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora