Capítulo 15 | Daria

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Octubre.

Dos semanas, dos largas y duras semanas.

Una vez leí una de esas pequeñas historias que te regalan en los grupos de ayuda, esos a los que acudes la mayoría de las veces por obligación y no voluntariamente, pues al final de cuenta sólo tú mismo puedes salvarte, sanarte.

La historia que leí aquella vez me había llamado bastante la atención─ incluso más de lo que algún libro en ese entonces.

La razón fue porque era una historia real.

Esa persona tenía un serio problema con la bebida, negaba claramente esto porque no era de buen ver para su vocación, pero en realidad nadie es perfecto y negarlo sólo incrementaba el problema y reafirmaba lo dicho.

Así que mi lección en esa ocasión fue que mientras más rápido aceptes las cosas, más fácil era asimilarlas y mucho más darles una solución, un punto final.

Y claro que también me quedé con el mal sabor de boca cuando leí lo mucho que le costó a ese individuo no beber una gota de alcohol por los días, semanas, meses y años siguientes.

Pero ahora era distinto, ahora no era esa persona por la que sentía lástima, si no por mí misma.

Llevaba dos semanas sin inhalar y no había sido para nada sencillo.

La primera semana cada día se me hacía eterno y mis actividades para no recaer en ello habían sido incrementadas, además que mi nariz reseca sangraba en ciertas ocasiones.

La segunda semana pude sobrellevar la situación un poco mejor, y con la ayuda correcta se me hizo casi imposible parar a pensar en lo que creía necesitar.

─¿En qué piensas? ─la voz de Dylan me hace volver a la realidad.

─En nada ─digo pero sé que no va a creerme.

─Sabes que puedes confiar en mí.

Resoplo y asiento.

─Me siento como una niña pequeña a la que le han prohibido comer su dulce favorito ─confieso.

Las pocas veces que tocamos el tema, el pelinegro —que ahora descansa su cabeza sobre mis piernas—, se ha mantenido al margen.

No hace más que negar y agradezco que de su boca no salga ningún comentario negativo.

─Lo estás haciendo bien ─dice con los ojos cerrados. ─A la larga ese dulce va a sacarle caries a la niña, lo mismo que contigo, sólo que en una situación mucho más seria.

─La diferencia es que una te mata y otra no.

─Tampoco digas eso, no estás perdida y lo sabes.

─No puedo evitar ser negativa.

─Querer es poder ─suspira él aún con los ojos cerrados.

─Puedo pero no quiero entonces ─paso mis dedos entre su cabello lentamente. ─Necesito buscarme otra droga ─una risa se me escapa sin que pueda retenerla y es todo lo que Dylan necesita para poner una expresión seria en su rostro.

─No bromees con eso ─me advierte.

─¿O si no qué? ─le reto. ─Además no me refería a ese tipo de droga.

─¿Entonces a cuál?

─A una que tenga que ver contigo ─digo cerca de sus labios.

─¿Estoy soñando o usted está siendo romántica señorita Rosenstock? ─se burla.

─Tu sí que sabes matar el momento ─ruedo los ojos.

Retiro su cabeza de mis piernas y me levanto con cuidado.

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora