Capítulo 9 | Daria

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No recuerdo la última vez que tuve un sueño como el de ésta madrugada. Sobre todo porque son aquellos que se sienten tan reales, y honestamente eso sólo me decía que algo estaba mal o algo malo estaba por suceder.

Intenté hablar con Colton en la mañana sobre ello y preguntarle por uno de nuestros primos por parte de la familia de mi madre —ya que había soñado con ambos—, pero él ya se había ido al instituto.

Aun así, sería lo primero que haría llegando a casa para no tener la mente ocupada en una cosa más.

—Señorita Rosenstock —esa voz rasposa la reconocía —la clase ha finalizado, si ya no tiene otra haga el favor de retirarse —habla serio el profesor Foster.

¿Cómo rayos no me había dado cuenta de ello? Era más que obvio, era la única en el aula y todo por estar pérdida en mis pensamientos como siempre.

—Oh, sí. Discúlpeme —dije mientras me ponía de pie a prisa. —No era mi intención ignorar su clase.

—Entiendo, ¿está todo bien?

—Sí, sólo tuve mala noche, no volverá a pasar —prometo.

Una vez fuera del aula ni siquiera me molesto en pasar por mi casillero, necesitaba hablar con mi hermano.

Así que apresuro mi paso hacia el estacionamiento dónde mi mamá ya debía estar esperando por mí. Para mi sorpresa no era la única.

¿Qué jodida mierda hacia Aarón aquí?

Ayer después de que Dylan hiciera un drama por vaya a saber qué y se fuera enojado, Aarón se dedicó a llenarme de preguntas, las cuáles claramente no respondí, no tenía que darle ningún tipo de explicación, no a él.

—¿Se puede saber qué carajos haces aquí? —pregunto enojada.

—Daria, no seas grosera —me reprende mi madre.

—No se preocupe señora, Doyle —dice Aarón llamándola por su nuevo apellido de casada.

—Zara para ti —le dice amable ella. —Espero verte el fin de semana en la comida familiar.

¿Comida familiar? Hace siglos que no hacíamos una, en realidad no recuerdo cuando fue la última vez que tuvimos una, ni siquiera cuando ella estaba casada con el tipo al que alguna vez llamé "papá".

—No faltaré.

—Bien, despídete Daria —dice antes de rodear el auto y subirse en el.

—¡¿Puedes explicarme qué demonios pretendes?! —grito hacia él.

—Sólo quiero hablar, que respondas mis preguntas de ayer —se encoge de hombros.

—¿A caso no deduces de dónde conozco a Dylan? —sin duda era idiota, lento e idiota. —Estudiamos en la misma universidad, ¿no lo ves?

—¿En verdad no recordabas que él era mi amigo?

—Si te respondo todo, ¿me dejas en paz de una vez? —estaba agotando mi paciencia.

—Aunque me duela lo haré.

—¿Aunque te duela? —pregunta y suelto una risa sarcástica. —Eres un...

Maldita sea, no valía la pena siquiera insultarle, estaba siendo demasiado inmaduro.

Abro la puerta del copiloto: —Me iré con él, ¿de acuerdo? —mi madre asiente. —¿Dónde tienes tu coche? —pregunto.

—Está aparcado en la esquina —señala a su derecha.

—Bien —digo caminando a su lado. —Vas a llevarme a comer la mejor pizza mexicana que haya probado, responderé lo que quieras y luego me dejarás en mi casa y no volverás a dirigirme la palabra, ni la más mínima mirada, ¿entendido?

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora