Capítulo 28 | Dylan

476 30 0
                                    

La imagen que recibo de Mero no es nada lo que esperaba.

Tiene un moretón a un lado de su ojo izquierdo, sus ojos hinchados y rojos, su cabello largo y negro ahora lo tiene hasta la barbilla y uno que otro rasguño en los brazos.

Quiero preguntarle si ese hombre que se hace llamar su padre le ha hecho eso, pero está de más, sé perfectamente que fue él.

Y quiero entrar y partirle la cara a ese miserable por ello, pero me contengo, ya ha tenido suficiente y ahora que se está escapando prefiero no meterla en más problemas.

Con mi ayuda sube al asiento copiloto, cuando está segura, rodeo el auto para subir y ponerlo en marcha.

No tarda mucho para que Isabelle se suelte a llorar de nuevo, la conozco lo suficiente como para saber que lo único que tengo que hacer, es pasarle un pañuelo y dejar que se desahogue hasta que no tengo más lágrimas.

Así que me tomo mi tiempo y doy varias vueltas antes de aparcar frente al edificio donde vive mi chica.

—Lamento que no puedas quedarte en mi departamento —digo, me giro a verla, sigue con la mirada baja. —Sabes que tu papá iría a buscarte ahí primero y dejarte en un hotel no es...

—Es departamento de ella, ¿verdad? —su voz suena sale temblorosa y hay un rastro de vergüenza en su rostro.

—Sí —musito.

—Sé lo incómodo que será para ustedes, no quiero dar molestias —murmura.

—No es... —no termino de hablar ya que mi móvil suena, es Daria. —Estamos abajo, ya vamos —respondo y cuelgo.

Le doy unos segundos más a Isabelle para que se reponga.

Una vez que subimos y estamos frente a la puerta del departamento, abro y la dejo pasar primero.

Ya en la sala la invito a ponerse cómoda, pero así como se ha dejado caer sobre el sofá, así mismo se ha levantado a prisa al ver a la castaña salir de la cocina.

—No tienes porque levantarte —habla Daria. —¿Tienes hambre? —le pregunta —han tardado un poco, así que preparé pasta y pollo a la plancha para cenar.

Estoy consciente de que Daria no ha dicho nada malo, sin embargo —y por alguna razón—, Mero ha comenzado a llorar de nuevo.

—L-lo.. lo lamento —dice con la voz entrecortada. —No debería estar aquí, seguramente quieren estar solos y yo, yo solo he llegado a molestar y causar problemas.

Daria me mira con el ceño fruncido y yo en respuesta me encojo de hombros.

No sé que rayos decir.

—De acuerdo —habla la castaña. —En primera, sácate eso de la cabeza, no molestas...

—Eso es verdad —interrumpo. —Daria ha sido la de la idea de que te quedes aquí.

Mero abre los ojos como platos.

—¿Eso es verdad? —le pregunta.

—Sí —responde ella. —No sé por lo que estás pasando pero, quiero que sepas que no tengo nada en contra tuya. Y puedes usar la habitación que preparé para ti el tiempo que necesites —comenta. —Ahora si te pido que pases a cenar algo, no me gusta cocinar y que me rechacen.

Ninguno de los tres se mueve así que decido ser el primero.

Llego a ocupar mi lugar en la mesa, no es como que sea mío, pero desde que paso más tiempo aquí que en mi propio departamento, he tomado posesión de algunos sitios y objetos acá.

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora