Capítulo 22 | Dylan

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¿Había escuchado bien? ¿A caso ella había admitido aquello?

No lo podía creer.

Está quieta y temo que algún movimiento en falso hagan que se marche, necesito hacer que se quedé, necesito que hablemos.

—Daria...

—Detente, Dylan —me pide en cuanto doy dos pasos hacia ella, su voz suena trémula.

—Sólo quiero que hablemos Daria, quieras o no, tenemos que hacerlo.

—Dylan, ¿está todo bien? —la voz ronca de mi padre se escucha detrás mío. —Los invitados han venido a... Oh, ahora entiendo —ya ha notado a Daria que está a unos metros más allá de él y de mí.

—Yo los dejo —se retira Sierra.

—Supongo jovencita que tú eres Daria —la castaña ha dejado de llorar y se mira pálida, temo que haya dejado de respirar siendo honesto. —¿Por qué no la llevas a que descanse hijo?

Sé que está haciendo un gran esfuerzo para no hacerle notar a ella que le ha disgustado lo que ocurrió adentro.

Me preguntó si mi mamá está bien, tanto quería que la noche fuera perfecta.

—No se preocupe, no es necesario, ya me iba de hecho —la escucho decir. Se pasa el dorso de la mano por las mejillas limpiando el rastro de que hubo lágrimas en ellas, pero es inútil, tiene los ojos un poco hinchados y la nariz roja al igual que las mejillas. —Le pido una disculpa por lo sucedido, no era mi intención arruinarles la velada —en ningún momento baja la mirada.

—Tonterías —ríe mi padre. —No has arruinado nada, por el contrario yo creo que lo has arreglado —dice y no entiendo a que se refiere. —Anda Dylan, llévala a que descanse.

Miro a Daria, no se niega y aunque me siento mal por no quedarme hasta el final de la celebración, le hago caso a mi papá de llevarla.

—Discúlpame con mamá, por favor —digo hacia él. —Los veo mañana.

—No te disculpes, entenderá al igual que yo hijo. Ahora ve, no la hagas esperar —me abraza rápidamente antes de volverse hacia Daria. —Hasta luego señorita Rosenstock, espero volver a verla pronto —no espera respuesta de ella y se marcha dejándonos solos.

—¿Me dejas manejar? —pregunto.

Ella me extiende las llaves sin decir nada, la veo rodear el auto con dificultad, por lo que me apresuro a abrirle la puerta para que ella se deslice en el interior.

—Quiero que sepas que no te llevaré a dónde te estás quedando, ésta noche duermes conmigo —no quiero que eso suene mal, así que intento que las palabras suenen demasiado dulces saliendo de mi boca.

Me ha tomado casi media hora conducir a mi departamento. En ningún momento hablamos, por momentos me volteaba hacia Daria para mirarla, se veía bastante agotada, me preguntaba que tanto había hecho en éste tiempo para mirarse así.

No negaba que estaba preciosa, pero tampoco podía dejar pasar el hecho que el maquillaje la ayudaba a esconder las ojeras entre otras pequeñas imperfecciones que no tenía cuando yo la vi por primera vez, y eso que también estaba ebria, pero no como ahora.

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora