EPÍLOGO

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Epílogo

Daria R.

Hace unos meses atrás, toqué fondo.

En el momento que puse un pie en casa de mi madre, me encerré en mi antigua habitación y no recibí a nadie que quisiera verme. Ni siquiera me presenté al velorio de mi primo.

Necesitaba un tiempo a solas, necesitaba sanar, y así lo hice.

Después de una semana encerrada, decidí asistir solo una tarde más a mi grupo de ayuda y de tomar dos sesiones de terapias para dejar salir lo poco o mucho que aún necesitaba dejar ir.

Después de eso, hablé con mi mamá con la finalidad de hacerle saber que me iba, que necesitaba un viaje. Nadie se opuso, por el contrario, todos me apoyaron con la idea.

Así que tomé la difícil decisión de dejarlo todo por un tiempo. Renté mi departamento un par de meses a una pareja y Mero se fue a vivir al departamento de Dylan la misma mañana que me fui.

He de admitir que dejar a ese chico, fue lo que más me dolió aquella fría mañana, ni siquiera tuve el valor de despedirme de él.

Solo me fui.

No pase navidad ni año nuevo con mi familia o con mis amigos, en cambio lo pasé compartiendo con desconocidos en varias partes de Europa, desconocidos al menos en ese momento.

Ellos me habían acogido una noche en la que un tipo me había robado el bolso, afortunadamente lo importante lo llevaba guardado en mi pequeña maleta. Había perdido más de la mitad de mi dinero y mi móvil, pero no lo lloré, estaba por el contrario agradecida, se había llevado algo material y monetario pero yo estaba sana y salva.

Theo, Matilde y Kevin, eran tres personas maravillosas, ellos españoles y ella francesa. Me habían llevado de un lado a otro compartiendo lo poco que ellos tenían conmigo.

¿Adivinen quién estuvo en Milán?

Habíamos pasado semanas increíbles que hoy llevo guardadas en mi corazón y memoria.

Me habían enseñado a ver la vida de una manera tan bonita, de apreciar lo que a simple vista parece algo insignificante cuando en realidad era lo contrario.

Me enseñaron tanto y me transmitieron demasiado confianza, que una noche que bebíamos vino me sentí con ganas de compartirles mi historia. Ellos ya me habían contado la suya, y yo en ese momento quise hacer lo mismo, ninguno me juzgó. Me escucharon atentos y cuando por fin terminé, me abrazaron. Me abrazaron y sentí mis piezas unirse de nuevo.

Entonces lloré, lloré fuerte. Sólo que esta vez, lloré de felicidad.

Estaba lista para volver a casa.

Al día siguiente me dejaron en el aeropuerto, me despedí de ellos y les agradecí por tanto. Quise prometerles que volvería pero no me dejaron,  dijeron que si teníamos que volver a encontrarnos, ya la vida se encargaría de ello.

El viaje de vuelta se me hizo eterno a comparación de cuando escapé, porque si hay que ser honestos en algo, eso fue lo que hice: escapar.

Perdiendote » Dylan O'brienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora